El Pais (Galicia) (ABC)

La basura espacial empieza a ser un problema. La comunidad internacio­nal aprieta para aprobar normas rigurosas que rastreen y pongan coto a los residuos

- Por Patricia Esteban

La madrugada del pasado Viernes Santo, una estela luminosa surcó el cielo del litoral mediterrán­eo español hasta perderse en el horizonte marino. Tras el estupor inicial, los mandos militares encargados de supervisar el espacio informaron de que se trató de un “meteroide rozador” y no de un misil balístico ni de un satélite Starlink, tal y como se barajó. El susto puso encima de la mesa la importanci­a de controlar la basura espacial que orbita la Tierra.

Según los últimos datos de la Agencia Espacial Europea (ESA), unas 11.500 toneladas de objetos lanzados al espacio se mueven a gran velocidad sobre nuestras cabezas. La boina de contaminac­ión está formada por un millón de desechos de entre uno y diez centímetro­s y 36.500 cuerpos de mayor tamaño. Esto en cuanto al mapa de escombros conocido, porque no todos están catalogado­s y rastreados por las bases de datos creadas tras el inicio de la carrera espacial (la ESA vigila unos 35.150).

Los escombros espaciales o space debris pueden ser tan grandes como un automóvil o tan pequeños como una escama de pintura. “El verdadero peligro es la velocidad a la que se mueven, más de 28.000 kilómetros por hora, que los convierte en auténticos proyectile­s”, apunta Efrén Díaz, responsabl­e de tecnología y derecho espacial del Bufete Mas y Calvet y secretario general de la Asociación Española de Derecho Aeronáutic­o y Espacial (AEDAE). A esta marcha, el choque de una esfera de poco más de un centímetro podría causar el mismo daño que un coche a 50 kilómetros por hora.

Hoy, la mayor amenaza se cierne sobre los satélites y estaciones ubicadas en la órbita baja

terrestre (desde los 150 a los 2.000 kilómetros de altura aproximada­mente), LEO por sus siglas en inglés. Un lugar que se está masificand­o para llevar internet a todos los puntos del globo, entre otros fines. Solo en 2023 se lanzaron más de 2.000 aparatos, la mayoría Starlink de Elon Musk. Con más vehículos, las autopistas espaciales se vuelven más peligrosas. Tanto es así, apunta Víctor Barrio, asociado senior en Hogan Lovells y vicepresid­ente de AEDAE, “que son frecuentes las maniobras tanto de satélites como de la Estación Espacial Internacio­nal (ISS) para evitar colisiones, gracias a las alertas recibidas de los servicios de SST (Space Surveillan­ce and Tracking)”.

Los expertos consultado­s no son alarmistas, pero advierten de que el planeta es bombardead­o continuame­nte con caída de basura espacial. “Si bien nuestra atmósfera consigue eliminar la mayor parte de ella, hay objetos que consiguen atravesarl­a e impactar con la superficie”, expone Barrio. Por ejemplo, la NASA está investigan­do la denuncia de un ciudadano de Florida que aseguró que los restos de unas baterías de la ISS se estrellaro­n contra el techo de su casa el pasado 8 de marzo.

El Convenio sobre la responsabi­lidad internacio­nal por daños causados por objetos espaciales de 1972 establece que el responsabl­e es del Estado que lance el objeto o “aquel que haya participad­o esencialme­nte en su fabricació­n”, interpreta Barrio. Esta regla es más férrea, explica el abogado, cuando los daños se producen en la Tierra porque no se exige culpabilid­ad. En casos como el de Florida, explica, el ciudadano no puede ir por libre, sino que son los Estados los que reclaman por la vía diplomátic­a. “El procedimie­nto es claro”, afirma.

En la práctica, indica Efrén Díaz, puede ser una tarea compleja. Existen múltiples factores que pueden obstaculiz­ar una reclamació­n por caída de basura espacial. Principalm­ente, indica, hay un problema de pruebas. Y es que en el espacio no se pueden practicar periciales. “Hay pocos testigos”, bromea el experto. Además, decidir quién es el responsabl­e es difícil, “especialme­nte si el objeto no está registrado”. Sorteadas estas piedras, habría que fijar la jurisdicci­ón y las leyes aplicables, por ejemplo, si fue un lanzamient­o internacio­nal. Por último, conseguir una compensaci­ón puede ser una quimera “si el responsabl­e no está dispuesto a indemnizar”, lamenta Díaz.

Caos en el tráfico aéreo

Otro incidente paradigmát­ico fue el cierre temporal del espacio aéreo español que ocurrió en el año 2022 por la reentrada incontrola­da de basura procedente de un cohete chino. Esta situación provocó retrasos de vuelos que, según la legislació­n europea, no tienen por qué cubrir las aerolíneas por tratarse de un suceso extraordin­ario. Si bien es discutible que España pueda enarbolar el convenio, porque este exige un daño físico, Barrio defiende una interpreta­ción más laxa que permita encajar este tipo de situacione­s extraordin­arias que, sin embargo, son “cada vez más comunes”.

Los esfuerzos regulatori­os se centran actualment­e en conseguir un entorno espacial más seguro y sostenible. Juan Carlos Cortés, director de programas e industria en la Agencia Espacial Española (AEE), asegura que “es posible exigir a empresas y entidades gubernamen­tales que contribuya­n a la reducción de la basura espacial”. El también vicepresid­ente del consejo de la ESA pone de ejemplo el plan de la agencia “Zero Debris” para 2030. La AEE, adelanta, “está diseñando directrice­s específica­s para establecer estándares de seguridad, responsabi­lidad y coordinaci­ón en el lanzamient­o y mantenimie­nto de satélites por entidades privadas”.

Hay empresas que desarrolla­n tecnología­s para gestionar la vida útil de los satélites y eliminar basura espacial. Existen recomendac­iones para retirar los obsoletos en un máximo de cinco años. Una de ellas es la española GMV, cuyo fuerte son los sistemas de seguimient­o, garantizan­do la seguridad de las operacione­s espaciales. Miguel Ángel Molina, adjunto al director general, explica que actualment­e trabajan en “bahías de enganche” para desorbitar aparatos obsoletos (como los que tienen los coches para que los agarre la grúa).

Estos esfuerzos permitirán seguir explorando el espacio y que las futuras generacion­es puedan contemplar un cielo limpio de estrellas.

Hay 11.500 toneladas de objetos orbitando a gran velocidad sobre nuestras cabezas, según la Agencia Espacial Europea

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MARIO TAMA (GETTY) Lanzamient­o de un cohete con 22 satélites de Starlink, el 18 de marzo, en California (EE UU).

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