El visto y no visto del carenado pectoral del ciclista
Vingegaard ahorró unos cuantos segundos en la crono del Tour llevando la radio en el pecho
El carenado pectoral puede pasar a la historia como el invento más fugaz que ha conocido el ciclismo, más visto y no visto incluso que los calcetines largos o los maillots en relieve para generar vórtices aerodinámicos. Antes incluso de su popularización masiva, la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha gritado ¡stop! Lo hizo por boca de los comisarios de la Itzulia, que el 1 de abril, en la contrarreloj de Irún, advirtieron a los equipos: está prohibido envolver el aparato de la emisora de radio para aumentar su volumen cuando se lleva en el pecho. “Así que nos quedamos sin el carenado. No lo pudimos usar porque la emisora necesita protección para la humedad o la lluvia”, explica Jon Iriberri, biomecánico del Visma. “No pudimos siquiera hacer un carenado menor colocando la radio en la cinta del pulsómetro…”
El martes 18 de julio de 2023 Jonas Vingegaard sentenció a su favor el Tour de Francia a la sombra del Mont Blanc aventajando a Tadej Pogacar en 1m 38s en una contrarreloj de solo 22,4 kilómetros. El resultado excepcional —“la mejor contrarreloj de la historia”, según el exciclista Tom Dumoulin, el Indurain del siglo XXI—, de una magnitud casi desconocida, estratosférica, fue saludado en los medios por más artículos escépticos que laudatorios.
¿Cómo es posible que Vingegaard sea capaz de sacarle a Pogacar, un talento único, un magnífico contrarrelojista, cuatro segundos y medio por kilómetro? Era la pregunta más repetida, y las únicas respuestas encontradas —el herpes labial que delataba un estado de baja forma en el esloveno, por ejemplo— solo podían enterrar en parte las dudas. Aunque las consideraciones aerodinámicas también fueron tomadas en cuenta, para probar cómo con un despliegue no muy diferente de vatios podía darse tanta diferencia de resultado, poca atención se prestó al valor de un elemento, un granito de arena más en el sumando, el considerable bulto que la emisora de radio rodeada de varias capas de voluminoso envoltorio aislante formaba en el pecho del danés, una quilla en la parte frontal y en el pecho, no en la tripa, con el fin de eliminar turbulencias y aumentar su coeficiente de penetración aerodinámica.
En nada, Vingegaard, escuálido de físico también, se convirtió en un Fausto Coppi, leyenda llamado Il Airone, La Garza, tanto por sus larguísimas piernas nacidas de un infinito fémur, el hueso cuya longitud guarda relación directa con el talento ciclístico, como por su pecho afilado que cortaba el aire.
El carenado pectoral no lo inventó el Jumbo ni Vingegaard, sino que proviene del triatlón. Un mes después del Tour, en los Mundiales de contrarreloj de Glasgow, Remco Evenepoel lucía un pecho similar durante los casi 50 kilómetros de recorrido a casi 52 por hora de media. Logró la victoria con 12s de ventaja sobre el italiano Filippo Ganna. “Claro que tiene sentido”, dice Iván Velasco, ingeniero de diseño, especialista en aerodinamismo, del Movistar. “Todos los equipos llevan la radio en el pecho para intentar crear un pequeño carenado. Nosotros lo hemos probado hace tiempo y hemos visto que da una clara ventaja en posición de contrarreloj”.
Aunque el equipo ganador de los dos últimos Tours, ahora llamado Visma, llevara más de un año recurriendo a sus bondades, solo esta semana, pasados casi nueve meses del día D, un estudio ha cuantificado con cierta precisión su aportación, hasta un segundo por kilómetro en una contrarreloj de 25 kilómetros. Esto es, unos 22s de los 98s con los que Vingegaard apabulló a Pogacar se los debe a la emisora en el pecho. Este cálculo se desprende del estudio llevado a cabo con un maniquí y complicados cálculos computacionales de mecánica de fluidos en el túnel del viento de Eindhoven por el ingeniero Bert Blocken, de la Universidad de Edimburgo. Blocken calculó presiones positivas y negativas y turbulencias con diferentes tamaños de bulto y en diferentes posiciones y concluyó que con la más ventajosa (una forma prismática de 31 centímetros de ancha y nueve de alta), a una velocidad de 15 metros por segundo (54 kilómetros por hora), la ventaja sobre quien no llevara el pecho carenado sería de 19,5 segundos en una contrarreloj de 25 kilómetros. Cuanto más lenta la velocidad, mayor el beneficio. La contrarreloj del Tour de Vingegaard era más corta, 22 kilómetros, y bastante más lenta. La ganó a 41 de media (11,45 m/s), lo que permite inferir una ventaja de hasta un segundo al kilómetro. “Pero este es un cálculo francamente optimista”, dice Iriberri. “El túnel del viento siempre da de más, pero algo de ventaja sí que ofrece el carenado”.
La UCI acaba de prohibir bultos desmesurados bajo el maillot