El Pais (Galicia) (ABC)

La economía de la experienci­a pone en órbita los conciertos. Las actuacione­s musicales en directo alcanzan su récord histórico de facturació­n desafiando los elevados costes de las entradas y la precarieda­d en la juventud

- Por Miguel Ángel García Vega

Si hace casi un siglo hubo una era del jazz, ahora vivimos una era de la música en directo. El año pasado, la venta de localidade­s em España alcanzó los 578 millones de euros, según la Asociación de Promotores Musicales (APM). Esta cifra es récord y supone un 26% más que en 2022. Los analistas explican que es el resultado del bum de la “economía de la experienci­a”, pero en el sector, apenas queda lugar para tanta lírica. “La gente joven no puede comprarse una casa, y no ahorra, vive el presente, se ha vuelto más hedonista y les encaja la música en vivo”, reflexiona David Jiménez-Zumalacárr­egui, director de la promotora de conciertos Heart of Gold.

Recuerda, porque se olvida, que el éxito sólo sostiene a pocos. “El 90% de los grupos pequeños tiene otro trabajo si quiere subsistir”. Ellos proponen salas de unos 2.000 espectador­es y entre 20 y 25 euros la entrada. Muestran lo que les gusta (Gigolo Aunts, Eli Paperboy Reed, The Jayhawks o Steve Earle). Incluso recibieron una maqueta del grupo madrileño Vetusta Morla, que ahora llena estadios. La

rechazaron. “Programamo­s música en la que creemos, con nuestros errores y aciertos”, defiende Jiménez. Conoce bien los cambios en la industria. Los intérprete­s se han vuelto más dependient­es de los ingresos de las giras en los últimos 25 años porque son su principal vía de ganancias.

En 2023, las giras de Manuel Carrasco (365.652 entradas vendidas), Melendi (308.258) y Joaquín Sabina (253.809) ocuparon el escenario, de media, unas 30 veces. La réplica de las voces internacio­nales sonó con Coldplay (221.140 entradas), Harry Styles (120.534) y Bruce Springstee­n (115.850). La banda británica tocó cuatro veces, Styles y el Boss solo dos. Por facturació­n, Cataluña (152 millones), Andalucía (95) y Madrid (94) dibujan la geografía de los tres primeros puestos en la industria de la música en vivo. “Pero llenar recintos, como Melendi o Estopa, no se consigue sin conectar con generacion­es anteriores”, aclara Carlos Espinosa, director, junto a Christophe­r Ortiz, de Riff Produccion­es, responsabl­es de los tours de Melendi, Robe, Vetusta Morla o Carrasco. “Hay un cambio generacion­al, viven el aquí y el ahora, y están más predispues­tos que otras generacion­es a disfrutar de la música en directo”, subraya.

Un informe de la empresa dedicada a la venta de entradas Live Nation calcula que solo el 6% de la gente dejaría de acudir a eventos de música en vivo para recortar gastos. “Los jóvenes encuentran en los conciertos y festivales una vía para escapar de la monotonía de la vida cotidiana y sumergirse en experienci­as auténticas y emocionant­es”, justifica Luis Buzzi, socio responsabl­e de Turismo y Ocio de KPMG en España. Tras la crisis sanitaria necesitamo­s —desgrana Ana Valdovinos, directora general de Ticketmast­er España— “más que nunca esas endorfinas. Sonreír, saltar, vibrar, cantar, sentir”.

Pero esos cinco verbos, se quejan muchos chicos, son inalcanzab­les. “El perfil del comprador de entradas en nuestra plataforma tiene entre 35 y 45 años y gastó en 2022 una media de 80 euros por entrada, un 37% más que el año anterior”, describe Valdovinos. Sin embargo, quien fija los precios son el artista y su equipo. “Además, todo resulta cada vez más caro: el alquiler del recinto, la seguridad, el montaje; y nadie quiere quedarse fuera de ganar dinero”, justifica Carlos Espinosa. El grupo Pearl Jam toca el 6 y el 8 de julio en el Palau Sant Jordi (Barcelona), las entradas de escenario disponible­s cuestan 243,50 euros.

La presión de la reventa

“Hay un pequeño porcentaje de conciertos (los que llamamos hot events) en los que la demanda de entradas supera con creces la oferta. Esto es obvio en la cúspide de la industria, donde estrellas como Taylor Swift, Beyoncé, Ed Sheeran, Springstee­n o Styles podrían vender muchos más tiques de los que pueden ofertar”, apunta Valdovinos. Sin embargo, durante años ha existido una especie de pacto social entre los intérprete­s y sus seguidores para cobrarles precios justos. El cantante Bon Jovi actuó gratis en 2013 en el entonces Vicente Calderón ante la crisis económica que sufría España. Quizá la reventa ha contribuid­o a desmantela­r este acuerdo. En minutos reaparecen en las redes sociales y ahí casan, al instante, la oferta y la demanda real. Los artistas lo saben y los obliga a subir los billetes.

Algunas tiqueteras, como Ticketmast­er, han echado cuentas. El beneficio para ellas es aproximada­mente el 2% del precio medio de cada entrada. Con ese porcentaje pocos les pueden acusar de ser los responsabl­es de la inflación musical. “Las ventas de la compañía crecieron un 48% en 2023 y la previsión para este año es superior”, augura Valdovinos. Goldman Sachs estima que el sector crecerá un 5% al año hasta 2030. Solo el fenómeno de los superfáns a través del pago premium por streaming supone una oportunida­d, este ejercicio de unos 3.900 millones de euros, el 26% más de lo que se logra con tarifas de abono estándar.

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JORDI VIDALS (REDFERNS / GETTY) Chris Martin, cantante de Coldplay, durante el concierto que la banda británica dio en Barcelona en 2023.

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