Broncano estaba cómodo en los márgenes. Sabe lo que le espera ahora
La noche del miércoles, después de que el consejo de RTVE confirmara en medio de una feroz bronca interna el fichaje de David Broncano, el cómico no lo mencionó en su capítulo de La resistencia en Movistar+. Jugaba a estar descentrado, pero eso lo hace mucho. Dice: “No sé lo que viene ahora”. Ricardo Castella, el otro director de su programa, le enseña el guion: “Todo está en un e-mail”. Y el presentador responde: “Ya, ya, pero es que hoy he tenido mucho jaleo”.
Todo parece improvisado en La resistencia, pero para eso hay que prepararse bien. Broncano, 39 años, se hace el despistado, pero es un tipo inteligente y con talento, que ha construido una marca propia, que ha transformado en pocos años el late night y que atrae una audiencia joven poco fiel a la televisión lineal. Ejerce un humor loco y espontáneo, cada vez más despegado de la agenda de actualidad. Ya no hace monólogos, y se le daban bien: su punto fuerte son las entrevistas delirantes. Tiene más público en diferido, en las plataformas de vídeo y audio. Representa como pocos el descaro de una generación, la milenial, que va desplazando a los X y a los boomers y conecta mejor con las que van detrás.
En el mundo anglosajón se respeta a los cómicos que, como Ricky Gervais o Sarah Silverman, tienden a pisar charcos y acercarse a los límites de lo tolerable. En la mejor comedia eso es aceptado, y aplaudido, porque existe complicidad entre el humorista y su público. A quienes hemos seguido a Broncano nos cuesta imaginar su programa en La 1 a las 21.45, justo después del Telediario. Tendrá que elegir entre dar con un nuevo estilo o, si es fiel a su idea, prepararse para recibir palos a diario. Se escrutará cada palabra que diga. Es imposible hacer gracia a todo el mundo.
Como la crispación política lo está envenenando todo, ahora Broncano se ve en medio de la batalla. Se dice de él que ha sido elegido por La Moncloa, cuando su humor tiene muy poco de político. Se ha dicho que cobrará 14 millones al año, cuando ese es el coste del espacio por temporada, a 87.000 por capítulo, no más caro que otros y más barato que una serie.
Broncano estaba cómodo en los márgenes, los de un canal de pago, las plataformas y las redes. Ahora va a tener, sí, más jaleo. Será difícil que desbanque a El hormiguero, muy asentado y más enfocado al público familiar. Por la televisión pública correrá algo de aire fresco, el que abundaba en tiempos menos timoratos.
“La idea de que necesitamos tutores alienígenas es un insulto a la humanidad”
Luis Alfonso Gámez
“La astrología te está diciendo que al universo le importas, pero al universo no le importamos nada”
Más de 2.200 volúmenes acerca del fenómeno ovni, el ocultismo, fantasmas, la Atlántida, monstruos y demás asuntos paranormales contemplan desde las estanterías a Luis Alfonso Gámez (Bilbao, 61 años) mientras, a través de videoconferencia, él diserta acerca de mitos y leyendas hasta abducir a su interlocutor. El periodista acaba de publicar El anciano que murió haciendo el amor con un fantasma (Menoscuarto), un libro en el que desmonta los fenómenos paranormales. Lo mismo dan los extraterrestres que el Bigfoot o las medicinas alternativas, Gámez no se cree nada.
Pregunta. ¿Dónde empieza su afán por desmontar todo esto de lo paranormal?
Respuesta. De chaval atraían los ovnis porque en los medios te contaban historias sorprendentes de avistamientos y de gente que se encontraba con seres supuestamente de otros mundos. En la adolescencia, empecé a leer sobre el asunto y me di cuenta de que no había ninguna prueba, solo testimonios y estos son muy falibles. En realidad, lo que más me interesa son las historias que hay detrás de lo paranormal. P. Eso en el libro queda bastante claro. R. El espiritismo, la comunicación con los muertos, por ejemplo, surge porque unas niñas le gastan una broma a su madre el día del 1 de abril. Pero lo que es de verdad apasionante es todo lo que se ha desarrollado después... Somos los periodistas los que lo creamos. El Bigfoot surge cuando un contratista estadounidense que trabaja en una carretera en California y, harto de que los vándalos destrocen su maquinaria, coge unas planchas con unas huellas grandes y las marca en el suelo. En el periódico sale que hay un bicho misterioso en el bosque y dejan de destrozarle la maquinaria.
P. Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, fue un fervoroso creyente del espiritismo. ¿Cómo es posible?
R. Ser muy inteligente no necesariamente te hace ser escéptico. Como decía Carl Sagan, afirmaciones extraordinarias requieren de pruebas extraordinarias. Pero cuando quieres creer, no hay ninguna prueba que pueda evitarlo.
P. ¿No le parece que los escépticos son un poco aguafiestas?
R. Sí, parece que estás diciendo: “Papá Noel no existe”. Lo que me apasiona es lo que esto nos enseña del propio ser humano. ¿Por qué no contar de dónde vienen mitos como el de las visitas alienígenas? El cine no solo se alimenta de ellos, sino que los alimenta. Nadie había hablado de platillos volantes hasta el estreno en 1951 de Ultimátum a la Tierra, de Robert Wise. Un año después, un cocinero se encuentra un alienígena en el desierto de California que le dice que están muy preocupados en la confederación del sistema solar, por el uso que los humanos hacen de las armas nucleares…
P. ¿Hemos pasado de la picaresca a colar otro tipo de mensajes más peligrosos?
R. Sí, por ejemplo, la teoría de los antiguos astronautas, que sostiene que las pirámides de Egipto o las mayas fueron construidas por extraterrestres, en el fondo vende supremacismo blanco. Minusvalora los logros de grandes culturas humanas y las grandes civilizaciones que no fueron occidentales. La idea de que nos necesitamos unos tutores alienígenas para hacer las cosas es un insulto a la humanidad.
P. ¿Cómo es posible que sigan funcionando cosas como el horóscopo, las terapias alternativas, o las conspiranoicas?
R. El ser humano necesita creer y el horóscopo y la astrología te están diciendo que al universo le importas, pero al universo no le importamos nada, ni tú, ni yo, ni toda la humanidad. En cuanto a la acupuntura, la homeopatía y demás, la enfermedad es muy dura. Todos tenemos derecho a agarrarnos a un clavo ardiendo, pero lo que no pueden permitir las autoridades es que haya gente que nos venda ese clavo ardiendo, que se aproveche vendiendo agua con azúcar como si fuera a curarme.
P. ¿No será usted escéptico por la gracia de Dios?
R. No, lo soy porque soy cáncer y los cáncer somos escépticos [ríe].