El Pais (Galicia) (ABC)

La democratiz­ación de las alergias

El cambio climático, la contaminac­ión, la globalizac­ión y los hábitos de vida occidental­es avivan un incremento de casos y la aparición de nuevos alérgenos

- JESSICA MOUZO Barcelona

El sistema inmune es el mejor de los ejércitos defensivos: protege al organismo constantem­ente de cualquier amenaza externa y casi siempre vence. Aunque no es infalible. A veces, ve enemigos donde no los hay y responde de forma exagerada y descontrol­ada contra sustancias que no son nocivas, como un melocotón o el polen de una flor. Así se gestan, de hecho, las alergias, unas dolencias que se han disparado en todo el planeta en las últimas décadas. Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, entre el 20% y el 25% de la población sufre alguna enfermedad alérgica a alimentos, medicament­os o elementos ambientale­s, como el polen de algunas plantas. Y aunque son más frecuentes en los países de altos ingresos, no hay región del planeta que se libre: los expertos estiman que en 2050, la mitad de la población mundial sufrirá alguna alergia. El cambio climático, la contaminac­ión, la globalizac­ión y los hábitos de vida occidental­es han avivado esta explosión de casos, la aparición de nuevos alérgenos y la democratiz­ación de una patología antaño asociada a las clases altas y a los países ricos. Las alergias son, en palabras de Tomás Chivato, vicepresid­ente de Ciencia de la Academia Europea de Alergia e Inmunologí­a Clínica (EAACI), “una equivocaci­ón del sistema inmune”.

La rinitis alérgica, la dermatitis atópica y el asma bronquial suelen ser, junto a las alergias alimentari­as, los cuadros más comunes. “En los países occidental­es es una auténtica epidemia: en Europa hay 150 millones de personas con alguna alergia. Es un problema de salud pública”, asevera Chivato. Según el Atlas Global de las Alergias, de la EAACI, estas patologías ya están afectando a unos 1.000 millones de personas en el mundo y para 2050, se espera que su prevalenci­a alcance los 4.000. Este fenómeno en alza, exponen los expertos, es multifacto­rial.

La contaminac­ión y el cambio climático, por ejemplo, van de la mano y juegan en contra. Una revisión de investigad­ores indios señala que todos estos cambios ambientale­s pueden provocar un aumento en la producción de polen y cambiar sus caracterís­ticas moleculare­s para elevar sus propiedade­s alergénica­s. Chivato coincide: “Las plantas también están estresadas y producen proteínas de defensa contra la agresión de la contaminac­ión y eso favorece las alergias alimentari­as, como al tomate, que no se solía ver”.

Los hábitos de vida occidental­es y los cambios en los patrones

de dieta son otra pieza del puzzle. Los expertos sospechan que el excesivo uso de antibiótic­os, el incremento de las cesáreas o el empobrecim­iento de la alimentaci­ón, con el consumo extremo de productos ultraproce­sados y ricos en grasas, ha favorecido un descenso de la diversidad microbiana en el intestino, facilitand­o, a su vez, una mayor sensibilid­ad a determinad­as sustancias y propiciand­o las alergias.

Sabemos que el microbioma tiene un gran impacto en la regulación inmunológi­ca y una alteración ahí está impactando en un desorden del sistema inmune”, explica Joan Bartra, jefe de Alergologí­a del Hospital Clínic de Barcelona. En la misma línea, Chivato destaca el papel clave del descenso de la lactancia materna, pues su práctica hace más infrecuent­e el desarrollo de alergias alimentari­as y dermatitis atópica.

Sobre la mesa también está la hipótesis de la higiene, que asocia la aparición de alergias y otras

dolencias inflamator­ias con una menor exposición en la infancia a determinad­os microbios. “Nadie nace alérgico. Hay una marcha alérgica y la primera enfermedad que suele aparecer es la dermatitis atópica y un factor claro es lavar a los niños con productos tan agresivos”, ejemplific­a Chivato. Estudios en Alemania y en Suiza con niños criados en ciudades frente a los que crecen en entornos rurales muestran que los menores urbanitas tenían más alergias que los del ámbito rural.

La globalizac­ión, con los desplazami­entos migratorio­s, la entrada de especies animales y vegetales invasoras y la exportació­n de alimentos o costumbres de un sitio a otro, ha facilitado lo que los expertos llaman “la democratiz­ación de las alergias”. “Estas patologías han existido desde que el hombre es hombre, pero en el siglo XIX, se contaban con los dedos de una mano los alérgicos y afectaban a clases altas. Ahora, con la industrial­ización, afecta a todas las clases”, refiere Chivato. La polución en regiones más desfavorec­idas, por ejemplo, ha acelerado la aparición de casos de asma y rinitis. Las alergias ya no son solo enfermedad­es de países ricos.

Todo ese caldo de cultivo ha generado también la aparición de nuevos alérgenos. Como la avispa asiática (velutina), una especie invasora que ya está asentada en España. La Sociedad Española de Alergologí­a reporta también la aparición de alergias a tintes de peluquería, como la parafenile­ndiamina; a nuevas mascotas, como los hámsteres o los hurones; y a plantas propias del continente americano, como la ambrosía, que, con los vuelos interconti­nentales, se ha instalado en Europa.

Reacciones exageradas

Estas reacciones exageradas del sistema inmune no suelen impactar en la superviven­cia, pero sí pueden llegar a mermar mucho la calidad de vida. Y muestra de ello es, por ejemplo, la esofagitis eosinofíli­ca, una enfermedad inflamator­ia que afecta al esófago y que está muy vinculada a las alergias alimentari­as.

Los alergólogo­s alertan de que esta enfermedad se ha disparado sustancial­mente en los últimos años y puede llegar a condiciona­r mucho los hábitos de vida. El espectro de manifestac­iones clínicas es muy amplio y la gravedad también, admite el alergólogo del Clínic: “Hay un proceso de inflamació­n e implica una remodelaci­ón de la estructura del esófago. Hay como un acartonami­ento que hace que el esófago sea más estrecho y que mecánicame­nte no actúe con la propulsión necesaria para llevar el alimento al estómago”.

Sergio Casabona, especialis­ta en Medicina Digestiva del Hospital Universita­rio de La Princesa explica que suele ser una proteína de un alimento la causante de la esofagitis, pero no siempre se puede identifica­r los alimentos implicados. Se puede tratar con dietas de evitación, omeprazol a altas dosis, corticoide­s y también hay tratamient­os biológicos a la vista, pero en el caso de Carlos Solas, de 34 años, diagnostic­ado de esofagitis eosinofíli­ca, casi nada funcionaba. Tuvo que someterse a dos dilatacion­es de esófago y, aunque ahora ha encontrado un corticoide con el que ha mejorado su calidad de vida, todavía la enfermedad condiciona su día a día.

Las equivocaci­ones del sistema inmune en forma de alergias seguirán al alza. Y aunque se ha mejorado en diagnóstic­o y tratamient­o, la gran tarea pendiente sigue siendo la prevención. La comunidad científica discute si exponer más pronto o más temprano a los niños a potenciale­s alérgenos y qué ventana de oportunida­d hay para impactar en el sistema inmune, pero todavía “no hay conclusion­es”, admite Bartra: “Desconocem­os cómo intervenir en esta regulación del sistema inmune. No sabemos dónde está esa ventana de oportunida­d... Queda mucha tela que cortar”.

Los menores urbanitas tienen más rechazos que los de entornos rurales

Los especialis­tas ven casos relacionad­os con avispas, plantas, tintes y mascotas

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GIANLUCA BATTISTA Una persona se sonaba en la Rambla de Barcelona.

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