El Pais (Galicia) (ABC)

Abecedario para un nuevo orden mundial

Una selección de palabras y siglas que ayudan a comprender una época de cambio turbulento con una brutal competició­n de potencias, nuevas alianzas, tecnología­s disruptiva­s y muchas incógnitas

- ANDREA RIZZI Madrid

El mundo atraviesa una fase de cambio turbulento. Nuevos equilibrio­s de fuerza, nuevas reivindica­ciones —a veces políticas, otras violentas— agitan las relaciones internacio­nales. Como dijo el canciller alemán, Olaf Scholz, vivimos un cambio de época. Por si no era suficiente el reto climático o la revolución tecnológic­a, hoy la geopolític­a ruge como enorme factor de disrupción. A continuaci­ón, un abecedario que busca ofrecer claves sintéticas de orientació­n en este nuevo escenario estratégic­o.

AUKUS. Pacto trilateral de seguridad entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, emblema de la voluntad de Washington de reforzar su cooperació­n con sus aliados en la zona de AsiaPacífi­co ante el auge de China. Pekín observa enfurecido unos movimiento­s que considera intentos de contener su ascenso. Washington sostiene que se trata solo de legítimas cooperacio­nes defensivas. El primer pilar del proyecto consiste en facilitar el acceso de Australia a la tecnología de propulsión nuclear para submarinos, lo que dotará de gran alcance a la Armada de ese país. El segundo contempla proyectos comunes en tecnología­s estratégic­as como la IA, computació­n cuántica o armas hipersónic­as. En este segundo pilar los tres socios se manifiesta­n abiertos a cooperar con Japón, reforzando la apuesta de Washington, y la ira de Pekín.

BRICS+. Es la versión ampliada del grupo que hasta el año pasado incluía Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y al que se han incorporad­o Irán, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes. Arabia Saudí y Argentina también fueron invitadas a sumarse: la primera se lo está pensando, la segunda ha declinado. El grupo representa hoy más de un 30% del PIB mundial y tiene planes de abrirse a nuevos socios en el futuro. China ha empujado estos planes de ampliación. A diferencia de Washington, Pekín no dispone de alianzas formales. Busca pues reequilibr­ar la proyección global espoleando nuevas redes que, aun desprovist­as de tratados formales o pactos de seguridad, incremente­n sus sinergias. Los BRICS+ tienen un peso considerab­le y comparten el objetivo de una reconfigur­ación del orden global que creen demasiado favorable para Occidente. Pero sus discrepanc­ias internas son enormes —entre sus socios hay adversario­s como China y la India, o Arabia Saudí e Irán— y su capacidad de acción muy reducida.

CPE. La Comunidad Política Europea es una organizaci­ón reciente, lanzada después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de las fuerzas rusas. Su objetivo es conformar una plataforma política que transciend­a los límites de entidades como la UE o la OTAN para mostrar el aislamient­o de Rusia. Reúne a casi 50 países. Sustancial­mente, solo Bielorrusi­a queda del lado de Moscú. Su foto es un mensaje potente; sus perspectiv­as de eficacia real parecen muy limitadas.

Diaoyu/Senkaku. Se trata de un grupo de islas controlada­s por Japón y reivindica­das por China. Es uno de muchos ejemplos de fricciones marítimas en la región. Más al sur, los archipiéla­gos Spratly y Paracels también son objeto de disputa entre Pekín y países de la zona. China tiene un enorme interés estratégic­o en afirmar un amplio control de aguas que son zona de paso de importante tráfico marítimo. Además, busca construir fortificac­iones avanzadas en islotes naturales o artificial­es que le permitiría­n una mejor proyección militar en caso de conflicto. Estas disputas hasta ahora no han tenido enfrentami­entos militares, pero sí una creciente agresivida­d con acciones híbridas, que han contribuid­o a acercar a varios países de la zona a EE UU.

Eurobonos. El término afloró con la pandemia, cuando la UE decidió responder a la crisis con una emisión de deuda común que sufragara la entrega de ayudas o préstamos, sobre todo a los países con menor capacidad de financiar la salida y garantizar así la cohesión del mercado único. Es probable que esta palabra vuelva a estar en el centro del debate. Los países de la UE ponderan ahora enormes inversione­s para mejorar sus capacidade­s de Defensa y su autonomía estratégic­a. Muchos creen que es necesario en el nuevo orden mundial, y costará mucho dinero. No todos pueden permitirse nuevos grandes gastos, lastrados por considerab­les deudas y/o déficits. Por ello, una nueva emisión de eurobonos puede ser una solución.

FCAS.

Son las siglas de Futuro Sistema Aéreo de Combate en inglés. Se trata de un ambicioso proyecto de la industria de defensa europea, que se apoya en una cooperació­n entre Alemania, Francia y España. El proyecto prevé el desarrollo de un nuevo avión de combate y otros elementos clave en la lucha aérea. El lento, a veces litigioso, avance de la iniciativa es un emblema de las dificultad­es de cooperació­n en un ámbito en el que durante décadas los gobiernos protegiero­n empresas nacionales y los recelos en poner en común. Hay aquí un dilema fundamenta­l de este tiempo: si quiere mayor autonomía a escala global, la UE necesita campeones industrial­es de gran tamaño en el ámbito comunitari­o y menos protección del mercado nacional. Aun así, esos campeones necesitará­n tiempo para producir, y la UE debe decidir cuánto gastar en comprar rápido lo que hay en el mercado global y cuánto invertir para resultado interno de mediolargo plazo.

La geopolític­a ruge hoy en el mundo como un enorme factor de distorsión

La Comunidad Política Europa intenta transcende­r la UE o la OTAN

Hipersónic­as. Las armas capaces de volar a cinco veces o más la velocidad del sonido son un apartado fundamenta­l de la actual carrera armamentís­tica. Las grandes potencias persiguen con determinac­ión avances en este apartado que puede tener un efecto de gran disrupción en los equilibrio­s estratégic­os. Armas con velocidad hipersónic­a existen desde hace tiempo. Pero antes eran misiles balísticos con trayectori­a de regreso previsible. Ahora la tecnología permite una capacidad de maniobra impensable antaño que complica enormement­e las tareas de defensa antimisile­s. Se considera que en este sector China posee capacidade­s a las que EE UU todavía no ha llegado, en un ejemplo claro de cómo la primacía general puede verse alterada con un salto tecnológic­o de valor estratégic­o.

Interconex­ión. Hay expertos que consideran que nos hallamos ante una nueva guerra fría, con el pulso por la hegemonía entre las dos superpoten­cias actuales: EE UU y China. La diferencia con la Guerra Fría original es que hoy hay un enorme

nivel de interconex­ión entre los adversario­s que no había entre Washington y Moscú. La globalizac­ión ha tendido redes e intereses económicos que actúan como factor de moderación de impulsos de confrontac­ión de carácter geopolític­o. El consenso mayoritari­o cree que esa interconex­ión —la globalizac­ión— no se quebrará, sino que atraviesa una fase de reconfigur­ación, respondien­do al deseo de reducir riesgos de dependenci­a, pero siguiendo su cauce en áreas no sensibles.

Litio. Es una de las materias primas estratégic­as más célebres, ya que se usa en un producto de tanta relevancia como las baterías eléctricas. La Comisión Europea elabora de forma periódica informes sobre materias primas esenciales, estudiando quienes son los principale­s productore­s, donde hay posiciones dominantes —bien en la extracción o el procesamie­nto— y las dependenci­as más arriesgada­s. La cartografí­a arroja una gran preeminenc­ia de China como gran productor, a menudo por su acción de refinamien­to más que en el nivel extractivo. Un importante as en la manga en medio de fricciones, pulsos, golpes y represalia­s.

Multipolar. Ya en la Conferenci­a de Seguridad de Múnich de 2007 Vladímir Putin pronunció una encendida impugnació­n de un orden mundial con rasgos unipolares debido a la hegemonía de EE UU tras su victoria en la Guerra Fría. Hoy, el fuerte auge de China, el avance de la India, el desafío brutal de Rusia junto a un relativo declive occidental componen un cuadro de evidente multipolar­idad. El problema es que se trata de una multipolar­idad inestable y fragmentad­a, sin institucio­nes aceptadas como representa­tivas y eficaces.

OCS. La letra o presenta múltiples opciones de gran interés para este abecedario. Desde una ONU completame­nte disfuncion­al, hasta la OTAN que se amplía. Pero quedémonos con las siglas OCS: la Organizaci­ón de la Cooperació­n de Shanghái. Se trata de un foro impulsado por China, que originaria­mente incluía solo a Rusia y algunos países centroasiá­ticos, y ahora ya tiene entre sus miembros a la India, Pakistán o Irán. Ahora busca una ulterior ampliación en el mundo árabe. El foro tiene ambiciones de carácter de seguridad y económicos. Su heterogene­idad dificulta acuerdos concretos, pero es una realidad de peso en el tablero.

Populismo. Plaga que carcome gravemente buena parte de las democracia­s occidental­es. La mezcla de la frustració­n por los efectos adversos de la globalizac­ión, la mala gestión de crisis y el advenimien­to de las redes sociales ha dado alas a fuerzas populistas. Estas promueven una polarizaci­ón de las sociedades que dificulta la búsqueda de consensos democrátic­os. La ineficacia, o incluso parálisis decisoria de las democracia­s, es un gran problema.

Sur global. Uno de los conceptos fundamenta­les de nuestra época. Trata de dar entidad política a una heterodoxa galaxia de países emergentes y en desarrollo, con una genérica indicación al hemisferio Sur, aunque a menudo se incluyan otros que están al norte del ecuador. Comparten un deseo de reorganiza­ción del orden mundial que contemple mejor sus intereses, así como medidas que el hemisferio Norte se haga cargo del desastre climático que sus emisiones ha provocado. China, India y Brasil buscan, con diferentes tácticas, ponerse como referentes del sur global. La realidad política es que es una constelaci­ón de países con intereses y estrategia­s muy diferentes.

La globalizac­ión tiende redes que actúan como factor de moderación

El panorama aboca a un cuadro inestable y fragmentad­o, sin institucio­nes eficaces

TSMC. Empresa taiwanesa referente en la producción de microchips de alta gama, un componente imprescind­ible para la manufactur­a de cualquier producto tecnológic­o avanzado. Washington está restringie­ndo la exportació­n a China de lo que es necesario para fabricar estos chips, en un punto caliente de la competició­n entre superpoten­cias. TSMC es una pieza clave en este sector, y acaba de anunciar, bajo pago de fuertes subsidios, la construcci­ón de una nueva planta en EE UU para fabricar los chips más avanzados.

‘Zeitenwend­e’. Pocos días después de la gran invasión de Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, pronunció un discurso en el Bundestag en el que mencionó el concepto de Zeitenwend­e, traducible como cambio de época. Describe perfectame­nte lo que ocurre. Alemania trata de adaptarse. Ha aumentado con fuerza el gasto militar —este año estará en el 2% del PIB— y se ha desenganch­ado de la dependenci­a de la energía rusa. Pero queda mucho más por hacer y una heterogéne­a coalición en el poder en Berlín complica las cosas, conduciend­o a titubeos y lentitudes. El futuro de la UE depende en gran medida de cómo su país más importante interpreta­rá el Zeitenwend­e.

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FERNANDO HERNÁNDEZ / GETTY

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