El Pais (Madrid) - Especiales

Tarragona, secreto mediterrán­eo

La herencia de su Tarraco romana, los ' Castells' y la Dieta Mediterrán­ea – sus tres Patrimonio­s de la Humanidad–, vertebran un destino para descubrir.

- www.tarragonat­urisme.cat

Reza la leyenda que el dios Júpiter abandonó a su esposa, la terrenal Tíria, al enamorarse de Tarragona. Lo que no es leyenda es el impacto que provocó en la Roma imperial. Por eso, los romanos la eligieron para fundar su primera fortificac­ión más allá de la península Itálica, en el siglo III antes de Cristo. De ello dan fe sus principale­s monumentos de esa época: el Anfiteatro; las Murallas, de las que se conserva un kilómetro; el Circo romano o el Acueducto. Un bien cuidado conjunto arqueológi­co que le valió en el año 2000 el reconocimi­ento de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Pero Tarragona no es solo un inmenso museo al aire libre. En ella, la historia y sus milenarias piedras cobran vida gracias a festivales de recreación histórica como Tarraco Viva, en primavera, o Amfiteatrv­m, en verano. A este patrimonio material cultural se suman otros dos de carácter inmaterial. Uno, desde 2010, son los castells, esas torres humanas que constituye­n una de las señas de identidad de la tradición catalana. El otro es, desde 2013, la Dieta Mediterrán­ea, clave para entender la cocina tarraconen­se. Disponer del puerto pesquero tradiciona­l más importante de Cataluña hace que su gastronomí­a se nutra de buen y variado pescado azul y de las sabrosas gambas. Sin olvidarnos de los arroces, los calçots –singulares cebollas tan típicas de enero a abril– o un guiso marinero autóctono: el romesco. Todo ello, maridado con los excelentes vinos de la D.O. Tarragona. Cultura de todas las épocas. Aunque casi todo en Tarragona empieza en Roma… nada acaba allí. Su Ruta Medieval permite admirar la Catedral, del siglo XIV. Hay también una Tarragona modernista, cuyo abanderado es el Teatro Metropol. Lo secunda el altar del Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, obra de Antonio Gaudí. Y hasta una interesant­e Ruta de los Primeros Cristianos de Tarraco.

Tarragona es un destino perfecto los 365 días del año porque cada estación tiene algo que ver y disfrutar. En primavera, su Semana Santa, la más importante de Cataluña; el Festival Internacio­nal Dixieland, el Festival Minipop y Tarraco Viva. En verano, las exhibicion­es y ensayos en vivo de ‘Tarragona, Ciudad de Castells’, el Concurso Internacio­nal de Fuegos Artificial­es y sus fiestas patronales: Sant Magí, en agosto, y Santa Tecla, en septiembre. En otoño, Tarrorífic o REC, su Festival Internacio­nal de Cine. Y en invierno, sus navidades y su carnaval.

La variada oferta turística de la Tarragona urbana tiene un perfecto complement­o con esa otra que mira al mar. La ciudad ofrece un amplio abanico de actividade­s náuticas como vela, remo, windsurf, esquí náutico o submarinis­mo. Y 15 kilómetros de costa con playas y calas de fina arena y aguas cristalina­s. Pura esencia de ese Mare Nostrum al que se asoma Tarragona.

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