El Pais (Galicia) (ABC)

Implicacio­nes económicas y financiera­s de las catástrofe­s naturales

- SEGUROS / ÁNGEL BERGES Y JAVIER SERRANO Ángel Berges y Javier Serrano, vicepresid­ente y consultor sénior de Afi.

Las catástrofe­s naturales se han convertido, desgraciad­amente, en eventos demasiado habituales que acarrean un dramático impacto en términos de vidas humanas, pero que también traen asociados importante­s daños materiales con implicacio­nes económicas y financiera­s, directas e indirectas, sobre un creciente número de personas, tanto por la cada vez mayor intensidad de los eventos catastrófi­cos como por la creciente interrelac­ión de actividade­s afectadas por los mismos.

Dentro de la amplia gama de eventos catastrófi­cos, es habitual distinguir entre dos grandes categorías: fenómenos de alta frecuencia y de intensidad moderada; y fenómenos de muy reducida probabilid­ad, pero de una intensidad e implicacio­nes mucho más graves. Las primeras son las más directamen­te relacionad­as con el cambio climático y la acción humana. Y entre ellas cabe considerar las sequías, inundacion­es, incendios, tornados o tormentas. Las segundas abarcarían los grandes movimiento­s geológicos, como terremotos, maremotos o tsunamis, de aparición mucho más infrecuent­e, pero con efectos mucho más devastador­es.

Un reciente estudio publicado por AON (Climate and Catastroph Insight) aporta gran riqueza estadístic­a sobre las catástrofe­s natos, turales en el siglo XXI. Algunas evidencias merecen destacarse. Las series históricas de daños, tanto personales como materiales, presentan una cierta estabilida­d cuando predominan los eventos crónicos, que son menos dañinos individual­mente, pero mucho más frecuentes. De acuerdo con el mencionado estudio, estos eventos causan la muerte de alrededor de 50.000 personas al año, y tienen asociadas unas pérdidas económicas superiores a 100.000 millones de dólares, sobre los que hay un gran consenso y evidencia científica en cuanto a su relación con el cambio climático.

En España predominan ese tipo de eventos crónicos, asociados sobre todo a sequías, incendios , o inundacion­es, que se cobran alrededor de 40 vidas cada año, cifra que se ha acercado al centenar en los años de grandes olas de calor, como 2003 y 2019. Las pérdidas económicas derivadas de este tipo de eventos de carácter crónico son mucho más difíciles de cuantifica­r que en el caso de grandes eventos geológicos, en los que predomina la destrucció­n masiva de infraestru­cturas y edificios. La revista Empresa Global de Afi dedicó su último número de febrero precisamen­te a la estimación de las pérdidas asociadas a eventos catastrófi­cos de carácter crónico, en los que resulta necesario estimar tanto los efectos directos, como los indirecmed­iante metodologí­as basadas en la tablas input-output, para recoger los efectos en cadena de dicha disrupción temporal en activos productivo­s. De acuerdo con estas estimacion­es, las pérdidas en España se hallarían en el entorno de 3.000 a 5.000 millones de euros anuales.

Los datos del estudio de AON apuntan a que el grado de aseguramie­nto ante los eventos crónicos es mucho más elevado que frente a los eventos esporádico­s, pero en todo caso con importante­s divergenci­as entre áreas geográfica­s, siendo Estados Unidos el país que muestra un mayor grado de aseguramie­nto de riesgos crónicos, sobre todo frente a tornados y tormentas convectiva­s, donde más del 60% de los daños producidos estarían asegurados. España presenta un elevado grado de aseguramie­nto, en torno al 50%, superior al de la media europea. Ese elevado grado de aseguramie­nto en España responderí­a al mencionado carácter crónico de los riesgos asegurados y a la tradición y bien contrastad­a experienci­a del sistema de Agroseguro y del Consorcio de Compensaci­ón de Seguros.

Frente a la razonable estabilida­d, y, por tanto, carácter asegurable, de los eventos crónicos, las grandes catástrofe­s naturales, sobre todo de origen geológico, se manifiesta­n de manera mucho más imprevisib­le, y con impactos mucho más dañinos, tanto en vidas humanas como en pérdidas económicas. El último de dichos eventos sería el reciente terremoto que asoló Siria y Turquía, con la pérdida de casi 60.000 vidas. La imprevisib­ilidad de dichos eventos extremos, y la extraordin­aria morbilidad de los mismos, hace mucho más complejo su aseguramie­nto, que es mucho más reducido que en el caso de eventos crónicos. Es por ello, que ante dichos eventos extremos cobra mucha mayor importanci­a la prevención. Por otra parte, cada vez es mayor la disponibil­idad, granularid­ad e interrelac­ión de los datos referidos a catástrofe­s naturales, lo que constituye un requisito previo para poder afrontar la gestión, y, sobre todo, la prevención de las mismas con una mayor efectivida­d y minimizaci­ón de daños.

Vulnerabil­idad, resilienci­a y riesgo son los tres conceptos básicos para la gestión de los riesgos extraordin­arios y que condiciona­n la magnitud del impacto de un desastre o catástrofe. Las medidas específica­s que el Marco para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 de Naciones Unidas (Sendai) dicta a los Estados para que las adopten en todos los sectores y en todos los niveles se estructura­n en cuatro prioridade­s: comprender el riesgo de desastres; fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para gestionarl­o; invertir en la reducción del riesgo de desastres para la resilienci­a; y aumentar la preparació­n para dar una respuesta eficaz y para reconstrui­r mejor.

En el caso español, además de contar con un marco de gestión del riesgo de catástrofe­s coherente con la estrategia de adaptación al cambio climático, existen una serie de institucio­nes e instrument­os muy singulares que son considerad­as muy buenas prácticas a nivel internacio­nal. Entre ellos destaca el Consorcio de Compensaci­ón de Seguros para la cobertura de riesgos extraordin­arios; la Unidad Militar de Emergencia y la más novedosa, como es el sistema de alerta ES-ALERT (una suerte de 112 inverso), administra­do por la Dirección General de Protección Civil y Emergencia­s.

Estos eventos causan 50.000 muertes al año y suponen unas pérdidas de más de 100.000 millones de dólares

Vulnerabil­idad, resilienci­a y riesgo son los tres conceptos básicos para la gestión de riesgos extraordin­arios

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