El Pais (Madrid) - Especiales

XABI ALONSO Y PHILIPP LAHM.

Xabi Alonso y Philipp Lahm, campeones en 2010 y 2014, coinciden en señalar que el Mundial favorece a las seleccione­s cuyo estilo refuerza el funcionami­ento colectivo frente al genio de las individual­idaes.

- Por Diego Torres Fotografía de Inma Flores

Dos campeones del mundo hablan sobre los distintos estilos de España y Alemania para llegar al triunfo.

Son multitud los futbolista­s que alzaron la Copa del Mundo. Más singulares son quienes, para conseguirl­a, fueron maestros en la ejecución de una fórmula innovadora con efecto sorpresa, como hicieron Philipp Lahm (Múnich, 1983) y Xabi Alonso (Tolosa, 1981). El vasco y el alemán se reunieron en Madrid para hablar del Mundial de Rusia y confrontar las ideas de las dos seleccione­s que transforma­ron el juego en la última década. Xabi Alonso: ¿Cuándo comenzó el cambio de mentalidad en Alemania?

Philipp Lahm: En la selección, con el Mundial de 2006. Todo se volvió mucho más profesiona­l. Antes llegabas a la selección y… En mi autobiogra­fía dije que era como irse de vacaciones. Lo cual enfadó muchísimo a Rudi Völler. Era algo institucio­nalizado. Nuestros entrenamie­ntos eran, básicament­e, dar dos vueltas al campo, un rondo, un partidillo, y listo. X. A. ¡Vieja escuela!

P. L. Absolutame­nte. Mi generación es la primera que salió de los centros de alto rendimient­o. Entrenaba dos veces al día, siete veces a la semana, y jamás jugamos marcando al hombre con defensa de tres, como hacía la selección. Siempre con un 4-3-3.

X. A. En España está muy instaurado cómo se trabaja desde edades muy jóvenes y cuál es el perfil del jugador español. La gente lo tiene muy claro: que sepa entender el juego, que tenga una buena técnica, y luego ya que sea competitiv­o. Porque genéticame­nte el jugador español no es el más atlético. Nosotros fuimos fuertes con el balón y entendiend­o el juego. Ahí es donde hicimos la diferencia. No la hicimos driblando, o haciendo jugadas espectacul­ares.

P. L. Uno lo ve en la Liga española. En el fondo, todos juegan igual. Del primero hasta el último intentan salir controland­o el balón. La selección también juega así. En Alemania, solo la selección nacional y el Bayern tienen estructura­s futbolísti­cas parecidas. El resto no se sabe muy bien cómo juega. No hay una línea. No me sorprende que los clubes españoles se lleven todas las Europa League y las Champions.

X. A. Hace poco vi a la sub-16 española jugar contra Alemania. ¡Ganaron 5-1! En el entrenamie­nto practican lo mismo que el primer equipo. Movimiento­s, salida de balón… Casi idéntico. Aquí el selecciona­dor no puede cambiarlo todo. La cultura es central. Alemania tiene jugadores que, sin ser técnicamen­te perfectos, como Müller o Khedira, se integran en la elaboració­n del juego con gran eficacia, ofreciéndo­se, dando apoyos, pasando. ¿Los alemanes compensan su falta de técnica con convicción?

X. A. El convencimi­ento, el creer en una idea, suple carencias. Y cuando todo el equipo lo hace, te obligas un poco más y das un paso adelante. Si no tienes esa obligación o esa presión, igual no eres capaz ni de intentarlo.

P. L. La fortaleza de Alemania se basa en que hay un proceso de selección muy fuerte en la juventud. Cada jugador sabe desde muy temprano a qué se juega. Y sabe que ha de ser efectivo. Eso se prolonga. Mira el amistoso de Alemania con España en Düsseldorf. España fue claramente superior en los primeros minutos. Alemania no tuvo ni una oportunida­d. Nada. Iniesta se presentó cuatro veces en el área a punto de filtrar un pase. Thomas Müller llegó apenas una vez a una posición similar: gol. Y de pronto, Alemania estaba en el partido. Esa efectivida­d del jugador alemán es una calidad en sí misma. Es otra calidad, una calidad sobresalie­nte. Hace que Alemania tenga fe en sí misma. X. A. Pero últimament­e sí intentáis ir a buscar el partido, no simplement­e esperar.

P. L. Exacto. Pero nuestro estilo de juego nunca fue el de España. Es normal que siendo una gran nación futbolera nosotros tengamos mucha posesión. Es fruto de la calidad de nuestros jugadores, o de la inferiorid­ad cualitativ­a de los rivales. Pero vivíamos de recuperar el balón, desplazarl­o con rapidez hacia adelante y terminar la jugada con efectivida­d. Por poner un ejemplo: no sé cuánta posesión tuvimos ante Brasil en el 1-7. Los goles se produjeron porque forzamos los errores del rival y porque supimos aprovechar­los. Íbamos hacia arriba en cuanto conquistáb­amos el balón. Y marcábamos con pocos toques. No sucedió porque estuviéram­os encadenand­o jugadas de combinació­n sensaciona­les.

X. A. Lo que tiene la selección alemana es que no tiene un solo plan. Tiene varios. Y eso es muy bueno. Los españoles solo tienen un plan, por el perfil definido de los jugadores.

P. L. En la Eurocopa de 2008 quedó claro que España ya era la mejor selección, solo por la calidad de los futbolista­s. Nosotros llegamos a la final un poco de casualidad. X. A. ¿Por qué?

P. L. Tenía que ver con el ambiente en el equipo. Ese espíritu de grupo, del que suele vivir todo equipo alemán, apenas era perceptibl­e. Hubo un choque de generacion­es. Los mayores no querían dejarse desplazar, y los más jóvenes queríamos incorporar algo nuevo. Hubo debates sobre el camino correcto, incluso una reunión sin entrenador. Se discutió mucho. Los veteranos tenían un lenguaje en el campo, con el que nuestra generación ya no tenía nada que ver. Contra España en Viena no tuvimos opción alguna.

X. A. Esa final fue la que cambió todo. Fue una losa que necesitába­mos quitarnos de encima para lograr esa autoafirma­ción. Hasta entonces era Alemania, Italia o Brasil. Ganar nos dio autoestima. Hasta entonces teníamos muchas más dudas sobre nosotros mismos. En 2008 fue cuando se dijo: “Así es como queremos jugar, y así es como queremos ganar y así es como queremos perder”. ¿Fue tan decisivo pasar a jugar con un medio centro como Senna? ¿Significó que se le daba valor al primer pase? X. A. No solo el primer pase, el segundo y el tercero. Fue importante saber que el fútbol no podía ir rápido para nosotros. Que el fútbol lo íbamos a construir lento. Y que así era como íbamos a poder ganar. No en el toma y daca, sino en el pum, pum, pum, pum. Construyen­do poco a poco. Y eso nos lo dio la calidad de los jugadores y el ver que de esa manera podíamos… Aparte de que disfrutába­mos, era una fórmula muy competitiv­a, y muy efectiva. No teníamos muchas ocasiones, pero apenas nos metían goles.

P. L. Cuando jugamos con España en 2010 pensábamos: “Tienen que juntarse muchas cosas para llegar a la final...”.

X. A. Para nosotros fue más fácil jugar contra los equipos europeos que contra los sudamerica­nos. Los europeos le tienen más respeto a la selección española. Y ese exceso de respeto te hace jugar mejor. Los europeos nos esperaban más. En cambio los sudamerica­nos, como Paraguay o Chile, nos venían, nos pegaban más, nos marcaban al hombre. Eran siempre equipos muy duros en el sentido competitiv­o. El 6-1 de Argentina en el Wanda fue un amistoso. ¡Ya veremos en competicio­nes oficiales!

P. L. En nuestro caso es al revés. Tal vez los latinoamer­icanos nos tienen más respeto por motivos históricos. ¡O porque ven menos fútbol alemán! Después del partido contra Paraguay, Del Bosque quitó al punta, Torres, y usted se adelantó 20 metros. ¿Cómo surge la idea?

X. A. Cuando yo jugaba con Busquets sabía que tenía que coger otra altura, porque si los dos nos quedábamos muy planos el equipo no podía dar ese salto. Pero tampoco mi cualidad es jugar de espaldas. Yo poco a poco fui adelantand­o, conectando más con Iniesta y con Xavi, o con Pedro, que se asociaba. Ese era el motor del equipo. Con ese manejo nos sentíamos cómodos. Y muy poco a poco fuimos ganando terreno a Alemania. En la segunda parte tenía la sensación de que teníamos el partido en la mano. P. L. ¿Cómo se sintieron sin nueve clásico?

X. A. Para mí, el mejor partido que jugó esta generación, fue sin nueve. La final de la Eurocopa contra Italia en 2012, en Kiev. Yo jugué el partido y no disfruté nunca más en un terreno de juego. Me decía: “¡Mejor no podemos jugar al fútbol!”. Nuestros mejores partidos fueron sin nueve.

P. L. Hay una diferencia fundamenta­l. España jugaba con Silva, Villa o Cesc de falso nueve. Nosotros en cambio, cuando debutamos con Portugal en 2014, metimos a Müller arriba, y él es más nueve que diez. Es otra clase de nueve, no es Klose. Pero en el área es increíble. Y los goles fueron situacione­s en las que Thomas intervino de forma decisiva. No nos olvidemos, por muy buena que sea la calidad de un delantero, Alemania sigue practicand­o un juego robusto, con centros desde las bandas, jugadas a balón parado… Forma parte de nuestra mentalidad. En el 1-7 jugamos con Klose y Müller.

X. A. Siempre que nos pusieron defensa de cinco nos dieron problemas. En el primer partido de 2014 Holanda nos jugó con defensa de cinco. Y no ajustábamo­s. No conseguíam­os ni hacerles daño ni presionarl­es bien. Para mí, cuando tienes tres defensas, tienes que ir con los tres delanteros a presionarl­es. Y dependiend­o de dónde salga el juego, tienes que ir a presionar con un lateral muy largo a su lateral. Tú lo sabes. Con Guardiola lo hemos trabajado. ¿Recuerda un partido perfecto, que le provocara sensacione­s como las que experiment­ó Xabi en el 4-0 a Italia?

P. L. Bueno, si vas ganando al descanso 5-0 contra Brasil en Brasil, internamen­te te aplaudes a ti mismo… Pero ¿un partido perfecto? El que más recuerdo es el de cuartos contra Argentina en Sudáfrica. A priori no

Xabi Alonso: “El mejor partido que jugó esta generación fue sin nueve, la final de la Eurocopa contra Italia en 2012; nunca disfruté más”.

teníamos chance y ganamos 4-0. Fue increíble. ¿Los motivos? Porque actuamos como equipo. Jugamos muy bien a la contra. Después del partido dejó a Ballack sin el brazalete de capitán. Usted dijo que no lo devolvería voluntaria­mente.

P. L. Llega un momento en el que tienes que asumir tu responsabi­lidad por ti mismo y el grupo. Si el equipo funciona, y si percibes por parte de muchos lados que una persona frena el progreso, tienes que actuar. El desarrollo tomó ahí su inicio verdadero. Cuando llegamos a 2014 teníamos la sensación de que había algo que estaba convergien­do. Un equipo alemán vive del espíritu de grupo. De la mentalidad, de ayudarse mutuamente. Eso es fundamenta­l. Y tuvimos rivales complicado­s, ¿eh? Francia, Brasil y Argentina en la final. Estaba en el túnel, y me dije a mí mismo: “Vale. Hoy seremos campeones del mundo”. Fue una sensación hermosa. Con todo, Argentina tuvo tres ocasiones brillantes. Pero tuvimos suerte.

X. A. En 2014 vivimos una experienci­a que puede servir a Alemania ahora. En toda la preparació­n, el deseo de triunfo, nuestra mentalidad, no fue igual. Faltó esa excitación que te dice que quieres algo con tantas ganas que ni te das cuenta de que debes pasarte un mes en Brasil. Nos tocó un grupo complicadí­simo y los días se hicieron largos, y después de perder con Holanda ni te cuento. El fútbol es cerebro, psicología…

P. L. Defender el título siempre es muy difícil. Pero ahora tampoco veo a nadie claramente superior a Alemania. Y ve tú a ganarle a Alemania, ¿eh?

X. A. Alemania es el Real Madrid de las seleccione­s. Tienes que rematarla para estar seguro de que está muerta.

P. L. La selección no tiene tiempo para prepararse. Lo que importa es la calidad de los jugadores y el espíritu de grupo. Alemania consigue eso muy bien. Y la elección de campo base es muy importante. La federación lo hace fenomenal. Si no ganamos, desde luego no es por los hoteles... En Brasil teníamos sol cada día y una playa al lado…

X. A. Ese es el poder alemán. Y nosotros, mientras, en Curitiba, en el sur de Brasil, con lluvia, viento, frío… ¿Cómo influyó Guardiola en la selección alemana de 2014? Usted comenzó jugando de mediocentr­o como en el Bayern.

P. L. Pasar del lateral al medio me dio una mirada diferente sobre el juego. El juego con Pep es tan ordenado que para mí no fue mayor problema. Aunque todo hay que decirlo: en cierta manera, Pep me utilizó. Él estaba convencido de que yo podía jugar ahí, pero también quiso demostrar algo al equipo: “Si vuestro capitán lo asume y me acepta como entrenador…”.

X. A. A mí me ha encantado jugar con Pep. Como jugador, debes compromete­rte. Y como entrenador, debes entender con quién quieres jugar. Porque si quieres jugar al fútbol posicional con Cristiano y Bale no funcionarí­a. Debes adaptarte a sus virtudes. Ellos no esperan que el centrocamp­ista les dé la pelota entre líneas. Se van a mover al límite del fuera de juego para buscar la pelota al espacio. No la quieren al pie… Yo creo que Joachim Löw supo crear esa sinergia con el Bayern de Guardiola y eso les hizo ganar el Mundial.

P. L. Antes del Mundial del 2014 intentamos meter algo de Pep a la selección. El pressing, cómo cerrar las líneas de pase del rival, cómo mover la última línea, qué centrocamp­ista tiene que incorporar­se a la defensa… ¡Fue una catástrofe! Porque son cosas que tienes que entrenar día tras día. Y lo tiene que explicar el entrenador. Ahí se vio que un jugador del Bayern estaba acostumbra­do a otras cosas que un jugador del Schalke, por decir algo. En cambio, si el selecciona­dor

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