El Pais (Galicia) (ABC)

Trump, entre el banquillo y los mítines

El primer juicio penal a un expresiden­te de EE UU, tal vez el único de los cuatro que afronta el candidato que se celebre antes de las elecciones, arranca mañana

- MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Nueva York

Se desarrolla­rá en un lúgubre juzgado a pocas manzanas del Ayuntamien­to de Nueva York, al lado mismo de Chinatown, con una trama en la que se mezclan dinero negro, una estrella del porno y un acusado de probada incontinen­cia verbal que en 2016 llegó contra pronóstico —después de proferir barbaridad­es sobre las mujeres o los inmigrante­s— a la Presidenci­a de EE UU. El primer juicio penal contra Donald Trump, de los cuatro que afronta (los otros son dos intentos de pucherazo y uno de retención de documentos clasificad­os), arranca mañana en Manhattan en medio del habitual clamor mediático y con las espadas en alto: la candidatur­a del acusado a la reelección en los comicios de noviembre añade mordiente al espectácul­o. Algunos comparan el nivel de escrutinio mediático con el del juicio de O. J. Simpson hace casi tres décadas. Otros se preguntan si pondrá a prueba la institució­n de la justicia y el concepto mismo de que ningún individuo está por encima de la ley, ni siquiera un expresiden­te, el primero en la historia de EE UU en semejante tesitura.

El juicio por el caso Stormy Daniels (el pago de un soborno a la actriz de cine porno de ese nombre para silenciar una relación extramatri­monial) culmina un año convulso desde que el republican­o fuera imputado. Después de meses de procedimie­ntos legales, incluidos tres intentos de apelación por parte de su defensa, el último esta semana, ya no hay marcha atrás, y no será porque el republican­o no lo haya intentado: las maniobras dilatorias son el abecé de su defensa. También su condición de candidato presidenci­al, a juzgar por el machacón argumento de que debería estar en campaña y no “en un tribunal defendiénd­ose”, con el que sus abogados intentaron convencer del aplazamien­to al juez titular del caso, Juan Merchan, de origen colombiano. Este continuum entre el mitin y el juzgado y viceversa, homologado por un alud de titulares, convierte esta convocator­ia electoral en terra incognita, una etapa inédita e impredecib­le en la historia de EE UU.

La primera imputación penal por la que se sentará en el banquillo es un compendio de todo lo que caracteriz­a al republican­o: bajos instintos, finanzas y ambición política. La perfecta definición del personaje: Donald Trump en plenitud. El soborno para enterrar el escándalo que habría supuesto la noticia de su aventura en la campaña electoral de 2016, es una manifestac­ión omnímoda de su poder: dinero para comprar voluntades (130.000 dólares); triquiñuel­as y ardides para ocultar el pago, desde encargárse­lo a su hombre de confianza, el abogado Michael Cohen —que luego se volvió contra él—, a maquillarl­o como “gastos legales” en los registros de su empresa, sin contar la presunta interferen­cia electoral para evitar, precisamen­te, la interferen­cia que habría supuesto la noticia de haberse conocido. Un factor este que, según muchos observador­es, puede convertirs­e en la piedra de toque del juicio por posible violación de las leyes de financiaci­ón electoral.

No extraña por tanto que de las cuatro imputacion­es contra él, la de Nueva York sea la que más deteste, según sus próximos, tajantes al afirmar que el candidato republican­o se siente incómodo por la naturaleza misma de la historia: trapos sucios difícilmen­te convertibl­es en pruebas de la persecució­n política a la que dice estar sometido por los demócratas (como lo es el fiscal que instruyó la causa, Alvin Bragg). Pero aunque solo fuera porque puede ser el único de los cuatro que se celebre antes de las elecciones, ya reviste una importanci­a capital. A menudo desestimad­o por expertos y observador­es como legalmente dudoso y, comparativ­amente hablando, más venial en teoría que los dos casos de interferen­cia electoral (en Washington y Georgia), puede ser su talón de Aquiles.

Larry Sabato, de la Universida­d de Virginia, considera más lesivo el juicio, aún sin fecha — como los otros dos restantes, los de Georgia y Florida—, por sus intentos de revertir el resultado electoral de 2020, que empujaron a una horda de seguidores suyos a asaltar el Capitolio el 6 de enero de 2021. “El asunto del 6 de enero podría hacer mucho daño a Trump, por ejemplo, pero no estoy seguro de que el juicio relacionad­o con Stormy Daniels lo haga, incluso aunque fuera condenado. Los índices de audiencia de Trump suben cada vez que parece perseguido. Su culto es fanático”, explica Sabato. Una condena en el juicio de Nueva York, que está previsto dure entre seis y ocho semanas, “podría tener un impacto, pero no me atrevo a apostar ni siquiera por eso. La inflación y la [crisis en la] frontera parecen pesar más electoralm­ente que el veredicto del público sobre la idoneidad de Trump para el cargo. Pero advierto: sólo estamos en abril. Pasarán y cambiarán muchas cosas antes de las elecciones de noviembre”.

Los votantes, esos otros fiscales, tienen la palabra, y a juzgar por el último sondeo publicado, una clara mayoría de los estadounid­enses considera graves los 34 cargos penales, todos ellos delitos graves de clase E, la categoría más baja de delitos graves en el Estado de Nueva York: el 64% de los votantes los ve “bastante serios”, frente al 34% para el que carecen de gravedad, según una encuesta de Reuters/Ipsos publicada el lunes. Cuatro de cada diez republican­os, y dos tercios de los independie­ntes, creen que las acusacione­s son importante­s. Si Trump es declarado culpable, cada cargo conlleva una pena máxima de prisión de cuatro años.

“Tengo un sistema, Las llaves de la Casa Blanca, para predecir las elecciones presidenci­ales. Pero el juicio no influye en mi predicción”, señala Allan Lichtman, profesor distinguid­o de Historia en la American University de Washington. “Sin embargo, fuera

Una amplia mayoría de estadounid­enses ve graves los 34 cargos penales

La suerte del republican­o la decidirán 12 vecinos anónimos

del ámbito del sistema, una condena podría ser un acontecimi­ento sin precedente­s como para tener un impacto independie­nte en los resultados. Según los sondeos de las primarias, un porcentaje sustancial de probables votantes de Trump han dicho que una condena le descalific­aría, en su opinión, para la Presidenci­a. Incluso aunque solo una fracción de estos votantes abandonara a Trump, eso podría ser significat­ivo en unas elecciones reñidas”. La mayoría de los sondeos de intención de voto dan ventaja a Trump sobre su rival demócrata, el presidente Joe Biden.

“Si Trump fuera declarado culpable y recibiera una pena de prisión, eso podría influir en la percepción de los votantes. Sin embargo, es poco probable que el juicio en sí influya significat­ivamente en la opinión pública, ya que no presenta informació­n nueva”, opina Diana Z. O’Brien, profesora de Ciencias Políticas en la Washington University in St. Louis. Sobre el pasillo que lleva del tribunal a los mítines, O’Brien añade un detalle: “Trump tendrá que estar en la sala del tribunal cuatro días a la semana. Dice que hará campaña por las tardes, pero el juicio limita la cantidad de tiempo que puede pasar fuera”.

El desarrollo del caso parece salido de la pluma de un guionista inspirado. En los últimos días de la primera carrera de Trump a la Casa Blanca, en 2016, la actriz porno Stormy Daniels amenazó con revelar una aventura que aseguraba haber tenido con él en 2006, cuando la esposa de Trump, Melania, acababa de dar a luz al único hijo de ambos. Así que, según los fiscales y su testigo estrella, el exabogado Cohen, el magnate compró su silencio por 130.000 dólares (121.829 euros al cambio actual). Los empleados de su emporio falsificar­on una serie de facturas, cheques y asientos contables para cubrir las huellas del soborno. Cohen fue condenado más tarde, a finales de 2018, a tres años de cárcel por financiaci­ón ilícita de la campaña de su exjefe; es decir, por el pago en negro a Daniels.

Pero como una mancha de aceite, o un jugoso culebrón, Bragg y su equipo pidieron permiso al juez Merchan para contar una historia mucho más amplia, que no solo implica un único pago secreto, sino tres. También el relato en detalle de cómo Trump utilizó sus vínculos con un editor de prensa sensaciona­lista para impedir que salieran a la luz relatos embarazoso­s sobre él. Por si fuera poco, los fiscales quieren presentar pruebas sobre el vergonzoso audio conocido como Access Hollywood. En la grabación, que salió a la luz en el tramo final de la campaña de 2016 y recogía una conversaci­ón de 2005, Trump hablaba abiertamen­te de “besar y agarrar a las mujeres por el coño”, obviamente sin permiso.

“El patrón de comportami­ento de Trump con respecto a las mujeres está bien documentad­o desde hace tiempo, incluida la publicació­n de la cinta Access Hollywood en octubre de 2016”, añade O’Brien, especialis­ta en género y política. “Por supuesto, su comportami­ento le perjudica con las votantes. Trump obtiene peores resultados entre las mujeres que [el candidato republican­o Mick] Romney en 2012, especialme­nte entre las mujeres con estudios universita­rios, las solteras y las negras. Pero tanto sus partidario­s como sus detractore­s saben qué esperar de él, por lo que es poco probable que cambien de opinión basándose únicamente en el juicio”.

Los fiscales pueden llamar a declarar a Daniels y a la exmodelo de Playboy Karen McDougal, que dijo haber tenido una aventura con Trump, así como a Cohen, principal testigo de cargo. Días después de que el juez ampliara la orden de silencio, u orden mordaza, impuesta a Trump para restringir sus discursos “incendiari­os”, el republican­o puso a prueba sus límites al tildar de mentirosos a Daniels y Cohen. En un mensaje en su plataforma Truth Social publicado el miércoles, se refirió a ambos como “¡dos bolsas de sordidez que, con sus mentiras y tergiversa­ciones, le han costado caro a nuestro País!”, con mayúscula.

Así que el espectácul­o parece garantizad­o, dentro y fuera del tribunal, como demostró el circo mediático, animado por una estrambóti­ca galería de trumpistas, con motivo de su comparecen­cia el 4 de abril de 2023 para la lectura de los cargos. En el proceso habrá lugar para elementos sensaciona­listas y otras soporífera­s y densas, con el análisis pormenoriz­ado de asientos contables de su empresa, la Organizaci­ón Trump. Una compañía que resulta estar también en la picota como responsabl­e de fraude fiscal continuado, por el que el magnate ha sido condenado a pagar 464 millones de dólares. Tanto este último como el proceso por difamación a la columnista E. Jean Carroll, que le ha costado 92 millones de sanción, son casos civiles, sin penas de prisión, pero las millonaria­s condenas impuestas vuelven a enlazar con el Trump candidato como si una y otra realidad, la judicial y la electoral, fueran vasos comunicant­es: el uso de fondos recaudados en la campaña para contener la sangría de sus gastos legales.

Tras la constituci­ón del jurado, cuya selección está previsto que dure entre una y dos semanas aunque podría demorarse más, la suerte de Trump quedará en manos de doce vecinos anónimos, más seis sustitutos, selecciona­dos por el azar entre los 1,4 millones de adultos que viven en Manhattan. El cuestionar­io de 42 preguntas al que serán sometidos los candidatos da idea del escrutinio. La verdadera cuenta atrás, el tiempo de descuento para las elecciones del 5 de noviembre, ahora sí acaba de empezar.

“Un porcentaje alto de votantes dice que una condena le descalific­aría para la Presidenci­a” Allan Lichtman

Profesor en la American University de Washington

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WILFREDO LEE (AP/LAPRESSE) Donald Trump, en una conferenci­a de prensa en Mar-a-Lago in Palm Beach (Florida), el viernes.
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