Una marihuana de 2.500 años
Un grupo de investigadores encuentra cannabis en braseros de tumbas escitas
arpas, abalorios de cristal y, en una decena de ellas, pequeños braseros de madera, algunos con piedras quemadas.
En apariencia y salvo las piedras quemadas, dentro de los braseros no había nada. Pero una mirada más en detalle de la superficie interior y de los guijarros descubrió la presencia de restos orgánicos, y no eran de la madera. Combinando dos técnicas de análisis químico, los científicos pudieron estudiar 20 miligramos de polvo arrancados a los braseros y a las piedras. En todas las muestras identificaron la presencia de cannabinol, cannabidiol y cannabiciclol, tres componentes del cáñamo o marihuana.
“Son las muestras más antiguas de cannabis fumado”, dice en un correo el investigador de la Universidad de la Academia de Ciencias de China y coautor del estudio, Yimin Yang. Las pipas no llegaron a esta región desde América hasta muchos siglos después, así que la inhalación del humo debía de ser sahumando, como recogía Heródoto. La idea dominante entre los científicos es que el cáñamo fue domesticado en amplias zonas de Asia central pero para distintos usos hace milenios. Hay referencias de su uso como alimento, para la obtención de aceite y, en particular, los tallos como fibra para confeccionar tejidos. Pero aún no había pruebas claras de su uso como sustancia psicoactiva.
El estudio, publicado en Science Advances, va más allá. Del análisis de las muestras, los investigadores concluyen que el compuesto más presente es el cannabinol. Se trata de un producto de la descomposición por oxidación del componente más psicoactivo de la marihuana. ¿Cómo habían obtenido los habitantes de Jirzankal una marihuana más potente? ¿Azar o domesticación?
“Los humanos siempre han buscado plantas silvestres que pudieran tener efectos sobre el cuerpo humano, especialmente efectos psicoactivos”, recuerda el director del laboratorio de paleoetnobotánica del Instituto Max Planck de Ciencias de la Historia Humana y coautor del estudio, Robert Spengler. “Queda abierta la cuestión de si existía una variedad silvestre con altos niveles que los humanos de alguna manera descubrieron o si algún proceso provocó un incremento en la producción de estos químicos en la planta”, concluye.