Pionero y pesadilla de los taxistas
Cabify fue el primer unicornio español, umbral que sobrepasó en 2018. El fundador, Juan de Antonio, contó con el apoyo de los impulsores de Tuenti para crear en 2011 Cabify, y replicar lo que había visto como estudiante en EE UU, donde Uber ya cosechaba éxitos con su modelo de la entonces llamada economía colaborativa: conductores que ofrecían su coche para llevar a gente de un punto a otro. De Antonio lo llevó a España, primero dirigido a un nicho de público más elitista. Pero aquí el sistema estaba más regulado, y entraron asociándose con flotas que usaban licencias VTC: permisos de coche con conductor, hasta hacía poco limitadas por ley y usadas solo por chóferes especializados, y que por ello tenían un valor relativamente bajo que se disparó cuando en 2009 se liberalizó su uso. Cabify se asoció con flotas comandadas por emprendedores y extaxistas que habían adquirido grandes cantidades de licencias VTC. La llegada de Cabify y Uber desató la guerra con el sector del taxi. Los esfuerzos de las administraciones para regular la actividad llevaron a episodios como la decisión de Cabify de dejar de operar en Barcelona durante unos meses, para luego volver adaptándose a su manera a la normativa. A pesar del conflicto con el taxi y los recelos sobre las condiciones laborales de los conductores, y aunque solo fue rentable en 2019, Cabify ha ido consiguiendo dinero para crecer, especialmente gracias al grupo inversor japonés Rakuten. En 2022, Cabify facturó 627 millones. La última ronda de inversión fue en 2023, con 100 millones. La posible salida a Bolsa está, de momento, aparcada.