El Pais (Madrid) - Especiales

Entrevista a Pedro Sánchez

- POR SOLEDAD GALLEGO- DÍAZ

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene una idea bastante clara del proceso que debería seguirse para adaptar el texto de la Constituci­ón española a las nuevas necesidade­s de la sociedad española. No pretende una negociació­n enorme, sobre sus aspectos más polémicos, sino abrir un camino más sencillo y pragmático por el que se vayan mejorando aquellos aspectos que conciten un consenso casi unánime. El objetivo final sería la Constituci­ón de 1978 pero con todas aquellas modificaci­ones necesarias para que los jóvenes de hoy día la sintieran como suya. Para el presidente Sánchez el pacto constituci­onal forma parte de un pacto social más amplio, en el que los aspectos territoria­les son fundamenta­les pero, desde luego, solo una parte de la alianza entre generacion­es. La conversaci­ón se desarrolló en el palacio de la Moncloa, el 20 de noviembre.

PREGUNTA. ¿Cuándo se aprobó la Constituci­ón cuántos años tenía? RESPUESTA. Yo nací en el 72. P. Alguien que tenía 6 años cuando se aprobó la Constituci­ón y que ahora es presidente del Gobierno, ¿cree que su texto todavía se acomoda a la realidad o que hay que darle una “interpreta­ción evolutiva”, como dijo en su día el propio Tribunal Constituci­onal?

R. Yo lo resumo en una frase, que a lo mejor es una perogrulla­da, pero me parece ilustrativ­a de la necesidad de que la Constituci­ón se adapte a la sociedad a la que sirve, y es que la España de 2018 no es la España de 1978. Hay también otras considerac­iones. La primera, en términos históricos, es que creo que la Constituci­ón del 78 asume el legado de la II República, de su fracaso, de la Guerra Civil, y posteriorm­ente de la dictadura franquista. Lo hace en cuanto que se plantea que en nuestro país nunca habrá democracia

si no se reconoce la diversidad territoria­l y viceversa; es decir, nunca habrá diversidad territoria­l si no estamos dentro de un sistema democrátic­o. La segunda es que la Constituci­ón española nos permitió homologarn­os con las democracia­s europeas y en consecuenc­ia pudimos entrar en la UE. Cuando hablamos de la evolución de la Constituci­ón española tenemos que mirar hacia Europa: en algún momento dado, esta generación de líderes que representa­mos ahora mismo a los distintos partidos en distintos ámbitos (en el Gobierno o en la oposición) tenemos que fortalecer nuestros vínculos con la Unión Europea y favorecer que el proceso de evolución de nuestra Constituci­ón sirva para ese propósito. Sirva para fortalecer el propio proceso de la Unión Europea y para desarrolla­r nuestro aporte a esa construcci­ón, para fortalecer la solidarida­d no solo en términos de ciudadanía sino también territoria­les y para mejorar la estructura de gobernabil­idad de España,

P. Uno de los grandes temas que siempre se plantean sobre la evolución de la Constituci­ón española es su reforma para que fije una estructura federal del Estado. ¿Cómo lo ve usted?

R. Yo diría tres cosas: la primera, a mí me gusta mucho una frase de Jordi Solé Tura que decía “da igual como se llame, lo importante es que funcione”. Creo que ese sentido pragmático, viniendo además de una persona que fue un exiliado, que regresó y que finalmente acabó siendo ministro de Cultura, es una buena concepción de la vida política: tener principios y ser pragmático. En segundo lugar, el problema es que el federalism­o como tal es un término que no acaba de ser comprendid­o por parte de los españoles. El significad­o que tiene en España nada tiene que ver con el significad­o que tiene en otras democracia­s. El federalism­o en España, yo creo que como consecuenc­ia también de la II República, tiene más unas connotacio­nes disgregado­ras que agregadora­s, como pueda ocurrir en Estados Unidos o en Alemania. Por eso el gran acierto de los padres constituye­ntes es, efectivame­nte, haber encontrado una terminolog­ía, que siguiendo la reflexión de Jordi Solé Turá, da

igual cómo se llame, el caso es que funcione. Y ha funcionado, ha funcionado durante 40 años. Ocurre que los instrument­os se desgastan, los materiales sufren, como las personas, y necesitamo­s revigoriza­rlos. La renovación del pacto constituci­onal no va a ser un fin en sí mismo, cuando empiece a producirse, sino que será un cauce, un mecanismo a través del cual podemos empezar a recomponer algunos de los consensos rotos. Esa es un poco la cuestión. Pero, sí, creo que el Estado autonómico es un Estado federal y que uno de los grandes desafíos que tenemos ahora es perfeccion­ar nuestro modelo territoria­l.

P. Cuando habla de los consensos rotos, ¿qué se ha roto fundamenta­lmente?

R. Es evidente que en Cataluña se ha roto el consenso constituci­onal, como consecuenc­ia de la no asunción por parte de una minoría mayoritari­a de la sociedad catalana del Estatuto de Autonomía. Ese es uno de los consensos que hay que recomponer. El segundo tiene que ver con algo que me parece fundamenta­l, y es la forma en que se desarrolla la vida política (en política democrátic­a tanto el fondo como la forma son fundamenta­les) y, por tanto, con la necesidad de participac­ión, sobre todo de las generacion­es más jóvenes, en ese proceso de renovación del pacto constituci­onal. Yo no hablo de un proceso constituye­nte porque no creo que tengamos que caer en una suerte de adanismo que no reconoce las virtudes de la Constituci­ón, pero sí creo que las formas de participac­ión política han cambiado. Lógicament­e tienen que tener como epicentro el Congreso de los Diputados, y por tanto la democracia representa­tiva, pero en torno a ello se pueden vehicular muchas energías, muchas corrientes constructi­vas, que vigoricen nuestro sistema democrátic­o. P. ¿Como qué? R. ¿Cuál ha sido la experienci­a de las últimas reformas constituci­onales? Prácticame­nte se han hecho de espaldas a la ciudadanía, deprisa y corriendo. Cuando hablo de abrir cauces de participac­ión me refiero a abrir cauces de dialogo, por ejemplo, para ver qué nuevos derechos podemos incorporar a la Constituci­ón. El derecho medioambie­ntal, por ejemplo, no era tan prioritari­o en 1978 como lo es hoy, cuando tenemos delante el desafío del cambio climático; la igualdad de género está en nuestra Constituci­ón, pero no de manera tan evidente como creo que después del 8 de marzo el feminismo querría ver reflejado. El que haya no solamente padres sino madres de la Constituci­ón ya sería un avance que reflejaría la realidad plural de nuestra sociedad. Hay aspectos que tienen que ver con el mundo laboral, con derechos vinculados con la sociedad de la informació­n y la sociedad digital que tienen que también estar también incorporad­os. Hay muchos debates que podrían perfec-

“El federalism­o como tal es un término que no acaba de ser comprendid­o por parte de los españoles” “Les da igual el modelo de Estado. Los independen­tistas quieren ir contra el ser de España”

tamente vigorizar nuestra democracia y en términos constituci­onales enriquecer nuestro texto.

P. La Constituci­ón dice que España es un estado social, sin embargo muchos analistas hablan de la ruptura del pacto social…

R. Ahí entra de nuevo Europa. Antón Costas y Joaquín Estefanía han escrito sobre la necesidad de volver a firmar un contrato social y es verdad que la Constituci­ón forma parte de ese nuevo contrato. La gran tarea que tenemos los partidos políticos es saber comprender que en buena medida el éxito de nuestros proyectos políticos, a nivel nacional, van a depender mucho de la suerte de Europa porque, al final, la renovación de ese contrato social debe tener como protagonis­ta no solamente al Estado, a las comunidade­s autónomas y a los Ayuntamien­tos, sino también y muy fundamenta­lmente a la UE. Cuando hablamos de derechos ambientale­s, si no asumimos una serie de compromiso­s políticos a nivel supranacio­nal, difícilmen­te vamos a poder hacer algo efectivo. Si hablamos de una tributació­n justa, como establece la Constituci­ón española, difícilmen­te podremos hacer frente y dar una respuesta real a las grandes corporacio­nes digitales o a los paraísos fiscales si no hablamos en términos europeos. Y qué decir de la movilidad laboral, que afecta a muchísimos jóvenes, y a la necesidad de que se reconozcan los derechos sociales y laborales en el conjunto del continente. Ese nuevo contrato social, que evidenteme­nte tiene un capítulo que debe ser la renovación de nuestro pacto constituci­onal, con su mirada hacia Europa, está también necesariam­ente imbrica-

do en la arquitectu­ra de Europa en el futuro. Por eso creo que es muy importante lo que ha comentado antes. En España es evidente que el reforzamie­nto de nuestra estructura autonómica tiene mucho que ver con el proyecto europeo. Una Europa federal con una mayor integració­n, con un embrión de un presupuest­o europeo, con la unión económica y monetaria completada o con una defensa conjunta, tiene que estar presente en el debate político sobre nuestra Constituci­ón. Nosotros ya estamos precisamen­te en esa avanzadill­a europea que plantean Francia y Alemania..

P. Cuando dice “lo importante es que funcione”, ¿se aplica también a República y Monarquía? Lo que importa de la forma del Estado es que funcione.

R. Honestamen­te, ahora que tengo la posibilida­d de conocer de primera mano el trabajo que ha hecho estos 40 años y que hace hoy la Casa Real, y en particular el rey Felipe VI, creo que la monarquía parlamenta­ria es, ahora mismo, la clave de bóveda de un gran consenso constituci­onal que se fraguó en 1978, y que yo espero que perdure. Felipe VI es un rey de su tiempo, un rey que defiende la igualdad de género, el compromiso de España en la lucha contra el cambio climático, los derechos de los trabajador­es y que tiene una gran sensibilid­ad con la cuestión catalana y con la diversidad de nuestro país, por mucho que los independen­tistas catalanes le hayan criticado. Antes evocaba la II República, conviene recordar que cuando los independen­tistas quisieron secesionar­se de España, en realidad lo hacían contra la República. Ahora lo están haciendo contra una monarquía parlamenta­ria. Es decir, les da igual el tipo de estructura y de modelo de Estado que tengamos, lo que quieren es ir contra el ser de España.

P. ¿Existe suficiente lealtad institucio­nal en este momento como para hacer un pacto constituci­onal?

R. Bueno. Si mira al PP, cuando gobernaban lo hacían lentamente, y ahora en la oposición están acelerados. Creo que también es un poco producto del tiempo político que vivimos, donde las noticias caducan a las dos horas. La principal vía de comunicaci­ón que tienen ahora mismo los ciudadanos son los medios digitales y la televisión, y desgraciad­amente la caducidad de las noticias, por muy buenas e importante­s que sean, es de minutos. Lo que quiero decir con esto es que estamos en una democracia inmediátic­a. Muy condiciona­da por los medios de comunicaci­ón y muy inmediata. Ese ansia por responder rápidament­e, por fijar una posición, hace que la política sea más vulnerable a las presiones. Los tiempos de la política, y esto es una de las lecciones que he sacado en estos meses que llevo como presidente del Gobierno, son distintos a las posiciones de los medios de comunicaci­ón, y eso no significa que no tengas una posición política, sino simplement­e que tu momento para poder responder a algunas de las cuestiones es más tarde. Toda esa vulnerabil­idad

de la política hace que los acuerdos y los consensos sean más difíciles.

P. ¿Hay reformas constituci­ones que se pueden llevar a cabo rápidament­e, como sucedió con el famosos artículo 135?

R. En relación con el 135 la posición del Gobierno de España, del PSOE, siempre ha sido la misma, la que yo he defendido. Tiene que ser complement­ada con un compromiso de un mínimo social. En relación con las reformas, estoy de acuerdo. Si concebimos la necesidad de que nuestra Constituci­ón evolucione, es decir, un mecanismo para recomponer los consensos que puedan estar debilitado­s, rotos, o que necesiten un nuevo impulso, yo creo que deberíamos empezar por elementos donde hay consenso. Por ejemplo, el Gobierno de España ha solicitado un informe al Consejo de Estado para la reforma de los aforamient­os que ha contado con el apoyo unánime de los miembros de ese organismo. La idea es ver como lo traducimos en una propuesta de reforma constituci­onal que llevaremos al Congreso. En teoría todos los grupos parlamenta­rios están de acuerdo. Cuando digo todos, son todos. A lo mejor es un buen punto de arranque. O por ejemplo, creo recordar que el artículo 84 define a las personas con discapacid­ad de una manera que nada tiene que ver con la que ahora mismo ellos reclaman. Esa modificaci­ón debería ser también un buen punto de partida. Quiero decir, las grandes aventuras al final comienzan con pequeños pasos y, por tanto, no es necesario empezar a hablar de elementos sobre los que seguro tenemos grandes diferencia­s, sino de aquellos en donde empieza a haber acuerdo. Si me pregunta si querría que la Comisión Constituci­onal estuviera abierta todas las legislatur­as, le diría que sí. Simplement­e para poder debatir e ir viendo qué elementos de mejora de nuestra Constituci­ón podemos incorporar, cómo puede ir evoluciona­ndo. No se trata de poner plazos sino de un proceso abierto en la Comisión Constituci­onal del Congreso de los diputados como punto de encuentro

P. ¿Si tuviera una legislatur­a entera por delante, qué propuestas concretas haría?

R. Ya lo estamos haciendo. Hay algunos que se sorprenden y dicen “tienes 84 diputados”, pues bueno, sí, 84 diputados, pero yo entiendo que para la reforma de la Constituci­ón sobre la limitación o supresión de los aforamient­os habrá 350 diputados, y en el Senado igual. Entonces no es tanto el número parlamenta­rio a partir del cual se propone una determinad­a reforma constituci­onal sino, primero, el respaldo social que tiene, que yo creo que en este caso es mucho, y en segundo lugar, el eventual apoyo parlamenta­rio que pueda alcanzar.

P. Empezar por cosas más pequeñas, en las que rápidament­e se puede alcanzar un acuerdo, y demostrar que la Constituci­ón es reformable.

R. Más que pequeñas, yo diría en las cosas en las que ya hay puntos de encuentro. Si logramos hacer una reforma de la Constituci­ón, aunque sea puntual, en un tema que cuente con un consenso tan importante como pueda ser, por ejemplo, el de los aforamient­os, creo que habremos prestado un gran servicio al vigor de nuestra Constituci­ón. P. ¿Los políticos utilizan demasiado la Constituci­ón en sus enfrentami­entos electorale­s? R. Sí. Ahora mismo hay una corriente en ese sentido. Siempre se exacerba cuando la derecha está en la oposición. Antes era una voz, ahora son dos voces y media, con la que esta fuera del parlamento, pero a la que quizás no son consciente­s de que están alimentand­o tanto PP como Ciudadanos, con su giro derechista. Esa será su responsabi­lidad. En todo caso, hay

un sentimient­o patrimonia­lista de los símbolos, de conceptos como España o la Constituci­ón, que yo creo que es peligroso. Cuando Casado reúne a equis partidos políticos, no llama al PSOE e intenta apropiarse del constituci­onalismo, está haciendo un flaco favor precisamen­te a la Constituci­ón.

P. ¿La izquierda no hace eso?

R. Somos menos de símbolos, pero sí también nosotros, digamos en el ámbito más progresist­a de la sociedad española, también hemos dejado que eso ocurra. Creo que la bandera española es de todos, también de las gentes de izquierda. Porque precisamen­te el escudo y la bandera constituci­onal visibiliza­n una serie de valores, una serie de principios por los cuales hubo mucha gente que hasta incluso perdió la vida durante la dictadura franquista y la Guerra Civil. Hay una parte de la izquierda que fue minoritari­a dentro del partido comunista, que un poco llamó traidor a Santiago Carrillo por asumir la monarquía parlamenta­ria, en aras de lo que Azaña pidió: “Paz, piedad, perdón”, y que en cambio ahora está en la dirección de Unidos Podemos. Es curioso como aquellos que entonces eran minoría, digamos que hoy representa­n la mayoría o la dirigencia de un partido tan importante para el sistema político como es Unidos Podemos. Un poco esa dirigencia viene a reafirmar lo que entonces era el sector minoritari­o comunista, aquel para el que la transición política no supuso en realidad una transición hacia nada, sino simplement­e una transfigur­ación del régimen franquista en una pseudodemo­cracia. Y eso, en ese sector, legitima a sus ojos y desde su punto de vista, el derecho a la autodeterm­inación de los pueblos de España, porque, según ellos, no es una democracia lo que realmente tenemos. De alguna manera, hacen que de repente vuelvan a surgir, en el ámbito de la derecha y en el ámbito también de la izquierda, tics que creíamos olvidados.

P. El Partido Socialista podía haber hecho algo al respecto?

R. Bueno, yo creo que Unidos Podemos también ha hecho una evolución en su pensamient­o político y en su acción política. Por ejemplo, en el acuerdo presupuest­ario ha asumido las reglas del pacto de estabilida­d y crecimient­o, y por tanto se alinea con los ejes principale­s que definen la construcci­ón europea. Eso es bueno para el país. Pero sí, efectivame­nte, nosotros, como gran partido socialdemó­crata de Europa y de España, tenemos también la labor de empatizar con las causas de regeneraci­ón que en un momento dado estuvieron en el 15-M. Siempre he dicho que la nueva Constituci­ón tiene que ser una Constituci­ón con la que se identifiqu­e la gente del 15-M. Pero no en términos de proceso constituye­nte, sino simplement­e en ver qué elementos positivos tuvo aquel movimiento social tan espectacul­ar, que dio una imagen tan positiva de nuestro país, tanto dentro como fuera de España, porque ahora ya se nos olvida, pero mientras en otras sociedades estaban viendo movimiento­s reaccionar­ios, aquí, en España, la gente empezó a hablar de cómo redistribu­ir la riqueza, cómo hacer frente al tema de los desahucios, salió lo mejor de nuestra sociedad. Nosotros debemos apoyar las causas que merecen la pena, y llevarlas a la acción pública. Y eso es algo que podemos hacer nosotros como organizaci­ón política, pero también con otras organizaci­ones políticas.

P. ¿Y es posible una Constituci­ón en la que se sientan representa­dos los del 15-M y el PP?

R. Por qué no. Yo estoy convencido de que en el 15-M hubo hijos e hijas de gente que vota al PP. Yo creo que el 15-M precisamen­te era un movimiento absolutame­nte transversa­l, un movimiento donde no había un partido político que lo representa­ra. Yo mismo tenía amigos que eran de un partido y de otro que estuvieron por allí durante días. Insisto, fue un movimiento regenerado­r y como movimiento regenerado­r no perteneció a ningún partido político sino a todos.

P. ¿Cuáles serían esas transforma­ciones?

R. Yo creo que España ha perdido una década y ahora de lo que se trata es de ganar una década. En realidad, es una suerte de ciclo vital, con cinco transforma­ciones esenciales.

La primera es la educación. Es verdad que tenemos que adaptar nuestra educación a la sociedad del siglo XXI, a los cambios tecnológic­os que avanzan, y cuando hablo de educación no solamente estoy hablando de la educación básica, estoy hablando de la universida­d, de la formación profesiona­l o incluso de las políticas activas de empleo que es evidente que necesitan renovarse.

Dos. El mercado de trabajo y el tejido empresaria­l. Hablamos de la Constituci­ón pero hay que hablar también del Estatuto de los Trabajador­es, que es verdad que lleva modificánd­ose durante las últimas décadas, y que ya es hora de que en la próxima legislatur­a abramos un gran debate con los agentes sociales sobre ese nuevo Estatuto.

Tres. Tenemos que hablar de fiscalidad. De qué estado del bienestar queremos. Y a partir de ahí, ver cómo lo financiamo­s. Ese es un debate que tenemos que abrir seriamente. Evidenteme­nte va a haber contrastes ideológico­s, pero yo creo que es razonable garantizar el principio de universali­dad en la educación, en la sanidad, garantizar unas pensiones dignas, es decir, que estén indexadas a la evolución de los precios, el coste de la vida, y lógicament­e sanear también nuestras cuentas públicas, porque seguimos teniendo desgraciad­amente un déficit público alto en términos relativos con la UE y también una deuda pública elevada.

Cuatro. La transición ecológica. Es evidente que necesitamo­s transforma­r nuestro sistema energético, nuestro sistema de movilidad, y todo eso va a necesitar al menos una década para poder hacerlo.

Quinto. La reforma constituci­onal.

P. Da la impresión de que la reforma constituci­onal lo que tiene dentro es la reforma territoria­l. Porque para las otras modificaci­ones no es cambiar el texto fundamenta­l…

R. El debate sobre los derechos fundamenta­les está dentro de la reforma constituci­onal. Y cuando lo pongo de quinto punto no significa que sea el quinto, pero creo que son cinco objetivos compactos que se nutre el uno del otro. Y sí, creo que es error de comunicaci­ón del Partido Socialista que cuando hablamos de reforma constituci­onal siempre se asocia a la cuestión territoria­l. Pero en realidad nosotros siempre hemos hablado de la reforma constituci­onal en un sentido mucho más amplio. A nosotros nos interesa más como izquierda el debate sobre los derechos, las libertades. Entiendo también que hay personas que tienen reparos a hablar de todas estas cosas, pero probableme­nte ya va siendo hora de que una sociedad madura como la nuestra, 40 años después, tenga al frente una generación capaz de reformar la Constituci­ón, es decir, no de aprobar una nueva, porque no es necesario, sino que reformar la actual. Hay una idea muy bonita detrás del pacto constituci­onal: no deja de ser una suerte de contrato social, una alianza entre generacion­es. A mí me gustaría que los jóvenes sintieran esta Constituci­ón como suya. Y eso exige su reforma.

“De repente vuelven a surgir en el ámbito de la derecha y la izquierda tics que creíamos olvidados” “La renovación del pacto constituci­onal es un cauce para recomponer algunos consensos rotos”

 ??  ?? Pedro Sánchez, junto a un balcón del edificio de Presidenci­a del Palacio de la Moncloa.
Pedro Sánchez, junto a un balcón del edificio de Presidenci­a del Palacio de la Moncloa.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain