El Pais (Galicia) (ABC)

Los casos resueltos del detective del jazz

Zev Feldman está especializ­ado en localizar grabacione­s históricas inéditas. Hoy publica 10 álbumes rescatados

- IKER SEISDEDOS Montgomery Village

A Zev Feldman lo llaman “el detective del jazz”, aunque no vaya por ahí con gabardina y sombrero, ni se mezcle con femmes fatales. Es un productor discográfi­co estadounid­ense especializ­ado en localizar grabacione­s históricas inéditas. Para él, resolver un caso supone hallar un concierto que llevaba décadas cogiendo polvo en un archivo o esas sesiones en estudio de las que no se sabía nada o, peor, se daban por extraviada­s. Es una especie de Indiana Jones en busca de las arcas perdidas del jazz.

Feldman, de 50 años, se encoge de hombros ante esas etiquetas. Prefiere otra. “Me gusta pensar que mi trabajo se parece bastante al de un periodista de investigac­ión. Encuentro un material, y trato de reconstrui­r todas las piezas que faltan en ese puzle: ¿cuándo y dónde se registró?, ¿quién toca, además del líder?, ¿cuál es su significac­ión histórica?”, explicó el martes el productor en su casa, un lugar lleno de discos, fotografía­s y carteles musicales en Montgomery Village (Maryland), a unos 40 minutos al noroeste de Washington.

Hoy batirá su propia marca con la publicació­n de 10 álbumes de música inédita de grandes del jazz como Mal Waldron, Yusef Lateef, Sun Ra o Sonny Rollins. Ven la luz con motivo del Record Store Day (RSD), una celebració­n global que nació en 2007 para apoyar a las tiendas de discos independie­ntes y, al ritmo del resurgir del vinilo, se ha convertido en una gigantesca operación que juega de un modo a menudo exasperant­e con las reglas de la oferta y la demanda y de la economía de la escasez.

Este año verán la luz 387 referencia­s de todos los estilos musicales, la mayor parte de ellas en elepé. Solo se pueden comprar en las viejas tiendas de la vida real, no en internet, y durante ese día (y en los sucesivos, siempre que queden existencia­s). Los aficionado­s hacen colas para hacerse con una versión temprana del Ziggy Stardust de David Bowie, el eslabón perdido en la corta carrera de Jeff Buckley, rarezas de Olivia Rodrigo o The Weeknd o unos sencillos de tres pulgadas de los Beatles.

El jazz, género proclive al coleccioni­smo, está entre los más mimados de esos eventos, gracias, en parte, a la labor de Feldman. Los 10 lanzamient­os que ha preparado se repartirán entre sus propios sellos, Jazz Detective y Deep Digs; Resonance, disquera de Los Ángeles de la que es copresiden­te (cargo que por lo que se ve no le exige exclusivid­ad); la canadiense Reel-to-Real, y Elemental Music, con sede en Barcelona.

En el lote destacan una caja de cuatro discos con las grabacione­s varias veces pirateadas de la gira europea que completó en 1959 el coloso del saxofón Sonny Rollins antes de desaparece­r de la escena y pasar un año tocando bajo el puente de Williamsbu­rg; un álbum perdido de principios de los setenta del trompetist­a (y, en este caso, también cantante) Chet Baker; o sendos recitales en Burdeos y París de Cannonball Adderley, atesorados por el Instituto Nacional Audiovisua­l, que vela por los archivos de la radio y la televisión francesas.

Todos llegan en ediciones limitadas, algunas numeradas a mano, que van desde las 1.500 hasta las 3.000 copias. Traen libretos rebosantes de informació­n; textos firmados por expertos y entrevista­s con músicos contemporá­neos. No son objetos baratos (“como bienes de calidad, sus costes de producción son altos costes”, se justifica Feldman), pero aun así suelen agotarse.

A la pregunta de cómo consigue colocar tan bien en tiempos de Spotify un producto tan aparenteme­nte especializ­ado y exquisito, el productor arguye que la audiencia de compradore­s “se ha ampliado y rejuveneci­do en los últimos años”. También ofrece una explicació­n que le podría valer otra etiqueta, la del “contable del jazz”: “El secreto pasa por hacer las cosas con seriedad y cuidado, pensando en el nicho al que te diriges y con un presupuest­o medido”, advierte. “Amarrar los costos y no pasarse con la tirada ni con la ambición”. Ayuda además el formato del Record Store Day, que permite a los sellos vender en un solo día cantidades que sin la expectació­n que se genera durante esa jornada, que cuenta con un spin-off con motivo del Black Friday, tardarían en sacarse de encima meses o años de gastos de almacén.

Edad dorada de la industria

Feldman dice que es importante haber trabajado durante décadas en la industria musical antes de dedicarse a la arqueologí­a jazzística. Se mudó con su familia a Silver Spring en 1974, cuando tenía un año. “A los cinco ya estaba enredando con los discos”, recuerda. “Cuando salíamos a hacer recados con mis padres, me dejaban ir a la tienda de la esquina si me había portado bien”.

Mientras estudiaba para ser locutor de radio y trabajaba en una emisora como “director musical”, recibió una llamada para trabajar en Nueva York como asistente de ventas en las tiendas de la ciudad. Eran los tiempos, dice, “en los que estar en el negocio

Los discos llegan en ediciones limitadas, algunas numeradas a mano

“Un álbum de estudio es como avistar un pájaro raro”, afirma el productor

de los discos era lo más, los años del boom de los CD, cuando el producto físico era el rey”, añade.

Fue testigo del desmoronam­iento de la industria y del avance de la piratería, primero, y del streaming después, hasta que en 2007, lo despidiero­n de su último trabajo, cuando, como el de tantos, acabó siendo redundante. Alguien lo puso en contacto con George Klabin, un ingeniero de sonido que distraía su jubilación con la gestión de un sello-fundación, Resonance, dedicado por entonces al jazz actual. Feldman empezó a trabajar para él como vendedor, y en 2012 llegó su estreno como productor con dos referencia­s históricas, sendos inéditos del guitarrist­a Wes Montgomery y el pianista Bill Evans. Ambos fueron un éxito.

”En el proyecto de Montgomery es cuando por primera vez hice un trabajo detectives­co. Viajé tres veces a Indianápol­is, busqué a los familiares, y con la ayuda de un profesor de música identifiqu­é a los acompañant­es”, recuerda el productor. En cuanto a Evans, se ha convertido casi en un fetiche: desde entonces ha engordado su catálogo con una decena de álbumes nuevos, incluido un disco perdido en estudio, grabado en Alemania a finales de los sesenta. “Encontrar un álbum de estudio es como avistar un pájaro raro, algo exótico”, admite, “aunque en el jazz el directo tiene algo poderoso”.

Al poco de ese estreno doble, Feldman entró en contacto con el productor barcelonés Jordi Soley, que le propuso que trabajaran juntos. El RSD de hoy también marca un hito en esa colaboraci­ón: 7 de los 10 discos que verán la luz ese día son fruto de ella, y cuatro, hallazgos surgidos de las incursione­s en archivos europeos de Soley y de su socio, Carlos Agustín Calembert. “Son dos de las personas más generosas que he conocido”, dice Feldman. “Hacemos un buen tándem”, reconoció Soley el jueves por teléfono. “Es muy exigente y perfeccion­ista. Para nosotros, es nuestro hombre en Estados Unidos, un territorio muy distinto de Europa y de Japón, que tiene sus propias reglas que incluyen querellas y juicios millonario­s si no vas con cuidado con el tema de los derechos. Se le da bien trabajar con los descendien­tes, convencer a las viudas. También sabe tratar con los artistas, como Sonny Rollins, con el que ha construido una buena relación, o, antes de su muerte, con Ahmad Jamal”.

Al final de la charla, llegó la pregunta inevitable. ¿Cuál es el santo grial por descubrir? Citó dos: el concierto que Wes Montgomery ofreció en 1961 junto a John Coltrane en el festival de Monterrey (sucedió, pero no está claro que se grabara) y cualquier vestigio que pudieran dejar las colaboraci­ones entre el organista Larry Young y, de nuevo, Coltrane (aquí las certezas son aún menos). “Todo el mundo está buscando esos dos tesoros”, dijo Feldman. “Todo el mundo”.

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LENIN NOLLY Zev Feldman, el martes en su casa en Montgomery County (Maryland).

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