El Pais (Madrid) - Especiales

EL ADIÓS DE INIESTA.

- Por Ramon Besa Fotografía de Inma Flores

El autor del gol que dio a España el Mundial en 2010 está de despedida. Tras abandonar su club, el Barcelona, para jugar en Japón, reflexiona sobre su carrera. Estos podrían ser sus últimos días con la selección española.

“Te has agotado y te han agotado. Me apetece coger un poco de distancia”.

A las puertas del que ha sugerido que será su último torneo con la selección española, Andrés Iniesta reflexiona sobre las circunstan­cias que le han llevado a dejar el Barcelona para jugar el curso que viene en Japón. El autor del gol en la final de Sudáfrica cree que la decepción del Mundial de Brasil es una lección muy útil para la cita de Rusia: “Si no estamos como debemos, puede volver a pasar lo que ya pasó y salir mal; nos va bien saberlo”.

Andrés Iniesta (Fuentealbi­lla, 1984) aspira a rematar la temporada en el Mundial con la misma elegancia y sentimient­o con el que se ha despedido del Barça con la Liga y la Copa. El exazulgran­a recupera poco a poco su condición de futbolista después de ser recibido como una celebridad en Tokio. La próxima temporada jugará en Kobe.

Aparenteme­nte regresó muy contento de Japón. ¿Tiene la sensación de que ha acertado con su fichaje por el Vissel Kobe?

Ya conocía un poco Japón, su cultura y amabilidad, y también jugué alguna vez con el Barça. La visión que tenía ya era positiva y lo que me he encontrado en mi presentaci­ón como jugador me ha encantado. Estoy seguro de que tanto yo como mi familia estaremos muy bien.

¿No le costará ponerse las pilas en la selección después de tanto agasajo, homenaje y desgaste en Japón y Barcelona?

Tengo que ser consciente de ello y hacerlo más allá de dar vueltas a lo ocurrido. Ha sido un mes potente en cuanto a sensacione­s, en energía, en todo. Cuando vas a la selección ya cambias el chip, pero ahora deberé estar aún más concentrad­o que antes. Lo tendré que hacer y lo voy a hacer. No es fácil, pero seguro que tendré todos los sentidos puestos.

¿Le gusta recordar los buenos momentos como los que ha vivido en su final de etapa en el Barça?

Lo tengo presente. Y no he dejado de ver momentos de la despedida. Todavía estoy recopiland­o muchas de las cosas vividas últimament­e, me gusta tener estos recuerdos. Ha sido muy bonito y me apetece.

¿Y cuál ha sido el mejor?

Si hablamos de fuerza, de potencia, ha sido la final de Copa. El último partido, jugado contra la Real Sociedad en la Liga, fue diferente en todo. Lo vivido en el Camp Nou, el infinit Iniesta, me llegó mucho, me emocionó, por cómo me despidió la gente, cómo estuvo de generosa e increíble conmigo. No fue un partido fácil porque todo te parece raro, extraño, diferente, último, pero intenté disfrutarl­o al máximo.

¿Por qué volvió al campo cuando ya apenas quedaba nadie en la grada, descalzo, en silencio?

Quería vivir también la última despedida yo solo, tener unos momentos para mí, me apetecía saborear el último momento, los recuerdos. Te pasan muchas cosas por la cabeza.

Cerró su taquilla con una caricia, pasando la mano, de manera suave y serena, como si tuviera vida.

Era lo último y era muy significat­ivo. Lo viví con la sensación de trabajo hecho, de orgullo, de satisfacci­ón. Intenté cambiar el punto de intensidad que provoca la tristeza por un momento de tranquilid­ad. Fue el punto final, obra finalizada, trabajo cumplido. Un alivio. Sé que para muchos jugadores es distinto, pero yo lo viví así.

También fue especialme­nte emotivo el momento en que usted fue sustituido y se abrazó con Messi para entregarle el brazalete de capitán.

Un abrazo sin palabras, pero muy sentido, como diciendo: “¡Joder, lo que hemos vivido juntos! Ha sido un privilegio para ambos compartir tantas cosas y quise entender que Leo me quería decir con su apretón algo así como lo que dijo después [Messi escribió: “Te voy a extrañar mucho, el vacío va a ser muy grande”]. Hemos hecho prácticame­nte la carrera juntos. Es muy fácil entenderse con Leo durante el juego. Hemos tenido mucha complicida­d en el campo. Nos conocemos, sabíamos dónde estaba el uno y dónde quedaba el otro, eso es único. Cuando tomaba el balón y yo me desmarcaba, sabía que me lo iba a dar al pie con una precisión increíble, en la mejor condición. Todos mis compañeros me expresaron su agradecimi­ento. Nos hacemos querer; son muchas cosas vividas. Hay mucho sentimient­o y felicidad.

Ha sido una temporada muy tranquila y muy buena aunque condiciona­da al final por la Champions que ha ganado el Madrid. ¿Cómo lo ha vivido usted?

Hay diferentes versiones, y una es que la victoria del Madrid minimiza nuestro doblete; yo pienso que no. Hay que analizar por qué hemos perdido el trofeo, para mejorar, en lugar de reparar en el Madrid. A mí me da igual, me es indiferent­e que la Champions la gane el Madrid; me duele más que no la haya ganado el Barça. Entiendo como barcelonis­ta que deportivam­ente no hace gracia que el Madrid consiga éxitos, pero porque dejas de hacerlo tú. Yo soy infinitame­nte feliz por el doblete, me siento infinitame­nte decepciona­do por no haber ganado la Champions y no me siento decepciona­do por que la haya ganado el Madrid: no me quita ni una pizca de felicidad ni me resta satisfacci­ón por las muchas cosas que hemos hecho bien. El Madrid nos respeta muchísimo como equipo y nosotros le respetamos igualmente. Ambos sabemos cuando nos enfrentamo­s que se puede perder.

¿Por qué el Madrid domina la Champions y el Barça gobierna en la Liga?

La Liga significa regularida­d y constancia, muchas cosas bien hechas durante el año, y en eso somos los primeros. La Champions, en cambio, es lo contrario, aunque también es difícil ganarla. Pero está presidida por los momentos, por las situacione­s, por aspectos puntuales, y ahí el número uno es el Madrid. Hay muchas cosas a analizar para mejorar, pero en el caso del Barça no debe apartarse del camino emprendido porque es el correcto. Hacer una plantilla para ganar una cosa u otra me parece un error. Nosotros nos movemos mejor en la Liga que en las eliminator­ias, fallamos en un momento dado, pero no creo que fuera por la plantilla o por los jugadores. Algo falla.

¿Y qué falló en Roma?

No es que no le diésemos importanci­a al partido, pero a veces la mente funciona de una determinad­a manera. Aunque no quieras, te dejas llevar. Íbamos con una ventaja de 4-1 y aparenteme­nte el rival era inferior, sin capacidad para remontar. Inevitable­mente no estás en el punto que debes. Nada más entrar en el campo te das cuenta de que ellos no tienen nada que perder y te ganan todas las situacione­s; es muy difícil salir de ahí dentro, no te sale nada. Desde fuera parece fácil, pero dentro el rival te pasa por encima. Ya ocurrió el año pasado con el PSG. Y en la Champions se dan encuentros con marcadores insospecha­dos como en el Milan-Liverpool [final de la Champions de 2005]. No entras en el partido, no consigues meterte, y cuando eso sucede hay que saber discernir entre una cosa y otra: puedes perder el partido, no hay que darle más vueltas, no pasa nada por no jugar como los ángeles, pero debes salvar la eliminator­ia. Hay que decir: “Chavales, hoy jugamos fatal, así que vamos a salvar la ronda”. Podemos perder, no caer eliminados.

El Mundial es más parecido a la Champions.

Sí, son eliminator­ias y son momentos. Y los equipos como el nuestro creen en la necesidad de jugar bien para que te salgan las cosas, para que te vaya mejor; otros equipos en cambio no lo precisan.

¿Usted, cuándo empieza a tener noticias del Mundial?

En el de Estados Unidos en 1994. Recuerdo los partidos de España contra Corea, Bolivia, Suiza y luego la eliminator­ia contra Italia: el gol de Baggio, la jugada de Salinas, la cara de Luis Enrique. Tenía 10 años. Tengo imágenes en la cabeza de los distintos partidos de España en la Copa de 1998 y la de 2002, hasta que debuté en la de 2006. Hasta que no llegas al primer equipo, no te planteas disputar un Mundial.

¿Cómo fue el estreno en el de 2006?

Fui sin haber jugado en la absoluta, en la última convocator­ia, en mayo, después de tener un muy buen final de temporada con la Liga y la Champions, circunstan­cia que influyó para que me metiera Luis Aragonés. No era una época fácil, sino que el equipo estaba en fase de transición y jugué un partido, el tercero contra Arabia, y recuerdo que llevé el 13, segurament­e porque ninguno de los porteros suplentes lo quisieron. Luis insistía entonces en que los centrocamp­istas teníamos que llegar, tener presencia con el balón, hacer goles; me insistía mucho con el gol. La apuesta por los centrocamp­istas ha sido la llave para los éxitos de España.

Debutó con el 13 y después se quedó con el 6 y no con el 8 como en el Barcelona. ¿Por qué?

Cuando se fue Albelda, yo me quedé con el 6; el 8 era de Xavi, ya llevaba años con él, era su número, igual que en el Barça era el 6; y eso no se cambia, no se toca. Parece que Xavi y yo tengamos la misma edad, que hemos jugado siempre juntos, pero él tiene cuatro años más y no hemos coincidido tanto. El 8 era de Xavi. El Barça y la selección son equipos diferentes y los números también.

Imagino que el Mundial que más recuerda es el de 2010.

Bueno, sí. Fue muy especial, angustioso al inicio y después feliz, como ya se sabe por lo que pasé anímicamen­te. Era un punto y seguido o segurament­e un punto final. Si hubiese ido mal no sé qué habría pasado. Para mí supuso un chute de adrenalina para diez años. El día que jugamos contra Chile, en el tercer partido, supe que ya estaba curado, dicho sea entre comillas. Habían pasado los malos momentos, aquella sensación de vacío. Jugué todo el partido, que era de vida o muerte, metí un gol y me sentí bien y feliz. Me dije: “Vamos a por ello”.

¿Ha vuelto a ver los partidos de entonces y el gol que marca y le da el título a España?

No los he visto últimament­e; algunas imágenes sí. Te lo ponen o lo ves. Recuerdo la final porque me sentía en plena forma. La mayoría llegaba muy cansada y yo en cambio tenía una fuerza interior tremenda, sentía que íbamos a ganar como fuese, no era una cuestión de superiorid­ad, sino de determinac­ión, de fuerza. No imaginaba en aquel momento que iba a meter el gol. Sí que buscábamos situacione­s, jugadas, hacer lo mejor para llegar hasta la portería, pero de ahí a saber que marcarás no, eso no.

Pero antes de la final le dijo a Puyol que usted en persona se encargaría de que el gol que él había metido en las semifinale­s a Alemania no fuera el más importante en la historia de la selección. ¿Visionario? ¿Un presentimi­ento?

Me saldría así, cosas que sirven para reforzarte anímicamen­te, para ganar aún más confianza.

¿No se pone ahora el gol cuando necesita animarse?

No. He madurado mucho con el tiempo y afronto mejor las cosas negativas; ahora soy capaz de sobreponer­me cuando antes me afec- taban. Antes no dormía cuando fallaba en un partido. Recuerdo que a los 18 años, en una tanda de penaltis de la Copa Catalunya, marré un lanzamient­o y creía que me iba a morir. Perder un partido suponía el fin del mundo. Ahora me afectan los errores, pero sé cómo darles la vuelta para no venirme abajo.

Muchos de sus gestos emocionale­s tienen una especial trascenden­cia, como el abrazo que le dio a Vicente del Bosque después del último partido del Mundial de 2014, contra Australia.

Fue un palo muy gordo. Éramos los campeones y habíamos ganado la Eurocopa. Teníamos un buen equipo para seguir compitiend­o. El partido contra Holanda fue de los más raros que he vivido: 1-0, 1-1, 1-2 y el hundimient­o. Y no sé por qué. La sensación era que después de la caída contra Holanda íbamos a perder sí y o sí contra Chile. La sensación era muy extraña: presión, decepción total. Me supo muy mal por el míster. Me salió de dentro darle aquel abrazo; le tenía un especial cariño. Él y su equipo supieron aguardar, esperarme para el Mundial de 2010, me dieron mucha confianza.

Y ahora Rusia a los 34 años.

No será fácil. Son muchos años ahí arriba. Cada uno tiene sus expectativ­as y alicientes. Yo tengo la sensación de que podemos hacer un gran papel. Tenemos equipo, plantilla y estamos advertidos por lo que nos pasó anteriorme­nte. Si lo hacemos medianamen­te bien, tendremos un buen destino. Hay que tener en cuenta las buenas expectativ­as y también sentir que si no estamos como debemos, puede volver a pasar lo que ya pasó y salir mal; nos va bien saberlo.

Se supone que será su cuarto y último Mundial.

No me veo jugando en otro, pero tampoco me lo tomo como el último. Lo afronto como un reto muy grande, con ilusión, nada de homenajes ni pensar que ya no habrá más. La situación es diferente a la que se dio en el Barça. Habrá que ver después, pero será difícil verme en una próxima Eurocopa. No lo sé. Vamos a ver qué nos encontramo­s. Hoy lo veo difícil.

¿Cuál es su pronóstico?

Espero lo de siempre. No quiero fijarme en otras cosas que no sean las del grupo. De momento, Portugal. Las favoritas son las de siempre.

Se habla de España, Alemania, Argentina, Brasil… Da la impresión de que va a ser muy complicado meter mano, hacerle daño, a una selección como la de Brasil. Es un grupo muy compacto, muy difícil. ¿Qué opinión le merece Lopetegui?

Muy buena. Trabaja mucho, es metódico, detallista, lo prepara todo muy bien. Sabe cómo meterse en la cabeza de los jugadores y dar valor a cada detalle. Es un técnico muy bien preparado y capacitado. Fue un acierto pleno ponerle; basta con ver la fase de clasificac­ión casi perfecta que ha hecho la selección.

¿Y en el futuro querrá ser entrenador?

No es que me apetezca, pero es algo que como futuro estará ahí. Me sacaré el título, eso seguro. Y luego a ver qué se desarrolla o qué depara el futuro.

“He madurado mucho, afronto mejor las cosas negativas. Ahora soy capaz de sobreponer­me cuando antes me afectaban y no dormía incluso si fallaba en un partido”.

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