Si hay jazz, la vida tiene sentido. Y eso es The Big Easy, todos los días son una fiesta
El gran viaje
bes es interminable en esta noche de calor que nubla mi alma.
Ah, el atavismo, porque Nueva Orleans descansa sobre recuerdos de civilizaciones pasadas, sobre la esclavitud, sobre las herencias europeas y africanas, todo mezclado en esos tambores que tocan los chicos, medio desnudos, sudando. Los balcones abiertos de las casas de arquitectura colonial muestran grandes sofás que se calientan bajo el sol, con cojines de colores y plantas y flores en los enrejados, donde las celosías de las barandillas de hierro forjado acarician la mirada, o la perturban.
En medio de la calle Bourbon contemplo a una afroamericana con la tripa al aire, llena de extrañas cicatrices, que grita contra todo y se queja amargamente. Está colocada, muy colocada. La gente no le hace ni caso. Tampoco se entiende lo que dice. Es una salmodia llena de insultos. Veo una cadena de sex shops llamada Hustler, donde puedes comprar lencería sadomasoquista, consoladores y abundantes vídeos, muchos son vintage. Valen 13 dólares (11 euros). Hay un pack de 5 por 30 dólares (unos 26 euros). Son películas imposibles de encontrar en ningún sitio. Una septuagenaria se echa por encima lencería de cuero y se mira en el espejo. Corsés, medias, bragas. Su marido le sonríe. Alegra ver eso. Toco un par de consoladores, resultan confortables. La dependienta permanece indiferente, le da igual lo que hagan los clientes. Esa indiferencia que reina en los Hustler parece avanzar una época pos-sexual del mundo.
Un café con leche
Mi imaginación espacial diseña un mapa de Nueva Orleans. Hay dos grandes núcleos: por una parte, la calle Bourbon y las calles colindantes; y, por otra, las inmediaciones del Café du Monde, en la calle Decatur, hasta Jackson Square y el racimo de calles que fueron españolas. Eso es el corazón de la ciudad, esos son los lugares en los que quieres estar. Si te alejas de ellos es para hacer un poco de turismo serio y ver museos como el de la Segunda Guerra Mundial, pero te alejas de la vida. Si no te tomas un cafe au lait con beignets en el Café du Monde no has estado en Nueva Orleans. Los beignets son exquisitos buñuelos franceses que se sirven con abundante azúcar glasé. Te los dan siempre recién hechos. Vale la pena venir a Nueva Orleans desde cualquier ciudad de Estados Unidos solo para