Ojalá que esta película tenga larga vida en una cartelera llena
testimonial de cierto tipo de cine. Que le pregunten a los distribuidores que rastreaban incansablemente en el catálogo de los festivales de cine.
El pan de la guerra pertenece al formato del dibujo animado. Ojalá que tenga larga vida. Es bonita y sensible. También muy triste. Cómo no serlo al contar la historia de una cría permanentemente acorralada en el Kabul de los talibanes, intolerante y salvaje, sin el menor respeto no ya hacia los disidentes, que tienen
Cuenta la historia de una cría acorralada en el Kabul talibán
que hacerse invisibles, mudos y sordos si no quieren ser exterminados, sino también para los más débiles, los tullidos, las mujeres, niñas a las que destinan marido sin la menor posibilidad de elección. La protagonista, en nombre de la supervivencia y siguiendo la pista de su encarcelado padre, debe disfrazarse de niño y refugiarse ante el horror cotidiano escuchando cuentos y leyendas orales presididos por la lírica, con capacidad para hacer soñar.
La produce el estudio irlandés Cartoon Saloon. Es la primera película que veo de ellos. Me cuentan opiniones fiables que es hermoso todo lo que han hecho, que están especializados en leyendas celtas, que siempre tienen un punto trágico, lo cual es un impedimento para esos éxitos taquilleros que están calculados al milímetro. Y está muy bien que la productora Pixar, tan innovadora en este tipo de cine y frecuentemente genial, arrase comercialmente y contente a los paladares más críticos. Pero no es obligatoria su firma para que el cine de animación, pensando también en un público adulto, mantenga un alto nivel de calidad en Japón, Irlanda, Bélgica o Francia. También en España. Eran tan atractivas como amargas Arrugas y Buñuel en el laberinto de las tortugas. Y la próxima semana llega Toy Story 4. Y los fans de esta impagable saga se relamen anticipadamente.