Can Pujolet
Una casa ibicenca del siglo XVIII con piscina salada y 13 hectáreas con huerto y árboles frutales las. Aunque el turismo se ha erigido en la principal actividad del Pujolet.
Un equipo atento acoge y guía a los huéspedes por esta geografía de cal y piedra diagramada de terrazas, muretes bajos, escaleras equinocciales y ventanucos asimétricos. El bisel del tiempo ha dado vida a los recovecos, auténticas cajas de sorpresas botánicas. Al atardecer, la luz que peina los bosques marinos dora en estas esquinas las florecitas desmelenadas, los poyetes de las troneras y las páginas de los libros que la clientela se deja a medio leer durante su estancia. Abarca tanto el horizonte, abunda tanto la vida en la campa que para qué distraerse con otras miradas.
Lo mismo podría decirse del paisaje interior que conforman los 10 dormitorios, diferentes en tamaños y orientaciones cardinales. Su ambientación hortícola no parece ornamental, pese a los toques asiáticos y magrebíes que completan el abecedario mediterráneo del resto de la edificación, incluidos el apartamento y el bungaló anexos. Absorben el aire las vistas, los muebles de madera maciza, las alfombras rabatíes y las colchas balinesas, bajo una viguería de sabina que evoca el origen pitiuso de la isla. Al amanecer, la brisa silbante de Es Amunts despierta a los huéspedes con una invitación sinfónica de Nina a un desayuno servido en el porche, fragante a olivos, almendros, albaricoques y yodo mediterráneo.