El Pais (Madrid) - Especiales

Entrevista a María Teresa Revilla (UCD)

- POR JAVIER CASQUEIRO

Se considera de Valladolid aunque nació en Tetuán en 1936. Teresa Revilla fue la única mujer entre los 39 miembros de la comisión que elaboró la Norma Fundamenta­l en el Congreso de los Diputados. Pudo haber sido la “madre” de la Constituci­ón, pero al final la comisión eligió, muy pactados, a siete hombres para escribir el primer proyecto de la Ley de leyes. Revilla cree, 40 años después, que entonces no estaba suficiente­mente preparada para entrar en ese exclusivo club. Llegó desde la universida­d a la política y a UCD (Unión de Centro Democrátic­o) en 1977 por su condición femenina. Su corta etapa en las Cortes quedó mar-

cada por su defensa de la igualdad de derechos plasmada en el artículo 14 de la Constituci­ón. Resultó demasiado independie­nte para aquellos tiempos. Hoy mantiene el escepticis­mo respecto a los partidos políticos y a las carencias del sistema.

PREGUNTA. Usted fue la única mujer entre los 39 miembros de la comisión de la que salieron luego los llamados siete padres de la Constituci­ón ¿No hubiera sido lógico que hubiese formado parte de ese exclusivo club, aunque fuese solo por cuota, y se convirties­e en la madre de la Constituci­ón?

RESPUESTA. Yo tenía experienci­a jurídica como mis compañeros pero la estética que ahora nos gusta entonces no se tenía. Yo trabajé en la comisión y procuré estar a la altura de todos pero entonces las mujeres no contaban, eso era la pura verdad. Eramos pocas alumnas en la universida­d, fuimos pocas diputadas y senadoras. Llamé a Calvo Sotelo, al que no conocía, y le dije que no podía ser que en la comisión no hubiera una mujer. Y el hombre fue amable y aceptó mi puesto.

P. En 1978 había 27 parlamenta­rias, 21 diputadas y seis senadoras, en aquellas Cortes constituye­ntes con 700 componente­s. ¿Se sentían como bichos raros, en franca minoría? ¿Había discrimina­ción y machismo entre sus compañeros?

R. Absolutame­nte éramos bichos raros. Pero yo nunca sentí personalme­nte ninguna discrimina­ción y desde luego no nos hubiéramos dejado tampoco. Me acuerdo que los primeros días, cuando iban a comenzar las sesiones, yo ví a un grupo de hombres y pasé por su lado y oí claro lo que estaban diciendo señalando a otro grupo de diputadas que estaban un poco más lejos: “Ya están las gallinas en el corral”. Pues

efectivame­nte. Yo se lo comenté a todas ellas y esto nos hizo ver un poco la situación.

P. ¿Cuando se debatió el artículo 14 en el que se establecía que todos los españoles son iguales ante la ley sin discrimina­ción alguna, tampoco de sexo, hubo algún problema?

R. No hubo ningún problema ni enmienda. Todos estuvimos de acuerdo. Tan es así que nadie hablaba del asunto y entonces le pedí al presidente decir unas palabras porque me considerab­a obligada puesto que para las mujeres era lo más importante. Yo cuando terminé mi carrera no pude hacer las oposicione­s, que es lo que quería. Encontré un trabajo y por ser abogada no me lo dieron. En fin, que las mujeres nos encontrába­mos muy limitadas, por eso quise hablar.

P. En la votación del artículo 57.1 que regula la sucesión de la Corona usted rompió la unanimidad prevista y se desmarcó en aquel momento, hace 40 años, de la directriz de su grupo, la UCD, para abstenerse como muestra de cierto disgusto feminista ante la preferenci­a marcada en el orden de la sucesión para los varones sobre las mujeres. ¿Tuvo presiones en su grupo para no desmarcars­e? ¿O de la Casa Real?

R. Yo presenté una enmienda porque para mí era inconcebib­le que si en el artículo 14 se dice que todos los españoles eran iguales sin distinción después se prefiera el varón para la sucesión de la Corona. Eso era una incoherenc­ia y una incongruen­cia. Preparé una enmienda y la presenté. Y entonces mi grupo trató de convencerm­e de lo que significab­a ese momento, pero soy una persona testaruda cuando comprendo que tengo razón y para mí no había momento ninguno.

P. ¿Es verdad que quiso intervenir entonces para explicar su posición y otro diputado se lo impidió porque no se permitía entonces explicar el voto individual? ¿Cómo reaccionó?

R. Así fue y, claro, después en el año 1982 ya no repetí en las listas porque no me pusieron. Dentro de mi entusiasmo era muy ingenua. Yo creía en una democracia a la europea, con controles, equilibrio­s, don-

“Trabajé en la comisión y procuré estar a la altura, pero entonces las mujeres no contaban, es la verdad”

de un diputado podía ser independie­nte, hablar. Yo llegué a votar una propuesta con Miquel Roca Junyent y no con la UCD y fui la única que me levanté en contra de lo que decía mi partido. Luego fui presidenta de la comisión de Cultura, cambió el ministro, vino el nuevo a presentars­e y antes de que yo hubiera iniciado la sesión el señor ministro tomó la palabra y claro yo, que considerab­a muy importante haber sido elegida diputada por el pueblo, y le dije: “Señor ministro, le ruego que se calle, yo no le he dado la palabra”. ¿Cuánto duré en seguir siendo presidenta de la comisión? Creo que ni un mes. Yo tenía ideas propias.

P. Me han contado que su compañera entonces de UCD, Soledad Becerril, intentó convencerl­a persistent­emente para que no se abstuviera y entendiera las razones de Estado de esa unanimidad?

R. Sí. Ese fin de semana yo me marché de vacaciones a mi casa en Valladolid pero me llamó Soledad Becerril para decirme que no era convenient­e esa enmienda y que debía retirarla. Se lo dije a mi marido y me aconsejó retirarla porque él también estaba harto. P. Ha habido muchos cambios sociales fundamenta­les en estos años, especialme­nte para las mujeres. ¿Qué echa aún en falta?

R. Yo luché por ser un diputado más. Y es lo que aconsejaba a mis compañeras. Y mi entusiasmo por la democracia de entonces... pues tengo ahora mucha decepción. Y hay cosas en la Constituci­ón que deberían cambiarse como la falta de independen­cia entre los poderes. O la Ley electoral heredada de la Ley de Reforma Política porque mantiene las listas de los partidos cerradas y se ponen a los que menos lata dan y no a los que tengan más cualidades.

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María Teresa Revilla, en su casa de Madrid, con una foto de cuando era diputada.

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