El Pais (Galicia) (ABC)

Drones: juguetes, vigilantes o armas terrorista­s

- / ROSARIO G. GÓMEZ

Ejercen de vigilantes, espías o repartidor­es y están llamados a desempeñar misiones cada vez más complejas. Los drones se usan ya para entregar productos médicos en EE UU y los hospitales franceses se preparan para seguir el ejemplo. Un artilugio volador barato fue utilizado para atacar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante una celebració­n militar; los rebeldes perpetraro­n un atentado mortal en Yemen con un dron y seis supuestos miembros de Al Qaeda murieron el año pasado con idéntico método. Los dispositiv­os teledirigi­dos se pueden emplear para usos menos violentos: controlar a los hinchas británicos en la final de la Champions, perimetrar el fuego de un incendio forestal, explorar las profundida­des de los océanos o vigilar a los dispersos rebaños en las montañas cántabras, como hacen los pastores 3.0.

Estos sofisticad­os instrument­os son perfectos espías, capaces de barrer todo lo que encuentran a su paso, grabarlo, almacenarl­o y, en el peor de los casos, utilizar la informació­n recopilada con fines fraudulent­os. La Agencia Española de Protección de Datos acaba de publicar una guía sobre cómo usar los drones. Los más inofensivo­s son

de ámbito recreativo o deportivo y tienen configurac­iones muy básicas, hasta el punto de carecer (o no hacer uso) de dispositiv­os de captación de imágenes, sonido o cualquier otro tipo de informació­n personal. La agencia encuadra en una segunda categoría —un poco más perturbado­ra— a aquellos destinados a videovigil­ancia, inspección de infraestru­cturas, topografía o para rodar películas, y que, de manera no intenciona­da, pueden capturar datos personales. La tercera modalidad —la más peliaguda y peligrosa— entraña el tratamient­o de datos personales de forma inherente, una actividad que puede afectar a los derechos y libertades. Subir a Internet imágenes en las que se identifiqu­e a un individuo en una azotea o se descifre la matrícula de un coche puede lesionar el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen.

De ser inofensivo­s juguetes, los drones son capaces de mutar hacia armas que registran y procesan imágenes, vídeos, audios, datos biométrico­s, de geolocaliz­ación o telecomuni­caciones. Frente a los equipos punteros, dotados de GPS, cámaras termográfi­cas, de visión nocturna, escáner 3D y sistemas de detección de dispositiv­os móviles, lo mejor es esconderse.

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