La brecha social desangra Venezuela
La crisis económica y la hiperinflación entierran el proclamado objetivo del chavismo de revertir la desigualdad A la espera de las bolsas de comida
Los vecinos del sector Valle Alto en Petare, el barrio popular más extenso de Caracas, se despertaron hace dos sábados alrededor de las tres de la madrugada. Un alboroto invadió sus calles empinadas. Acababan de llegar los jamones que antes de cada Navidad el Gobierno de Nicolás Maduro promete a millones de familias para asegurarse su voto. Muchos salieron de sus viviendas, pero la euforia se convirtió en decepción y en cuestión de segundos la situación se precipitó. De la indignación se pasó a la rabia. Después, llegaron los altercados.
Los responsables de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), encargados de distribuir las bolsas de comida, solo recibieron 1.160 perniles de los 6.150 anunciados. El episodio, narrado por uno de los presentes, supuso la enésima humillación para una comunidad de escasos recursos. Romina Oporte, educadora y enlace local del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tomó finalmente la decisión de cortar los jamones en pedazos de un kilo y medio y repartirlos entre todos los vecinos.
Esa misma formación celebró cerca de allí, el 6 de diciembre, el 20º aniversario de la primera victoria de Hugo Chávez. En el cierre de la campaña electoral de las municipales del domingo, Gladys Arboleda, de 50 años y varias veces candidata, explica que entró en política precisamente por el expresidente. “Desde entonces somos todos representantes, no representados. Nos trató a todos por igual”, asegura. El objetivo que proclamó la revolución bolivariana fue el de reducir la desigualdad. Sin embargo, después de dos décadas de chavismo, en las que se multiplicaron las ayudas con misiones sanitarias, educativas y de vivienda, el igualitarismo se desmorona y la vida de millones de venezolanos se ha convertido en una lucha diaria contra la miseria. Según la última encuesta sobre condiciones de vida Encovi, un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello y otros centros, el 87% de la población vivía el año pasado —el último para el que hay datos— por debajo del umbral de la pobreza. En el 61% de los casos, es extrema.
Una crisis económica sin precedentes, una hiperinflación desbocada y la dolarización condenan a los ciudadanos a pelear con unos precios enloquecidos y a depender de las ayudas estatales. La reconversión monetaria y el aumento del salario mínimo, que ahora se sitúa en 4.500 bolívares soberanos —unos 8,2 dólares— y El Gobierno de Nicolás Maduro introdujo en abril de 2016 unas ayudas que consisten en cajas de productos básicos distribuidas por los llamados “jefes de calle” del aparato oficialista en los barrios populares. Se llaman Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y Pedro Key es, junto con Romina Oporte, el responsable de esa misión en el sector Valle Alto de Petare: “Las cosas no están bien, pero ese es nuestro trabajo, apoyar a la comunidad y apoyar al Gobierno”. EL PAÍS ha visitado a este jubilado de 65 años en varias ocasiones desde el año pasado. Sus quejas siempre coinciden con las de los otros vecinos. Las bolsas, que contienen alimentos como pasta, leche, arroz o sal, rara vez llegan con frecuencia mensual, como estaría previsto, y a menudo no hay para todas las familias. “Mientras el pueblo aguante, nosotros seguiremos aguantando”, se justifica.
representa el ingreso de cerca del 70% de los trabajadores con empleo formal, solo contribuyeron a generar un círculo vicioso que dispara el valor de los bienes.
En el mercado de Chacao, bastión opositor de Caracas, un kilo de queso manchego producido en Venezuela costaba el pasado viernes 6.370 bolívares. Sus pasillos estaban atestados porque los trabajadores acababan de percibir las bonificaciones. Ayer al mediodía, en el mismo municipio, el centro comercial San Ignacio estaba semivacío. En sus pasillos se alternan locales comerciales que tuvieron que cerrar por la crisis y alguna tienda que exhibe productos de lujo, incluso bolsos y joyas de Cartier. Con la excepción de unas peluquerías, no había clientes.
Sin embargo, esos clientes existen. “Estamos en un proceso de dolarización de facto. Pero una cosa es el poder de compra del dólar en el interior y otra tus ingresos. Puede llegar un nivel de productividad tan paupérrimo que las cosas sean más caras aquí que fuera”, señala el analista Henkel García, director de la consultora Econométrica. Existe un sector minoritario
Las tabletas de turrón superan el importe de dos salarios mínimos
“Habrá más sanciones y más presión”, dice el opositor Alvarado
El 87% de la población vivía en 2017 por debajo del umbral de pobreza
de la sociedad, con ingresos en dólares, contratistas del Gobierno o vinculados a rentas petroleras, que pueden seguir gastando pese a un aumento de los precios, que en noviembre alcanzó el 144,2%, según el cálculo que hace la Asamblea Nacional. Y así vivir en un universo paralelo.
Desde las ventanas de su oficina, en la urbanización Las Mercedes, pueden verse solares en construcción, incluso algunos proyectos de lujo como la llamada Torre Luxor. A unos kilómetros de allí, el pasado jueves por la tarde una treintena de personas asistía a un concierto en un local de la urbanización La Castellana. Entre catas de ron y cafés, algunos aprovecharon para adelantar algunas compras de Navidad. Es lo que ve a diario Hassiel Ledezma, trabajadora de la tienda, que ayer por la mañana atendía a cinco clientes. Las tabletas de turrón de Alicante superaban el valor de dos salarios mínimos. “Hoy por hoy que con el dólar compras más o menos lo que en otros países, la gente está horrorizada”, continúa García.
—¿Hay quién que en este contexto trata de hacer negocios?
—Sí, claro. Lo ves en diferentes ámbitos, gente que está metiéndole plata a empresas. Hay muchos también cercanos al Gobierno. En este tipo de escenarios, cuando sabes que podría haber un quiebre, se cambia el poder de iure con el poder de facto, y el poder de facto es económico. Están apostando a largo plazo.
Mientras tanto, la inmensa mayoría de los venezolanos agoniza. “Van a venir más sanciones, habrá más presión y eso va a complicar las cosas. Nosotros queremos que haya una transición, pero también es posible un escenario de anarquía”, opina el economista y diputado opositor Ángel Alvarado. “En 20 años Venezuela pasó de ser el país más rico de la región al más pobre y no solo el más pobre, sino también con una emergencia sanitaria compleja, una hambruna, una crisis que está afectando a toda la región”, denuncia. A pesar de todo, el gobernante PSUV se hizo el domingo con el control de los municipios en unos comicios marcados por una abstención de más del 72%.