TODAS LAS ESTRELLAS.
En la cita se dirime también el duelo entre los mejores solistas, todos reunidos en un campeonato sin grandes ausencias.
Las grandes figuras del momento no faltarán en Rusia, donde Neymar oposita al trono de Messi y CR.
Disputadas veinte ediciones desde que en 1930 se acunara el primer gran certamen del fútbol, en el tapete mundialista de 2018 se dirimirá una triple partida. Un reto socio-político para Rusia, un duelo de selecciones por el entorchado colectivo y, en paralelo, otro individual. En estos tiempos de divismos, el fútbol tanto precisa glorificar al equipo ganador como a su deidad.
De entrada, un examen planetario a la organización rusa, con Vladímir Putin en la primera línea de un escaparate planetario. Como gran amenaza, el inquietante cruce de caminos entre los ultras locales, guiados al tambor de paramilitares y nacionalistas extremos, y el hooliganismo forastero.
En lo deportivo, la historia respalda a Brasil y Alemania, con cinco y cuatro bingos. Respecto al duelo de solistas, Neymar y Griezmann parten como aspirantes a la pole de los indiscutibles Messi y Cristiano. En la cita no habrá grandes ausencias. Están los top.
En la primera baraja, los favoritos de toda la vida, en un campeonato que huele a habitación cerrada. Solo ocho selecciones se han entronizado –el 6,1% de los 77 participantes– y apenas otras cuatro han sido finalistas: Holanda, Hungría, República Checa y Suecia. Con la baja de Italia, en esta ocasión la lista de principales candidatos queda reducida. Y aún más si se tiene en cuenta que a Uruguay, el pulgarcito de los campeones con 3,5 millones de habitantes, ganador en 1930 y 1950, no se la vislumbra en la periferia del trono. Tampoco a Inglaterra, cuyo eco propagandístico siempre ha sido muy superior a la realidad: un brindis, casero, polémico y remoto (1966).
En la portada de aspirantes, Brasil, tras su monumental derrumbe de 2014 en su plaza, ha recuperado el paso tras una excelente fase de clasificación. Con Tite , un seleccionador sin mucha onda expansiva fuera de su tierra, ha dado con las teclas y puede repetir su éxito de Suecia 1958, el único trofeo suramericano en suelo europeo. Del rastro que deje el imprevisible Neymar dependerá el tránsito de la canarinha. Un equipo que esta vez por tener tiene hasta porteros: Alisson, Ederson.
Para Alemania, el último campeón, un reto mayúsculo. Solo Italia (34 y 38) y Brasil (58 y 62) han repetido. Sin una estrella totémica, Joachim Löw perfiló hace tiempo un grupo consistente. Un equipo capaz de refinarse con la pelota sin perder su vigor.
Frente a Brasil y Alemania, España, Francia y Messi a rebufo. La Roja ha dejado una gran huella en los dos años con Julen Lopetegui al frente. Domina varios registros sin haber perdido sus esencias, las de Iniesta, Silva, Busquets… Junto a ellos, pretorianos como Ramos y Piqué, y jugadores tan emergentes como Isco y Asensio. Francia, por su parte, ha dejado sombras en los últimos tiempos. Deschamps tiene más jugadores que equipo: una escuadra borrosa, poco seductora, pese a Griezmann, Mbappé, Pogba...
Y ante equipos como mucho mejor andamiaje, Argentina. O sea, Messi. A sus 31 años –los cumple el 24 de junio-, el azulgrana abandera a un pelotón que nunca ha sabido custodiar con éxito a La Pulga. Jorge Sampaoli, como todos sus predecesores, tiene tajo: dotar al genio del ecosistema necesario. La presión asfixiante sobre la nuez de Messi nada tiene que ver con la de Cristiano. El luso viaja más ligero de angustias. Portugal ya vuela como campeona de Europa y se contarían a dedo a quienes se vengan arriba y exijan este título a CR, por más que a sus 33 años esté ante su probable último embarque mundial.