“El límite de la reforma es la unidad de España y la igualdad”
1. Es evidente que necesita reformas. Cuando se aprobó no estábamos en Europa, no había euro, ni globalización. Apenas se planteaban demandas que hoy están generalizadas, como la atención a la dependencia o la igualdad entre hombres y mujeres. Es una tarea pendiente y creo que vamos con retraso. Piense que ya hace una década algunas comunidades, entre ellas Andalucía, renovaron sus estatutos precisamente para responder a estos retos. Tal vez lo más coherente hubiera sido primero la Constitución y después los estatutos. Pero no se han dado las condiciones para un gran consenso, y ni la necesidad ni la urgencia pueden entenderse desvinculadas del consenso. El tema hay que abordarlo con el mismo espíritu del 78, con la misma generosidad de aquella generación de Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, que supo llegar a acuerdos de Estado. En cuanto a los cambios, pienso que habría que poner el foco en los intereses y demandas de la ciudadanía, en solucionar sus problemas. La crisis y ciertas respuestas políticas a la crisis han erosionado el Estado del Bienestar en los últimos años. Hay que reforzar su blindaje en la Carta Magna; esta debe ser la máxima prioridad. 2. Diría que lo mejorable es su desarrollo. En el referéndum de 1980, Andalucía lo recondujo en clave de solidaridad e igualdad y creo que, si se plantean reformas del modelo, lo más sensato sería profundizar en esta línea que reconoce la pluralidad y asegura la cohesión social. Para Andalucía la cuestión territorial es inseparable de estos dos principios. La gran cuestión territorial, andaluza, española o europea, es si se garantizan o no los derechos civiles y la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Una de las grandes amenazas del mundo de hoy es el avance del nacionalismo, el supremacismo, la desigualdad, la xenofobia, el identitarismo que pretende pasar por encima de los derechos civiles. La mejora del modelo territorial debe servir para contrarrestar esta amenaza, no para alentarla. 3. Cohesión territorial y reconocimiento de las singularidades son principios federales y todo lo que sea avanzar en este sentido me parece bien. Milito en un partido con una histórica vocación federalista. Y aunque no lo llamemos así, nuestro Estado de las Autonomías también tiene también esa inspiración. Basta fijarse en países estrictamente federales, como Alemania, para entender que el federalismo es sinónimo de mayor unidad y solidaridad, no al contrario. La Constitución ya incluye el blindaje de singularidades, desde las relacionadas con las lenguas oficiales a los regímenes especiales de carácter foral. Nada de ello supone una amenaza, pero el límite está claro: la garantía de la unidad de España y la igualdad de los ciudadanos. 4. Como socialista, yo podría quejarme de la sobrerrepresentación de la derecha que el sistema electoral propicia en el Senado o en circunscripciones de la España interior. Y seguramente todos y cada uno de los partidos también encontrarán no pocos motivos para sentirse perjudicados. ¿Pero a qué conduciría un debate así planteado? Buscar el acuerdo es buscar el equilibrio, no exhibir agravios. Con el actual sistema electoral, y con un escenario parlamentario cada vez más complejo, Andalucía ha mantenido la estabilidad durante las dos últimas legislaturas a base de acuerdos. La voluntad, la decisión política, es a veces tan determinante o más que las normas.
Una de las amenazas es el avance del nacionalismo que pretende pasar por encima de los derechos civiles Susana Díaz