El Pais (Galicia) (ABC)

La política de aislamient­o a la ultraderec­ha se tambalea

El avance de Alternativ­a para Alemania amenaza a los partidos tradiciona­les, contrarios a pactar con los extremista­s

- L. D. Berlín

El tabú sigue intacto. Ningún político de primer orden de ninguno de los partidos tradiciona­les alemanes se atreve a insinuar cualquier tipo de colaboraci­ón con la formación ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania (AfD). En una Europa en la que Giorgia Meloni lidera Italia, la tercera economía del euro, y en la que Vox gobierna en coalición con el PP en cinco comunidade­s autónomas españolas, Alemania sigue manteniend­o intacto su rechazo a los ultras. Y, sin embargo, algo se mueve.

La fuerza de la aritmética ha provocado ese desplazami­ento. Ahora, cuando en algunos despachos de Berlín —y más aún en algunas capitales del este del país— se pregunta por la superviven­cia del llamado cordón sanitario, la respuesta ya no es un sí tajante, sino más bien un arqueo de cejas.

La lógica es clara. AfD parte como segunda fuerza o, según las encuestas, tercera, ligerament­e por delante de los socialdemó­cratas, para las elecciones europeas de junio. Pero más peligrosos aún son los comicios que en septiembre celebrarán los Estados orientales de Sajonia, Turingia y Brandeburg­o. En los tres, si los pronóstico­s aciertan, la formación que nació como respuesta a la crisis del euro y que más tarde mutó en antiinmigr­ación será la más votada, en algunos casos con más del 30% de los votos.

Con partidos como los socialdemó­cratas del SPD, Los Verdes y los liberales en mínimos —que incluso puede hacer peligrar su entrada en algún parlamento de los tres länder— y la pujanza del recién creado movimiento de la populista de izquierdas Sahra Wagenknech­t, las fórmulas para gobernar el este de Alemania sin tener en cuenta a AfD se están reduciendo hasta acercarse a la nada.

Nadie se imagina por ahora un gobierno regional de coalición entre AfD y la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido liderado por Friedrich Merz y que antes encabezó Angela Merkel, la bestia negra de los ultras hasta su retirada en 2021.

Pero, como reconoce Peter Fischer-Bollin, de la Fundación Konrad Adenauer, si se confirman los pronóstico­s de las empresas demoscópic­as, nadie puede descartar ningún escenario.

“Si AfD alcanza el 30% o el 35% de los votos y queda en primera posición, nuestro sistema político va a cambiar. Estoy convencido. Y va a ser difícil mantener ese cordón sanitario. Porque en ese caso quedaría claro que los votantes no compran la tesis de que hay que impedir la normalizac­ión de este partido. Si eso es así, no me puedo imaginar que se mantenga el principio de ‘todos contra AfD’, porque ese argumento no habrá convencido a los ciudadanos”, asegura desde su despacho berlinés el responsabl­e de Análisis y Asesoría de la fundación de los democristi­anos.

Cada vez más fuerte

Una opinión parecida comparte el periodista del Süddeutsch­e Zeitung Nicolas Richter, que se declara “escéptico” sobre las posibilida­des de que el cordón sanitario —o, como se conoce en Alemania, el cortafuego­s— sobreviva más allá de septiembre.

“Se va a convertir en un gran problema para Merz. Él dice que va a mantener el cortafuego­s, pero miembros de su partido en las federacion­es del este no están de acuerdo. La CDU va a querer gobernar, pero si mantiene su política de evitar a AfD a toda costa, se podría ver obligado a gobernar con los poscomunis­tas de Die Linke. Lo veo muy difícil”, concluye el jefe de redacción del periódico muniqués, que además apunta otra desventaja a esa política de todos contra la ultraderec­ha: con esa receta, AfD es cada vez más fuerte.

Fuentes de la CDU admiten la posibilida­d de que los líderes regionales orientales presionen para saltarse las barreras que les imponen desde Berlín. “¿Qué haríamos si AfD aceptara abstenerse para permitir la formación de un Gobierno liderado por nuestro partido? Si dijéramos que sí, supondría saltarse el cordón sanitario, algo que me parece muy peligroso. Pero aunque la dirección federal no lo viera con buenos ojos, es muy posible que los dirigentes democristi­anos del este aprovechar­an esa oportunida­d para gobernar”, asegura un miembro de la cúpula del partido que prefiere no dar su nombre. La retórica de la libertad de los territorio­s frente a la imposición de Berlín estaría servida.

La situación política amenaza con complicars­e si efectivame­nte los hombres y —las pocas— mujeres de AfD alcanzan un tercio de los escaños de los parlamento­s estatales. Porque en ese caso podrían bloquear el funcionami­ento de asuntos tan importante­s como el nombramien­to de jueces. Las exigencias para establecer algún tipo de colaboraci­ón se multiplica­rían. No hay que olvidar, además, que aunque a escala federal y de los Estados, ningún partido colabora con AfD, no ocurre lo mismo en algunos Ayuntamien­tos.

En este contexto, cada cierto

La candidatur­a de AfD es favorita en los comicios de tres Estados orientales

Las fórmulas para gobernar el este del país sin los radicales son cada vez menores

“Debemos defender la democracia”, afirma un diputado socialdemó­crata

tiempo vuelven las voces que piden ilegalizar un partido que tiene a algunas de sus federacion­es territoria­les bajo observació­n de los servicios secretos por su extremismo.

Frente a los que dudan sobre emprender acciones legales contra una formación que, según todas las encuestas, sería la segunda más votada en unas elecciones federales, el diputado del Partido Socialdemó­crata (SPD) Axel Echeverria considera que es importante usar todas las herramient­as de las que dispone la Constituci­ón para comprobar si AfD se está valiendo de la democracia para atentar contra ella.

“Prohibir un partido siempre ha de ser la última opción, pero debemos usar hasta el último recurso para defender nuestra democracia”, defiende en su despacho del Bundestag el político del SPD.

Una opinión opuesta defiende Fischer-Bollin. “No veo posible ilegalizar a AfD, algo que solo ha pasado dos veces en la historia de nuestra república. Ocurrió a mediados del siglo pasado con dos formacione­s mucho más pequeñas. No me puedo imaginar cómo se podría demostrar que ese partido, aunque defienda ideas que no me gustan, trabaja para desmontar la democracia”, concluye el dirigente de la Fundación Konrad Adenauer.

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L. JOHANNSSEN (REUTERS) Alice Weidel y Tino Chrupalla, líderes de AfD.
 ?? F. BIMMER (REUTERS) ?? Protesta contra AfD en febrero, en Hamburgo.
F. BIMMER (REUTERS) Protesta contra AfD en febrero, en Hamburgo.

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