UN VIAJE AL ALMA DE ASTURIAS
Visitar el patrimonio industrial asturiano ofrece la posibilidad de conocer la cara más íntima de un destino único
Ya lo cantaba Víctor Manuel: “Asturias, verde de montes, y negra de minerales”. No se puede entender el paraíso natural sin la mezcla de su paisaje y de los oficios que han marcado a fuego la historia de esta tierra. El turismo industrial da la oportunidad de asomarse a una realidad que ha definido la vida cotidiana de la región durante siglos en experiencias únicas, como descubrir el Ecomuseo Minero del Valle de Samuño, situado en el concejo de Langreo, corazón de la cuenca minera. Un tren permite al visitante recorrer el mismo camino del carbón y penetrar en el Pozo San Luis, a más de 30 metros de profundidad, en un recorrido subterráneo que sobrecoge. En el Pozo Sotón (San Martín del Rey Aurelio), conocido como la catedral de la minería, se puede ir más allá: la visita incluye un descenso en la jaula hasta la octava planta, para picar piedra en una experiencia irrepetible.
Iconos de otra época. A veces, la Asturias industrial y la natural se tocan en lugares como el Museo de la Mina de Arnao, levantado sobre la playa del mismo nombre, en el concejo de Castrillón, en la que disfrutar de un atardecer, de esos que no hay más remedio que instagramear. La trilogía del conocimiento de la vida minera se puede completar con una visita al poblado de Bustiello, situado en Mieres, que invita a revivir el día a día de los trabajadores y trabajadoras del carbón, recorriendo sus calles entre viviendas y edificios representativos como la iglesia o el casino.
Los aficionados a las máquinas con encanto vintage tienen una cita en el Museo del Ferrocarril de Asturias de Gijón, que cuenta con una de las colecciones de locomotoras y vagones de otras épocas más importantes de toda España y que, en días señalados, vuelven a funcionar por unas horas.
Y los amantes de lo verdaderamente sorprendente no deben dejar la oportunidad de adentrarse en la Central Hidroeléctrica de Grandas de Salime, para quedarse con la boca abierta ante los murales de Joaquín Vaquero Turcios, que narran la epopeya de la construcción de la presa: el arte saliendo al paso en el lugar más insospechado.