La emergencia climática, la gran inversión
Todo es igual y tú lo sabes. Con la misma cadencia rutinaria que se van descontando los días de un almanaque. “La pandemia no ha tenido ningún impacto transformador relevante en las empresas”, admite Fabrizio Ferraro, profesor y responsable de Dirección Estratégica de IESE Business School. La Business Roundtable ha regresado a una posición, tener en cuenta a la sociedad y no solo el beneficio de los accionistas, que ya había mantenido en los años 70. Aunque quizá, analiza el docente, sí aparecen dos factores de transformación: todo el universo de la inversión ESG (compromiso medioambiental y social) y el cambio climático.
“Ahí es donde se han centrado los grandes inversores. Lo que les preocupa ya desde hace tiempo”, apunta. El problema de la inversión ESG es que, pese a que existen auditorías de sostenibilidad, faltan métricas comunes y se convierte en un cajón de sastre. De todas formas, “la consecución de esos objetivos ESG empiezan a indexarse en las retribuciones de algunos ejecutivos”, subraya Adriana Scozzafava, directora de la Fundación AFI (Analistas Financieros Internacionales). Cambios. Pese a todo, la gran preocupación de las empresas es el riesgo climático. Las inundaciones, los incendios, el frío aullante. ¿Quién habla, por ejemplo, ya estos días de los trabajadores esenciales? ¿Recuerdan sus reivindicaciones? La memoria es un reloj blando. Dalí tenía razón.
"SI PUDIMOS AFRONTAR LA PANDEMIA CON CIENCIA, TECNOLOGÍA Y MEDIDAS REGULATORIAS URGENTES, TAMBIÉN LO PODREMOS HACER EN LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO"
José Manuel Entrecanales. Presidente de Acciona
Un nuevo viento restriega su lomo sobre los cristales de las ventanas de los bancos de inversión y las grandes tecnológicas. Tramontana de cambio. “Lo que tienen que hacer los gigantes empresariales es pagar al menos ese 15% y dejarse de operaciones de greenwashing [maquillaje de la imagen de la compañía]”, condensa Carlos Martín, responsable del Gabinete Económico de CC OO.
Quizá esa empresa pospandémica esté llegando antes a Europa que al mundo anglosajón (una vez que el Reino Unido se ha desenchufado con el Brexit). Quizá porque en España la desigualdad se tolera bastante menos que en Estados Unidos. El Grupo Mutua Madrileña destina, especifica Lorenzo Cooklin —subdirector general de Comunicación, Relaciones Institucionales y RSC—, un 4% de su beneficio después de impuestos al apoyo a la investigación médica, ayudar a colectivos desfavorecidos, difundir la cultura y promover la seguridad vial. Y su producto, Mutuafondo Compromiso Social, no cobra comisión de gestión. Además, distribuye todo lo captado entre distintos fines sociales. Muy cerca de La Mutua (Madrid) ocupa su sede central Bankinter. El bellísimo edificio lo firma Rafael Moneo y está decorado por Pablo Palazuelo (1916-2007). En el exterior, unos pequeños ladrillos anaranjados construyen dos volúmenes. Un edificio “moderno” y, reflejado sobre él, un pequeño palacete. De los que antes se alineaban en la Castellana y que el franquismo, sin ningún sentido del valor del patrimonio histórico, destruyó. La entidad tiene su hoja de ruta tras la crisis sanitaria. Una estrategia de cambio climático (con el objetivo de descarbonizar las carteras crediticias en 2050); la inclusión física, digital y cognitiva a través de “Un banco para todos” y el aumento de la oferta de productos (hipotecas verdes, fondos de inversión, planes de pensiones) sostenibles.
El país está cambiando. Sus empresas están cambiando. Los famosos 140.000 millones de euros europeos tienen ese destino. Una oportunidad histórica. Pero todo está tan centrado en el análisis de datos, algoritmos, sofisticada álgebra que olvidamos las palabras. Y resultan esenciales o “vendrán” —como vaticinó Rafael Sánchez Ferlosio (19272019)— “más años malos y nos harán más ciegos”. “Hay que transformar la realidad social de España, hacia un modelo más equitativo en el que nadie se quede excluido. Esto es algo que abordamos desde la Fundación KPMG, dirigidos a mejorar la educación y formación de los jóvenes, combatir la exclusión y apoyar la empleabilidad de los colectivos que lo tienen más difícil”, describe Pedro León y Francia, responsable de la Fundación.
Es una tarea complicada. Tampoco es ninguna novedad en la historia humana. William Bradford (1590-1657) — recordó el expresidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy en su discurso de 1962 sobre por qué debía el Hombre viajar a la Luna— explicó al hablar de la fundación de la colonia de la bahía de Plymouth en 1630, que todas las acciones grandes y honorables van acompañadas de enormes dificultades, y que ambas deben ser emprendidas y superadas con un coraje responsable. Dejar huella. “No solo en los aspectos económicos sino también, especialmente, en los relacionados con la sostenibilidad”, comentan en Minsait (filial de Indra). Y a su lado, un sinónimo que se olvida demasiadas veces. “Hacen falta 20 años para construir una buena reputación y cinco minutos para perderla. Si lo tienes en cuenta actuarás de otra manera”, enseña el inversor y filántropo Warren Buffett.
Cambiar la mirada
Nunca antes en la historia había sido ser tan exigente llamarse empresa, compañía, organización. Es como si varios Jinetes del Apocalipsis hubieran coincidiendo a la vez en la misma pradera. La pandemia, la inequidad, la emergencia climática. Algunos son problemas desconocidos para la Humanidad. El presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales, afirmó en la Cop26 que “si pudimos afrontar la pandemia con ciencia, tecnología y medidas regulatorias urgentes, también lo podremos hacer en la lucha contra el cambio climático”. Pues, las infraestructuras de energía y transporte y los edificios son responsables del 79% de las emisiones globales.
Tal vez el mundo está atravesando una de las mayores crisis de su vida como traviesas de tren. Es un viaje nuevo. “Por ejemplo, el término Responsabilidad Social Corporativa (RSC) no está de moda”, indica Adriana Scozzafava, directora de la Fundación AFI (Analistas Financieros Internacionales). “Otras nomenclaturas, pensemos en Total Societal Impact (TSI) parecen más ajustadas a la realidad”. O sea, el beneficio global para la sociedad de los productos, servicios, operaciones, capacidades básicas y actividades de una compañía. Todas las generaciones que nos han precedido han sentido la alegría de que son ellas las llamadas a heredar la Tierra. Pero si nos fijamos en muchas caras actuales son un mapa en relieve de la infelicidad. El sentido de la “nueva empresa” es admitir la obligación del cambiar esa orografía de la mirada.
"HAY QUE TRANSFORMAR LA REALIDAD SOCIAL DE ESPAÑA HACIA UN MODELO QUE SEA MÁS EQUITATIVO Y EN EL QUE NADIE SE QUEDE EXCLUIDO"
Pedro León y Francia. Director de la Fundación KPMG