La ruta del mezcal en Madrid
Está de moda y degustarlo tiene su propio ritual. Elaborado a partir de diferentes variedades de agave, se bebe solo o combinado. Cuatro coctelerías madrileñas para descubrir este licor puramente mexicano
01 La Catrina Cantina
Corredera Alta de San Pablo, 13 Todo un clásico de la noche del barrio de Malasaña, Caimán Montalbán abrió esta mezcalería hace 20 años. Su interés por el mezcal comenzó por su fascinación con El tesoro de Sierra Madre, libro de B. Traven publicado en 1927. Pero fue en La Casa del Mezcal de Oaxaca (México) donde comprendió el potencial de este licor, que no embota, sino que da energía, locuacidad y, dice, bebido solo ¡no da resaca! En el país mexicano también conoció a su socio, el director de cine Sebastián del Amo. Y una noche les surgió la idea de montar una cantina como las de antes, donde reencontrarse y platicar. Así que a su regreso a Madrid, en junio de 2000, inauguraron La Catrina, “casi arruinados, como los personajes de El tesoro de Sierra Madre”. “Por entonces, el barrio era mucho más punk de lo que es ahora, más destartalado, más bohemio y heterodoxo… Conseguir mezcal del bueno en esos tiempos era un imposible”, recuerda. Para Montalbán, “La Catrina, antes que mezcalería, es cantina: comida con recetario original y mestiza servida de manera informal; cócteles tipo frozen, donde el margarita con buen tequila es el más solicitado; cervezas muy frías y, por supuesto, tequilas, exclusivamente artesanales y a buen precio”.
02 Alambique
Calle de la Madera, 51 Sócrates Arceo, diseñador industrial, llegó a Madrid hace tres años para estudiar Comunicación Arquitectónica y solo un año después reformaba este local, decorado con palés reciclados que le dieron en una obra de San Bernardo a cambio, cómo no, de una botella de mezcal. “Viene gente muy interesante; como no tenemos música, todo el mundo platica y se hace amigo del de al lado”. Lo frecuentan desde actores hasta productores de cine porno. “Una vez vino un policía para ver de qué iba esto y acabó volviendo con su chica”, recuerda. Su preferido es el Cirial o Largo, un mezcal silvestre: “A diferencia del agave cultivado, tienen que ir a buscarlo al monte y traerlo a la ranchería. Eso lo hace más especial: tarda entre 14 y 20 años en cultivarse y son necesarios 50 agaves para un litro”. En Alambique enseña que primero hay que tomar unas gotas, soplar para degustar su sabor a humo y después ya beberlo a pocos. “Tómalo así para tenerle respeto o el mezcal te pierde el respeto a ti. Toda la energía que lleva la producción pasa a ti,”, dice Arceo.
En Punto MX tienen hasta 150 referencias de mezcal, y en Corazón Agavero hacen catas y cursos de coctelería