SIN ITALIA NI HOLANDA.
Holanda, la fábrica de ideas, dejó de inventar, e Italia, la competidora por excelencia, dejó de luchar. El Mundial extrañará a ambas selecciones.
Dos clásicos de los mundiales, con aportaciones muy distintas, estarán ausentes en el campeonato.
La vieja Europa aguarda expectante una Copa del Mundo sin Holanda ni Italia. A las dos se las extrañará, referencias como han sido, versión de la bella y la bestia, la una como fábrica de ideas y la otra en calidad de competidora por excelencia, confundida por el cuarto título que conquistó en Alemania 2006. Ambas selecciones expresan la caída del oranje y del azzurro como colores de la Champions ante el blanco del Madrid: el último trofeo de los siete ganados por el Milan se remonta a 2007 y el tetracampeonato del Ajax tiene fecha de 1995. Igualmente lejanos quedan los éxitos del Feyenord (1970) y del PSV (1988) y los tres campeonatos ganados por el Inter (1964, 1965, 2010) y los dos de la Juve (1985 y 1996) después de ser finalista en 2017 y 2015.
Italia acostumbraba a ser un mal enemigo cuando no salía campeona, el rival por excelencia para chequear cualquier propuesta futbolística, un muro en el Mundial. Holanda, en cambio, siempre quedó eximida de la necesidad de ganar a cambio de renovar y expandir su magisterio después de ser considerada la campeona del torneo ganado por la anfitriona Alemania en 1974. El fútbol total de la naranja mecánica ha sido el punto de partida del juego de las mejores selecciones después que la oranje ya no tenga nada que enseñar; débil, triste y pasada de moda, endogámica porque siempre se remite a un club de viejos amigos, resumida en Robben, seguramente el menos holandés de sus futbolistas, nacido precisamente en la frontera con Alemania.
Holanda es un equipo lleno de defensas que desde hace tiempo contragolpea como ya se vio en Brasil 2014. Jugó como tantas selecciones con una zaga de tres centrales, nada que ver con el 4-3-3, y dejó su legado futbolístico en manos de Alemania, triunfadora después de inspirarse en España, ganadora en Sudáfrica 2010 precisamente ante la propia Holanda. El éxito español encumbró a los centrocampistas frente a la defensa y al ataque, un punto de inflexión en un torneo mitificado por el cuadrado mágico de Hungría o los cinco delanteros de Brasil en 1962 y 1970 después del dominio inicial de Uruguay y de la WM. Hoy, la referencia es el fútbol asociativo de dos selecciones muy hechas y bien estructuradas como España y Alemania.
Más natural en España y contracultural en Alemania, ambas han interiorizado un juego moderno, con muchos jugadores de toque por dentro, capaces de generar tantas llegadas que su suerte depende del acierto en el remate, circunstancia que abunda sobre la figura del 9. La alternativa es Brasil, que actúa de manera compacta y mecanizada con Tite. Los medios contienen para que resuelvan los puntas que lidera Neymar. Brasil funciona como una máquina de matar y su fiabilidad contrasta con la incertidumbre de la Argentina de Messi. La duda está en saber si un jugador será más determinante que selecciones contrastadas, emergentes o innovadoras, la mayoría muy versátiles tácticamente después de que Holanda dejara de inventar e Italia de competir.