Una técnica para borrar 32 de 6.000 letras de un gen
Denís Rebrikov se muestra muy confiado en su técnica. Y en sí mismo.“Tenemos un modelo para verificar correctamente que no hay mutaciones no deseadas”, asegura.
Pese al rechazo generalizado, tampoco considera que su programa suponga un problema ético. “No es nada que no exista ya. Estamos hablando solo de imitar mutaciones naturales del ADN dentro de estos embriones. Nosotros no creamos ninguna secuencia que no exista en la población”, apunta. En el caso del VIH, el investigador pretende generar una mutación presente en el 1% de los europeos, que genera una cierta inmunidad al virus. Para ello es necesario borrar 32 de las 6.000 letras del gen con la técnica CRISPR.
Rebrikov asegura que las advertencias de que CRISPR puede generar niños mosaico —con diferentes códigos genéticos en sus células, lo que podría desencadenar enfermedades autoinmunes— son infundadas. “Existen distintos tipos de mosaicos genéticos naturales. Además, no hay ninguna evidencia de que puedan padecer enfermedades”, exclama. que la ley rusa amparará su proyecto. No ve ningún problema ético. Ni de seguridad. “Estoy ahora mismo preparando los protocolos del programa, en los que mostraré que no hay mutaciones no deseadas”, dice. Cree que los tendrá listos en julio, momento en que presentará el proyecto al Ministerio de Sanidad y a la Agencia Rusa de Medicamentos y Productos Sanitarios, los organismos encargados de revisar el caso.
Un riesgo alto
Las autoridades rusas aún no han comentado este asunto. Sin embargo, el presidente del Comité de Ética del Ministerio de Salud de Rusia, Serguéy Kutsev, se ha apresurado a criticar el experimento, y ha propuesto que las autoridades tomen este y otros programas similares bajo estricto control. “El riesgo de los experimentos con embriones humanos es extremadamente alto y su importancia clínica es dudosa”, remarca por teléfono. “Espero que la reacción de la comunidad científica sea muy sobria y que el Ministerio de Salud tome la investigación de ingeniería genética en Rusia bajo estricto control”, reclama el principal investigador en genética del Ministerio de Salud.
Rebrikov, mientras tanto, cuenta que ya tiene un acuerdo con un centro de la región de Moscú que atiende a mujeres con VIH para reclutar voluntarias para su programa. Y afirma que ya tiene embriones listos para la implantación en su ensayo sobre VIH, aunque “ningún embarazo”. “Tenemos dos embriones con el CCR5 editado”, sostiene y añade: “Para otras enfermedades todavía no disponemos de ellos, porque tenemos cientos de mutaciones en decenas de genes asociados. Estamos buscando familias voluntarias”.
Frente a quienes consideran su postura en esos casos de trastornos congénitos como una forma de eugenesia, Rebrikov no ve la polémica. “Es difícil estimar la tasa de patología de los enanos. La mayoría de ellos son felices y viven vidas normales. Ser sordo hace que la vida sea más difícil, pero aun así viven sus vidas”, explica. “Es difícil estimar si vale la pena hacer cambios en el genoma, pero si no hay riesgo, simplemente no haré un bebé sordo sino uno que oiga, y sus hijos también oirán”, añade.
Lluís Montoliu, presidente de la Asociación para la Investigación Responsable e Innovación en Edición Genética (ARRIGE, por sus siglas en inglés), se muestra muy preocupado por el proyecto ruso. Su organización acaba de emitir un comunicado para exigir una regulación internacional que “impida la aplicación de esta poderosa tecnología en embriones humanos destinados a su implantación antes de que sea considerada segura, útil y aceptable”. “Es una irresponsabilidad, una temeridad. No puede ser que estos anuncios queden sin respuesta”, señala Montoliu, que espera que las autoridades rusas tomen cartas en el asunto rápidamente.
Ante las preguntas sobre los riesgos que supone la alteración genómica, el investigador ruso afirma que es capaz de controlarlos. Y también, asevera, de lograr que sea un proceso “seguro”.