El Pais (Madrid) - Especiales

Ese niño será un genio

Conocido por detectar futuras estrellas del fútbol, el preparador Reginaldo Fino relata la trayectori­a del mejor jugador que ha descubiert­o, el fichaje más caro del mundo: Neymar Junior.

- Por Breiller Pires

Dicen que un rayo no cae dos veces en el mismo sitio. Sin embargo, el Santos Futebol Clube no se cansa de refutar ese dicho. El primer rayo fue Pelé. Luego, el equipo santista sería testigo de la aparición de Robinho y Neymar. Tres cracks forjados en el famoso estadio Vila Belmiro. Tres generacion­es distintas que le dieron títulos y fama al club con sus

Meninos da Vila. Para Reginaldo Fino Ferreira de Oliveira, el rayo también ha caído más de una vez. Fue el primer entrenador de Neymar en el fútbol de campo, y contribuyó a pulir talentos como Robinho (exjugador del Real Madrid), Diego (ex del Atlético de Madrid), Diego Tardelli (ex del Betis) y Léo Baptistão (Espanyol). “Estoy aquí para demostrar que, a veces, un rayo cae en el mismo lugar”, dice Fino a EL PAÍS.

Antes de convertirs­e en el jugador más caro del mundo y estrella de la selección brasileña, Neymar Junior era uno de los muchos niños que intentaban hacerse un hueco en el fútbol en la Portuguesa Santista, el primo pobre del Santos. Por aquel entonces, lo que le distinguía de los demás era una cinta que llevaba en la frente y que decía: “100% Jesús”. En 2003, con 10 años, llegó a la Portuguesa tras haber despuntado en los equipos de fútbol sala de la zona. Reginaldo Fino fue el responsabl­e de enseñar a Neymar los entresijos de un campo de hierba. “Su adaptación fue inmediata”, recuerda el entrenador.

Fino acababa de dejar la cantera del Santos, donde trabajó durante siete años y catapultó a la pareja Diego-Robinho. Nunca podría imaginarse que en el club más modesto de la ciudad encontrarí­a a la mayor estrella que jamás ha pasado por sus manos. “Neymar siempre fue genial. No era de dar pases horizontal­es. Él encaraba a los defensas, sin miedo. Desde jovencito tenía una habilidad extraordin­aria.” A la vez que jugaba con la Portuguesa, el delantero seguía brillando en las canchas de futbol sala. Ya con la mirada puesta en los frutos que el talento de su hijo podría proporcion­ar, Neymar padre consiguió una beca de estudios no solo para Neymar Junior, sino también para Rafaella, su hija pequeña, en el Liceu, uno de los colegios más tradiciona­les de Santos. “Su padre lanzó un órdago y dijo que Neymar solo defendería al equipo del colegio si a su hermana también le daban la beca”, cuenta Reginaldo Fino. “Siempre fue inteligent­e a la hora de negociar cosas para su hijo.”

Con el equipo del Liceu, al que también entrenaba Fino, Neymar Junior fue campeón y máximo goleador del principal torneo infantil de la región. En la Portuguesa compartió ataque con Léo Baptistão, que posteriorm­ente destacaría en el fútbol español. “Jugábamos contra equipos con tradición de cantera, como el São Paulo, y les ganábamos casi sin despeinarn­os. Léo era delantero centro, pero intercambi­aba su posición con Neymar para jugar por las bandas. Se entendían de maravilla y metían muchos goles”, asegura.

Pero, antes de que Léo se fuera a España, Neymar ya había llamado la atención de Zito, exjugador de la selección brasileña y del Santos, donde seguía trabajando como ojeador. Quería llevarse a aquel chico a Vila Belmiro. Se fiaba del olfato de Reginaldo Fino, que ya les había recomendad­o a Robinho. Pero había un problema. “La cantera del Santos no tenía una categoría para niños de la edad de Neymar. No admitían a jugadores de menos de 13 años”, recuerda Fino. Después de ver un partido de Neymar, a invitación de Zito, Marcelo Teixeira —el por entonces presidente del Santos— no solo no se convenció de su fichaje, sino que creó un equipo en las categorías inferiores exclusivam­ente para él.

Al cabo de dos años, el inicio de la trayectori­a de Neymar en el Santos se toparía con un obstáculo que podría haber acortado su historia en el club. El Real Madrid fichó a Robinho, que venía de ganar dos ligas con la escuadra santista. Su representa­nte, Wagner Ribeiro, que en aquel momento ya administra­ba la carrera de Neymar, llegó a Madrid gritando a los cuatro vientos que, muy pronto, les daría un “nuevo Robinho” a los merengues. La promesa se cumplió. En marzo de 2006, Ribeiro viaja con Neymar a la capital española y lo presenta a las categorías inferiores del Real Madrid. Hospedado en la casa de Robinho, aquel chaval delgadito entrenó durante casi tres semanas con el equipo cadete madridista. Se hizo fotos con sus ídolos Ronaldo y Roberto Carlos y hasta tuvo la oportunida­d de ver dos partidos de los galácticos desde el palco de honor del Santiago Bernabéu.

Según Wagner Ribeiro, el presidente, Florentino Pérez, pensaba ofrecer a los padres de Neymar casa y buenos empleos en Madrid, ya que la FIFA prohíbe fichajes internacio­nales de jugadores menores de edad. Además, estaba dispuesto a pagar cerca de 50.000 euros a su padre y a su

“Creyendo que el Real Madrid iba a llevárselo, la directiva del Santos ofreció a Neymar un piso y un contrato millonario. Tenía solo 14 años”.

empresario para cerrar el negocio. No obstante, Florentino renunció a la presidenci­a poco antes de la llegada de Neymar a Madrid. A pesar del wwwinterés de Fernando Martín, que asumió el cargo, la nueva junta directiva prefirió no gastar dinero en el fichaje de un futbolista tan joven. La admiración de Neymar por el Madrid se transformó en frustració­n. Pero sirvió para cerrar su primer gran contrato.

Los directivos del Santos, recelosos de que el Real Madrid se llevara a su futura estrella y creyendo que el acuerdo con el club español estaba a punto de concretars­e, le presentaro­n una propuesta millonaria: 500.000 euros a la firma del contrato, un piso en Santos y un sueldo de 4.000 euros. Con 14 años, Neymar ya cobraba más que muchos jugadores del primer equipo. “Fue una gran jugada de marketing”, dice Fino, refiriéndo­se al viaje de Neymar a Madrid. “Su padre y su representa­nte consiguier­on lo que querían: revaloriza­rlo.” El hijo protegido Neymar Junior nació en Mogi das Cruzes, una ciudad de 400.000 habitantes ubicada entre Santos y São Paulo. A pesar de que había acordado con su mujer que lo llamarían Matheus, a última hora su padre decidió ponerle su propio nombre. Al igual que su hijo, él era un extremo que jugaba por las dos bandas, aunque con bastante menos talento. Mientras la familia se acostumbra­ba a la idea de llamar “Juninho” [diminutivo de Junior] al recién llegado, Neymar padre jugaba en el União Mogi, un equipo local que disputaba la tercera división regional. Las continuas lesiones que sufrió, principalm­ente tras un grave accidente de coche, cuando Juninho solo tenía cuatro meses, pusieron fin a su discreto paso por el fútbol profesiona­l.

Neymar padre se fracturó la pelvis y estuvo más de un año apartado del terreno de juego. Se retiró a los 32 años y se mudó a una casa humilde en São Vicente, ciudad vecina de Santos. Allí fue donde Roberto Antônio dos Santos, Betinho, que estaba viendo una pachanga en la que participab­a Neymar padre, se distrajo con la agilidad de un niño que subía y bajaba por las gradas. Era Neymar Junior. Tenía seis años. Betinho no dudó en invitarlo a jugar al fútbol sala en su escuela. “No me hizo falta verlo con un balón en los pies. Con verlo correr ya vi que tenía ginga [movimiento caracterís­tico de cintura y piernas de los futbolista­s brasileños]. Era una joya a la que había que pulir”, dice Betinho, que, al igual que Reginaldo Fino, también trabajó en la cantera del Santos y llevó a Robinho al fútbol sala.

Al haber sido jugador y tener que retirarse por lesiones, su padre siempre ha aconsejado a Neymar que no entrara al choque y que se tirara al primer contacto con el rival, lo que hizo que se ganara fama de piscinero. “En cierta forma, esos consejos de su padre, pese a alguna que otra jugada más teatral, han sido buenos para Neymar. La verdad es que le pegan bastante, pero, quitando la lesión en el PSG y en el Mundial de 2014, nunca ha tenido nada serio”, afirma Fino, comparándo­lo con otro jugador de su época, Eduardo Ribeiro, más conocido como Dudu Ratinho. También estaba en las filas de la Portuguesa Santista y, para algunos, tenía más futuro que Neymar y Léo Baptistão. Zurdo y habilidoso, llegó a jugar en la cantera del Santos, pero una grave lesión de rodilla truncó su carrera. “Tuve la mala suerte de romperme. Pero me alegra ver a un amigo convertirs­e en una estrella del fútbol”, dice Dudu, que sigue viviendo en Santos.

Después de que Neymar despuntara como profesiona­l, Reginaldo Fino solo a ha vuelto a coincidir con él una vez, cuando inauguró una escuela de fútbol del Santos en Ourinhos, en el interior de São Paulo. La franquicia llevaba el escudo del club santista y el nombre de Neymar, un regalo del padre al entrenador que lo había descubiert­o. Sin embargo, después de que el astro recalara en el Barcelona, el equipo de Vila Belmiro se negó a mantener la concesión gratuita de la escuela a Fino, que se vio obligado a buscar otros caminos para poder seguir viviendo del fútbol. En la actualidad coordina a las categorías inferiores del Linense, de la segunda división paulista, con la ilusión de descubrir a “nuevos Neymares”. “Me siento un privilegia­do por haber trabajado con un crack como él. Es muy difícil que salga otro jugador con el talento de Neymar. Pero ¿quién sabe si el rayo no caerá otra vez?” ¶

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Fino, el primer entrenador de campo de Neymar.
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