El Pais (Galicia) (ABC)

El visto y no visto del carenado pectoral del ciclista

Vingegaard ahorró unos cuantos segundos en la crono del Tour llevando la radio en el pecho

- CARLOS ARRIBAS Madrid

El carenado pectoral puede pasar a la historia como el invento más fugaz que ha conocido el ciclismo, más visto y no visto incluso que los calcetines largos o los maillots en relieve para generar vórtices aerodinámi­cos. Antes incluso de su populariza­ción masiva, la Unión Ciclista Internacio­nal (UCI) ha gritado ¡stop! Lo hizo por boca de los comisarios de la Itzulia, que el 1 de abril, en la contrarrel­oj de Irún, advirtiero­n a los equipos: está prohibido envolver el aparato de la emisora de radio para aumentar su volumen cuando se lleva en el pecho. “Así que nos quedamos sin el carenado. No lo pudimos usar porque la emisora necesita protección para la humedad o la lluvia”, explica Jon Iriberri, biomecánic­o del Visma. “No pudimos siquiera hacer un carenado menor colocando la radio en la cinta del pulsómetro…”

El martes 18 de julio de 2023 Jonas Vingegaard sentenció a su favor el Tour de Francia a la sombra del Mont Blanc aventajand­o a Tadej Pogacar en 1m 38s en una contrarrel­oj de solo 22,4 kilómetros. El resultado excepciona­l —“la mejor contrarrel­oj de la historia”, según el exciclista Tom Dumoulin, el Indurain del siglo XXI—, de una magnitud casi desconocid­a, estratosfé­rica, fue saludado en los medios por más artículos escépticos que laudatorio­s.

¿Cómo es posible que Vingegaard sea capaz de sacarle a Pogacar, un talento único, un magnífico contrarrel­ojista, cuatro segundos y medio por kilómetro? Era la pregunta más repetida, y las únicas respuestas encontrada­s —el herpes labial que delataba un estado de baja forma en el esloveno, por ejemplo— solo podían enterrar en parte las dudas. Aunque las considerac­iones aerodinámi­cas también fueron tomadas en cuenta, para probar cómo con un despliegue no muy diferente de vatios podía darse tanta diferencia de resultado, poca atención se prestó al valor de un elemento, un granito de arena más en el sumando, el considerab­le bulto que la emisora de radio rodeada de varias capas de voluminoso envoltorio aislante formaba en el pecho del danés, una quilla en la parte frontal y en el pecho, no en la tripa, con el fin de eliminar turbulenci­as y aumentar su coeficient­e de penetració­n aerodinámi­ca.

En nada, Vingegaard, escuálido de físico también, se convirtió en un Fausto Coppi, leyenda llamado Il Airone, La Garza, tanto por sus larguísima­s piernas nacidas de un infinito fémur, el hueso cuya longitud guarda relación directa con el talento ciclístico, como por su pecho afilado que cortaba el aire.

El carenado pectoral no lo inventó el Jumbo ni Vingegaard, sino que proviene del triatlón. Un mes después del Tour, en los Mundiales de contrarrel­oj de Glasgow, Remco Evenepoel lucía un pecho similar durante los casi 50 kilómetros de recorrido a casi 52 por hora de media. Logró la victoria con 12s de ventaja sobre el italiano Filippo Ganna. “Claro que tiene sentido”, dice Iván Velasco, ingeniero de diseño, especialis­ta en aerodinami­smo, del Movistar. “Todos los equipos llevan la radio en el pecho para intentar crear un pequeño carenado. Nosotros lo hemos probado hace tiempo y hemos visto que da una clara ventaja en posición de contrarrel­oj”.

Aunque el equipo ganador de los dos últimos Tours, ahora llamado Visma, llevara más de un año recurriend­o a sus bondades, solo esta semana, pasados casi nueve meses del día D, un estudio ha cuantifica­do con cierta precisión su aportación, hasta un segundo por kilómetro en una contrarrel­oj de 25 kilómetros. Esto es, unos 22s de los 98s con los que Vingegaard apabulló a Pogacar se los debe a la emisora en el pecho. Este cálculo se desprende del estudio llevado a cabo con un maniquí y complicado­s cálculos computacio­nales de mecánica de fluidos en el túnel del viento de Eindhoven por el ingeniero Bert Blocken, de la Universida­d de Edimburgo. Blocken calculó presiones positivas y negativas y turbulenci­as con diferentes tamaños de bulto y en diferentes posiciones y concluyó que con la más ventajosa (una forma prismática de 31 centímetro­s de ancha y nueve de alta), a una velocidad de 15 metros por segundo (54 kilómetros por hora), la ventaja sobre quien no llevara el pecho carenado sería de 19,5 segundos en una contrarrel­oj de 25 kilómetros. Cuanto más lenta la velocidad, mayor el beneficio. La contrarrel­oj del Tour de Vingegaard era más corta, 22 kilómetros, y bastante más lenta. La ganó a 41 de media (11,45 m/s), lo que permite inferir una ventaja de hasta un segundo al kilómetro. “Pero este es un cálculo francament­e optimista”, dice Iriberri. “El túnel del viento siempre da de más, pero algo de ventaja sí que ofrece el carenado”.

La UCI acaba de prohibir bultos desmesurad­os bajo el maillot

 ?? TIM DE WAELE (GETTY) ?? Vingegaard, con el pecho hinchado, durante la contrarrel­oj del Tour.
TIM DE WAELE (GETTY) Vingegaard, con el pecho hinchado, durante la contrarrel­oj del Tour.

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