El Pais (Madrid) - Especiales

TRES EUROPEAS.

El selecciona­dor alemán aspira a repetir la hazaña que solo lograron Italia hace 70 años y Brasil hace 56: coronarse en dos Mundiales consecutiv­os.

- Por Javier Cáceres

Alemania intentará defender el trono; Inglaterra y Francia, arrebatárs­elo.

En la política como en el fútbol, Alemania es hoy la apuesta por la continuida­d en estado puro. La canciller Angela Merkel lleva desde 2005 en el poder; Joachim Löw, el selecciona­dor alemán que se convirtió en santo y seña de toda una revolución futbolísti­ca que desembocó en la conquista del título en Brasil 2014, lleva en el cargo desde 2006. No se sabe qué pasará con Merkel, pero Löw (Schönau, 1960) se perpetuará. No sólo ha rechazado suculentas ofertas de los clubes más rutilantes de Europa: en vísperas de Rusia 2018, renovó hasta 2022, a pesar de tener contrato hasta 2020. Lo cual demuestra hasta qué punto el hombre de la Selva Negra se siente en su salsa. Ahora afronta el reto de convertir un sueño que jamás estuvo al alcance de Alemania en realidad: defender un cetro mundial y repetir una hazaña que solo han logrado dos países: Italia en 1934 y 1938 y Brasil en 1958 y 1962. “Tenemos la ambición, la motivación y la entrega para volver a traer la Copa a Alemania”, dijo. Los precedente­s invitan al pesimismo. Tras el “Milagro de Berna” de 1954, Alemania cayó en Suecia 1958 ante la selección anfitriona; tras someter a la Holanda de Johan Cruyff en 1974, sufrió en Argentina 1978 aquella cacareada “vergüenza de Córdoba” de perder con Austria. Y en EE UU 1994 quedó eliminada por la Bulgaria de Stoichkov, Balakov y Letchkov.

El estado de tranquilid­ad con el que Alemania encara la expedición a Rusia no sólo se basa en Löw. Sino también, y sobre todo, en el verano de 2017. Por aquellas fechas, el equipo A estaba virtualmen­te clasificad­o para Rusia –al final lo logró con diez victorias sobre diez posibles–, y el equipo B ganaba la Copa Confederac­iones 2017 con el joven y prometedor Timo Werner (RB Leipzig) de figura y goleador. Paralelame­nte, el Sub-21 se hacía con la Eurocopa. Para Löw, era el reflejo de un caladero de una abundancia sin precedente­s: podía elegir entre 50 jugadores de contrastad­a calidad y competitiv­idad. A partir de ahí, impuso una meritocrac­ia pura y dura, y no le tembló la mano a la hora de decretar cortes asombrosam­ente crueles. Se cayeron de la lista nada menos que André Schürrle y Mario Götze, el asistente y el autor, respectiva­mente, del gol que le dio a Alemania el triunfo en la final de Brasil 2014 contra Argentina. Con la ausencia de Götze, se prolongaba la extraña maldición de los jugadores que sufre quien le diera un triunfo mundial a Alemania. Helmut Rahn acabó alcohólico de tanto narrar en las cervecería­s de la Cuenca del Ruhr su famoso gol contra la Hungría de Puskas en la final de Berna 54. Indignado por el hecho de que la federación no admitió a las parejas de los jugadores al festejo del título de 1974, Gerd Müller renunció a la Mannschaft y acabó atrapado por tragos de alta graduación. Andreas Brehme, que asumió la responsabi­lidad de lanzar el penalti contra Argentina en la final de Italia 90 después de que se escondiera Lothar Matthäus, tuvo que reconstrui­r su vida tras caer en la bancarrota. Y Götze no volvió a exprimir nunca más su bendito talento, después de responder con el gol de la victoria contra Argentina a la mítica arenga que le espetó Löw cuando le hizo entrar en la prórroga de la final de 2014: “¡Muéstrale al mundo que eres mejor que Messi!”.

Visto su rendimient­o en la Bundesliga, la ausencia de Götze no generó ruido en Alemania. Löw puede hacer y deshacer a su antojo. Más que polémicas, hubo anécdotas en vísperas del Mundial: La primera giró en torno al delantero Sandro Wagner (Bayern) que, tras ser descartado, acusó a Löw de preferir a jugadores dóciles. Los exabruptos wagneriano­s sólo sirvieron para constatar que a Löw sí le puede hervir la sangre: Vino a decir que calificar de “dóciles” a jugadores como Mats Hummels, Jerome Boateng o Toni Kroos, que llevan años vertebrand­o la selección, equivalía a “tratarlos como idiotas”. La segunda polvareda la levantaron Ilkay Gündogan (Manchester City) y Mesut Özil (FC Arsenal). Se hicieron una foto con el presidente turco Erdogan, lo que levantó ampollas en la ultraderec­ha alemana, que les acusó de no sentir los colores de la RFA. Özil y Gündogan pidieron perdón al mismísimo jefe de Estado, Frank-Walter Steinmeier.

Pero aparte eso, ni dudas ni problemas. Alemania asumió que tendrá que instalarse en las afueras de Moscú, cuando hubiera preferido hacerlo en la más placentera Sochi: no encontró un centro de entrenamie­nto que cumpliera las exigencias de perfección propias de la federación. Löw tiene un once titular bastante perfilado, capaz de alternar sistemas, por mucho que el preferido y más utilizado desde 2014 siga siendo el 4-2-3-1. Tan tranquila se siente Alemania que ni siquiera inquieta el estado de forma del portero Manuel Neuer tras ocho meses de baja. Porque si Neuer volviera a recaer de su fractura del metartasia­no del pie izquierdo (se lo ha roto cuatro veces desde 2008), la portería quedaría en manos de Marc-André ter Stegen, del Barcelona. Toda una garantía.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain