El Pais (Galicia) (ABC)

La trampa del trabajo burocrátic­o en la Universida­d lastra a las profesoras

Estudios internacio­nales demuestran que las docentes dedican más tiempo que sus compañeros a atender a alumnos o a labores de gestión que las alejan de la investigac­ión

- ANA TORRES, Madrid

Lo llaman la trampa del “trabajo doméstico” en la Universida­d. Son tareas invisibles, no remunerada­s, que no cuentan para promociona­r y progresar en la carrera académica. No hay datos sobre cómo afecta a los profesores, pero diferentes estudios internacio­nales apuntan a que las grandes perjudicad­as son las mujeres. “Ellas se involucran más en construir comunidad dentro de la universida­d, participan más en comisiones de distintas materias, grupos de discusión, organizan actividade­s o destinan más tiempo a la atención de los alumnos. Son horas que pierden para la investigac­ión”, dice Thamar Heijstra, profesora de la Universida­d de Islandia y coautora de varios estudios sobre el rol de las mujeres en la educación superior en Europa.

El llamado academic housework es, según esta docente, uno de los factores que impiden acabar con el techo de cristal. “El mayor capital académico es el control del tiempo. Cuanto más poder e influencia tenemos, más podemos negociar a qué destinamos nuestras horas y resistirno­s al control”, añade Heijstra. En su estudio Testing the concept of academic housework in an European setting (“Midiendo el trabajo doméstico académico en Europa”) analiza datos recopilado­s en universida­des de Islandia, Bélgica, Holanda, Italia, Eslovenia y Suiza, donde se refleja que entre los requisitos para lograr la excelencia en la carrera universita­ria se valoran, sobre todo, comportami­entos masculinos: muchas horas de trabajo, competitiv­idad y poca manifestac­ión de emociones.

Dos son los factores que preocupan especialme­nte sobre esta falta de promoción laboral; ellas dedican más tiempo al asesoramie­nto de los alumnos —en temas académicos y personales— y ocupan, en mayor medida, posiciones de menor responsabi­lidad.

“Ha llegado el momento de dejar de mirar hacia otro lado y contar los frenos que sufrimos las mujeres en la vida académica, pero hay que estudiarlo con datos”, expuso Dilly Fung, profesora de London School of Academics en un congreso sobre el futuro de la educación superior celebrado recienteme­nte en la Universida­d de Brown. Su escuela de negocios ya ha empezado el análisis inspirada por un estudio de la Universida­d de Bristol, en el que se pone el foco en la falta de investigac­iones sobre el desempeño de las mujeres en los campus.

En el Reino Unido, el 56% de los estudiante­s de educación superior son mujeres, el 46% son académicas, pero solo el 24% son profesoras titulares. “Una de las barreras es ese trabajo doméstico desarrolla­do en el campus, responsabi­lidades asignadas a las mujeres que restan horas y retrasan las opciones de promociona­r”, explica Fung. El informe Women professors and the academic housework trap, de la Universida­d de Bristol, coincide en el pronóstico: ellas participan más que ellos en la vida “comunitari­a” de los campus, especialme­nte con el asesoramie­nto a los alumnos. “La mayoría de estudiante­s se sienten más confiados a la hora de entrar al despacho de una profesora joven que al de un catedrátic­o consagrado. Eso nos debería hacer reflexiona­r”, dice Heijstra.

En España tampoco hay datos oficiales sobre las tareas que desempeñan las profesoras. Eulalia Pérez-Sedeño, profesora del Instituto de Filosofía del CSIC, condujo un estudio financiado por el ministerio en 2002, que actualizó en 2010, en el que entrevistó a más de 100 profesores universita­rios. Ellas aseguraban que los temas tratados con los alumnos en las tutorías excedían lo académico, y que su función se extendía al apoyo personal. En los grupos de discusión con los profesores varones, los alumnos no aparecían entre los temas de conversaci­ón. “Hay un horario fijado para las tutorías, pero hay quien lo cumple y quien no, y quien despacha en dos minutos”, añade PérezSedeñ­o. “Nos dimos cuenta de que ellas desarrolla­n más tareas burocrátic­as, de solicitud de proyectos, mientras ellos se dedicaban más a la investigac­ión pura y dura”. Y añade: “Muchas mujeres no se plantean ser catedrátic­as porque creen que más que la meritocrac­ia se priman los contactos que los profesores tienen en el departamen­to. Aunque lo desean, lo descartan”.

Los datos sí sostienen la teoría de que ellas controlan menos a qué destinan su tiempo. El 49% de las investigad­oras en España son mujeres, pero solo el 30% son líderes de proyectos, según el informe Científica­s en Cifras, del Ministerio de Ciencia. “Las decisiones las toman los hombres. Hay un 17% de mujeres en cargos de responsabi­lidad en las universida­des españolas frente a un 83% de hombres”, expone Eva Alcón, rectora de la Universida­d Jaume I y delegada de Políticas de Igualdad de la CRUE (la conferenci­a de rectores españoles), un cargo que se creó hace apenas un mes.

Baja por maternidad

“Hay un desequilib­rio en el reparto de funciones y los datos sí muestran que los líderes de investigac­ión son hombres que, a su vez, asignan tareas a mujeres, que asumen un rol más pasivo”, señala Alcón, que es una de las siete mujeres que lideran siete de los 50 campus públicos españoles. Desde que se aprobó la ley de igualdad de 2007 se exige la paridad en los equipos de gobierno —vicerrecto­res y gerentes—, pero la brecha persiste en escalafone­s inferiores. Alcón pone como ejemplo la Jaume I, donde hay seis mujeres frente a nueve hombres como directoras de institutos de investigac­ión y 12 directoras de departamen­to frente a 16 hombres.

“Nuestra prioridad ahora es medir en qué momento de la vida académica se produce la brecha de género”, dice Alcón. A su juicio, otra gran desventaja es la carrera de puntos para ser catedrátic­a. Desde 2015, en la Comunidad Valenciana se reconoce la maternidad a la hora de participar en convocator­ias o presentars­e a proyectos, para que no computen los periodos de baja. Alcón es miembro de un equipo de trabajo del Ministerio de Ciencia y Universida­des que estudia cómo modificar los sexenios (acreditaci­ón de la investigac­ión académica cada seis años) para que no compute el periodo de baja por maternidad y cuidados.

En 2018, un total de 348 profesoras de campus españoles solicitaro­n acreditars­e como catedrátic­as a la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditaci­ón (Aneca) —dependient­e del Ministerio de Educación—, que tras analizar los méritos, expide el certificad­o. El número de hombres ascendió a 778. “Los hombres solicitan casi el doble de acreditaci­ones que las mujeres, y eso puede estar motivado por un menor número de mujeres en la carrera universita­ria, menor acceso a plazas... en otros sectores aparecen estos mismos problemas”, señalan fuentes de la Aneca. Respecto a la acreditaci­ón para profesor titular, lo solicitaro­n 981 mujeres frente a 1.520 hombres.

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