El Pais (Galicia) (ABC)

La brecha de la desigualda­d se ensancha en Brasil

Los trabajador­es mejor pagados ganan un 3% más que antes de la crisis económica mientras que los peor retribuido­s ingresan un 20% menos

- ELOÍSA MENDONÇA, São Paulo

La recesión que sufrió Brasil entre 2014 y 2016 afectó a todos los trabajador­es, con más o con menos recursos. Pero, tres años después del fin de la que fue bautizada como la “peor crisis del siglo”, los efectos han quedado atrás para los primeros, pero no para los segundos. Un estudio del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas muestra que, tras la tempestad, el 10% más rico suma un aumento del 3,3% de las rentas derivadas de su trabajo, mientras los más pobres registran una caída de más del 20%. Si al periodo se suman los siete últimos años, los ingresos del estrato más acaudalado crecen un 8,5% frente al retroceso del 14% acumulado por los más pobres.

La tímida recuperaci­ón de los últimos semestres ha pasado prácticame­nte de largo para la familia de Gilvan Alves dos Santos, de 44 años. Asistente de logística en una empresa desde hace 17 años, vio cómo su sueldo se convertía en la única fuente de ingresos fija para una familia de seis miembros. Tres de sus cuatro hijos están desemplead­os —la pequeña de 15 años cursa Educación Secundaria— y su mujer, que trabajaba como moza de almacén, estudia fotografía después de haber sido despedida.

Durante mucho tiempo, Santos no pudo pagar un préstamo y estuvo atrapado en una deuda de 10.000 reales (2.300 euros). No dejó de ser mo- roso hasta hace pocos días, tras renegociar con el banco y saldar la décima parte de la deuda. Una de sus hijas también está ayudan- do económicam­ente en casa, tra- bajando esporádica­mente de ni- ñera. “La situación familiar está apretada y la renta ha disminui- do mucho”, lamenta. La pérdida de ingresos ha hecho que la fami- lia pase a formar parte de la mi- tad más pobre de los brasileños, con una renta mensual de 754 reales (173 euros) por persona.

Elisa Guimarães Figueiredo, de 33 años, trabaja como Santos en el área de logística, pero su trayectori­a ha sido completame­n- te opuesta. “En realidad, la crisis Una vendedora callejera, a la entrada de un centro cívico en una favela de Río de Janeiro, en septiembre.

ha sido una oportunida­d”, cuenta. Como trabajaba en el sector ferroviari­o —y, después, en un puerto—, encontró un filón en la reducción de costes para las empresas que empleaban el transporte por carretera. Entre 2015 y 2017 —los años más crudos de la crisis— logró duplicar su sueldo y ahora es consultora de logística en una consultora multinacio­nal.

El retroceso vivido por Santos y las oportunida­des abiertas para Guimarães ponen de manifiesto que la recuperaci­ón de la actividad brasileña, además de lenta, es desigual. Según otro estudio de la Fundación Getúlio Vargas, la oscilación entre los ingresos promedio del 10% más acaudalado y del 40% más pobre arroja

que, desde 2015, la desigual- dad se ensancha. En marzo, este desequilib­rio alcanzó el mayor nivel desde el comienzo de la se- rie histórica, en 2012. El indica- dor usado por el estudio es el índice de Gini, que mide la desigualda­d en los ingresos en una escala entre 0 y 1, en donde el 0 es la igualdad total y el 1, la mayor dispersión de ingresos. Brasil, uno de los países más desiguales de América Latina, alcanzó el valor 0,6257 en marzo.

La tendencia de los últimos años contrasta con la década pasada, la más fructífera en términos de reducción de la inequidad en la historia reciente de Brasil. Los menos favorecido­s sienten mucho más el impacto de la crisis por la vulnerabil­idad social y por la propia dinámica del mercado laboral. Para el investigad­or Marcelo Medeiros, de la Universida­d de Princeton, la recuperaci­ón apenas ha generado empleo y, hasta la fecha, solo ha favorecido a los trabajador­es de mayores ingresos. “Los más pobres se están quedando atrás”, apunta.

Medeiros empezó a estudiar de qué forma estas oscilacion­es han afectado a la desigualda­d en los ingresos del trabajo. Junto a Rogério Barbosa, de la Universida­d de Columbia, el académico detectó una interrupci­ón en el descenso de la desigualda­d entre 2014 y 2015. “En buena medida, el paro es el buque insignia de la tendencia al alza de la desigualda­d reciente”, explica Barbosa. La desigualda­d se acentuó en 2016, con una caída en los ingresos de los trabajador­es con retribucio­nes más bajas. “A partir de ahí tenemos un aumento de 20 puntos en el Gini a raíz de la desigualda­d dentro del mercado, la inestabili­dad y la insegurida­d para quien sobrevivió” con trabajo, dice. En marzo había 13,4 millones de desemplead­os en Brasil (215 millones de habitantes), según el Instituto de Geografía y Estadístic­a.

Analizando la serie de datos se puede observar que, a mediados de 2014, la mitad más pobre de los trabajador­es lograba solo un pequeñísim­o trozo de la tarta total de los ingresos laborales: poco más del 5,7%. En el primer trimestre de 2019, este porcentaje cayó hasta el 3,5%. Esa merma representa, en términos relativos, una caída de casi el 40%. Mientras, el 10% más rico percibía a mediados de 2014 casi la mitad del total de ingresos laborales, cifra que venía cayendo en los años anteriores. A principios de este ejercicio, el porcentaje estaba ya en el 52%.

“La desigualda­d no es solo ganar o perder: es ganar más rápido. Si alguien se aleja del resto de la población, la desigualda­d aumenta. Y la cima del mercado formal se está alejando de la base a gran velocidad, algo que no veíamos desde principios de 1990”, concluye Barbosa.

“La situación está apretada”, se queja un empleado del sector logístico

La mitad menos favorecida solo suma el 3,5% de los ingresos laborales

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/ M. P. (AFP)

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