Rota no solo trajo a España el ‘rock and roll’; también la píldora
Por las calles de Rota, Cádiz, circulaban burros cuando Franco acordó con Eisenhower, en 1953, albergar allí la mayor base europea de la Armada de Estados Unidos. Al principio fue traumático: los agricultores locales perdieron una enorme extensión que albergaría a más de 10.000 militares norteamericanos y sus familias. La base no solo sería el gran empleador de la zona, sino una fuente de modernidad en una España represiva. Llegaban a la base, y traspasaban las vallas, el rock and roll, el Marlboro, las Ray-Ban, el condón, la píldora y el Penthouse. Cuando se han cumplido 70 años de los Pactos de Madrid, Rota espera con ansiedad el refuerzo de la base (vienen dos nuevos destructores) y ni siquiera el concejal de IU recuerda aquello de “¡bases fuera!”. Se va a inaugurar el Centro Multicultural Hispanoamericano, que recuerda la historia de la base y su relación con el entorno.
Filmin ha recuperado un buen documental sobre ese lugar convertido en fronterizo, Rota n’Roll, que dirigió Vanesa Benítez Zamora en 2017. Contiene material de archivo y los recuerdos de testigos gaditanos, americanos y mestizos, por llamarlos así, porque hubo muchas bodas mixtas. A los recién llegados les impactaba el exotismo de ese pueblo humilde. El shock fue mutuo. Los chiquillos que corrían descalzos por calles sin asfaltar nunca habían visto esos cazas y esos buques; ni siquiera
muchas películas. La base estaba pensada para que el residente no echara nada de menos, pero salían mucho en busca del plan perfecto: “alcohol, peleas y mujeres”. La radio de la base se seguía con devoción en muchos kilómetros a la redonda. Los roteños supieron de Elvis, los Beatles, Dylan o Janis Joplin según se publicaban sus discos en el mercado de EE UU, y sin censura. Algunos jóvenes se fabricaron artesanalmente sus guitarras eléctricas antes de conseguir una Fender y poder tocar en la base.
Rota nunca dormía, “era Nueva York en pequeñito”, se dice. No todo era idílico: el trasiego favoreció la prostitución. El contrabando burlaba sin problemas los controles de la Guardia Civil. “Tenías que haber estado aquí en los sesenta y setenta”, cuenta un vecino. En los ochenta, la base iniciaba su declive. Quedaron poco más de 4.000 militares. Y cambiaron las costumbres: ya no salían tanto de su cómodo recinto, los locales empezaron a recuperar viejas tradiciones. Que la base vaya a crecer no implica que nada vuelva a ser igual. No se repetirán los locos años sesenta, ni en Rota ni en ningún lugar.