El Pais (Galicia) (ABC)

“La salida del Reino Unido puede consolidar la Unión Europea”

El historiado­r británico Ian Kershaw recorre las últimas siete décadas de la historia de Europa en ‘Ascenso y crisis’, radiografí­a implacable de un continente en constante búsqueda

- GREGORIO BELINCHÓN,

Cuando alguien tan puntilloso y minucioso como el historiado­r británico Ian Kershaw (Oldham, 76 años) repite una cita en un libro está lanzando un claro aviso a sus lectores. Y en Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017. Un camino incierto (Crítica) lo hace dos veces. Primero, cuando en el prólogo apunta sobre el futuro del continente: “En aguas peligrosas es mejor que los barcos de una flota permanezca­n juntos en lugar de tomar rumbos distintos”, expresión que repite al final del volumen. Y segundo, cuando recuerda en dos capítulos una advertenci­a del canciller alemán Helmut Kohl en 1991: “La unión monetaria sin unión política será insostenib­le a largo plazo”.

En el resto del volumen, el autor de la monumental Hitler, la biografía definitiva, de Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949 o de Decisiones trascenden­tales —sobre las resolucion­es críticas que tomaron diferentes líderes políticos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial entre mayo de 1940 y el otoño de 1941— asegura que ha intentado ser “todo lo objetivo posible”. Y por eso, aunque por primera vez ha escrito sobre acontecimi­entos que ha vivido, solo se ha permitido incluir un puñado de anécdotas personales, como la llegada del primer televisor a su familia. “Y me parecen demasiadas”, ríe.

Cuando concluyó Descenso a los infiernos, Kershaw confesó que había sido su libro de más compleja redacción. En una entrevista ayer con EL PAÍS, rectifica: “Este ha sido el más complicado, porque en el anterior la guerra servía como nexo de unión. De 1950 a 2017 no existe un tema central. Me costó mucho encontrar la arquitectu­ra de este volumen”. Kershaw, quien está en Madrid para presentar su libro, comenta que ha trabajado igual que cuando investigab­a “hechos del pasado lejano”.

El historiado­r describe las siete últimas décadas de Europa de forma implacable y fría, aunque entretenid­a. “La historia se puede contar de formas distintas. Por ejemplo, a través de vidas de sus protagonis­tas o de grupos de personas. Yo prefiero narrar los acontecimi­entos, porque creo que es la mejor forma de entender lo ocurrido”, incide. Dicho lo cual, defiende que en la historia aún tienen mucha importanci­a las decisiones de algunos individuos, como Mijail Gorbachov y la perestroik­a o David Cameron y el referéndum del Brexit. “A lo largo del libro he incluido testimonio­s personales para ilustrar algunos hechos [como el diario de un ama de casa del norte de Inglaterra en los años cincuenta, asustada por la amenaza nuclear], pero considero que es más importante reconocer a esos líderes que con sus decisiones cambian países. El gran ejemplo es Gorbachov. ¿Quién podía imaginarse lo que vendría con el hundimient­o no solo de la URSS, sino de todo el bloque comunista? Los expertos me confirmaro­n que Gorbachov fue clave. Otro ejemplo magnífico lo protagoniz­a Konrad Adenauer, primer canciller de la República Federal de Alemania, y su apuesta por una Europa unida”, explica.

En Ascenso y crisis queda un regusto triste sobre la UE: “Creo que nunca ha existido un momento ni una ocasión en el que hayamos estado cerca de una auténtica unidad. Ha sido más un deseo, un anhelo utópico de los líderes del inicio de la CEE. El mejor ejemplo es el Tratado de Maastricht de 1992, innovador pero alejado de la unión política. Nunca podríamos ser unos Estados Unidos de Europa, porque poseemos pasados muy distintos”. Lo mismo ocurre con España: si en Descenso a los infiernos la Guerra Civil ocupaba muchas páginas, la dictadura franquista convierte en irrelevant­e a España durante décadas de historia del continente. “Lo siento, pero fue así”, dice. Del rey Juan Carlos opina que, “con cautela”, se puso del lado de las fuerzas que pedían el cambio de régimen. “No era un demócrata por instinto, pero veía en qué dirección soplaba el viento”, escribe Kershaw y confirma el comentario en persona.

“Volviendo al peso de España, ahora sí pienso que está en el centro de Europa y que su papel será fundamenta­l en el futuro”. Precisa que incluirá un cambio en la próxima edición en el párrafo dedicado al triunfo electoral de José Luis Rodríguez Zapatero sobre José María Aznar tres días después de los atentados islamistas del 11-M, victoria que atribuye al apoyo del líder del PP a la guerra de Irak. “Pues sí que manejé la importanci­a de la corrupción y de la informació­n sesgada que el Gobierno dio sobre una posible participac­ión de ETA en el crimen. ¿No lo puse? Lo siento”.

De los 12 capítulos, uno está decidado a la cultura de la posguerra —“La cultura es una ventana al alma de una sociedad, una ventana con múltiples cristales, cada uno con una tonalidad diferente”— y acaba deviniendo en radiografí­a de la sociedad europea occidental y del choque entre generacion­es. El último —junto al epílogo— ahonda en las crisis que asuelan hoy el continente: la globalizac­ión que ha multiplica­do el individual­ismo, la recesión que lleva a algunos países a retornar a “formas de autoritari­smo”, crisis migratoria­s, auge de la ultraderec­ha... “La Unión Europea no ha logrado crear un auténtico sentimient­o de identidad europea”, defiende.

Para Kershaw, “el mayor peligro para el futuro de la UE está en el populismo”. Y enfatiza: “La globalizac­ión empuja a que la economía se priorice por encima de la política. Ese desequilib­rio y el aumento de mensajes populistas pueden desestabil­izar el futuro del continente. ¿El Brexit? En realidad, la salida del Reino Unido puede consolidar la UE, porque tomarán el mando países que sí apuestan por reformas proeuropeí­stas. Tampoco es descartabl­e otro ataque contra el euro”.

Aun así, apuesta por el optimismo: “Mi título original es Una montaña rusa. Europa 1950-2017. La metáfora no es muy acertada, porque las vagonetas de la atracción, por mucho meneo que haya, van por un circuito y llegan a un final predetermi­nado. Aquí no sabemos qué pasará, pero en el camino Europa ha aprendido a cooperar y negociar”.

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/ LUIS MAGÁN Ciudadanos alemanes celebran la caída deI muro de Berlín, el 15 de noviembre de 1989, seis días después de que se abriera el paso del este al oeste de la ciudad.
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/ CARLOS ROSILLO Ian Kershaw, ayer en Madrid.

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