La prepotencia de Torres daña a su entidad
Carlos Torres ha desplegado una inusitada prepotencia en el asalto del BBVA al Sabadell. Menoscaba así la reputación de su entidad. Y pone en peligro su supervivencia como banquero. Nos enseñó lord Keynes en Las consecuencias económicas de la paz el riesgo de humillar al contrario. El error de aliados imponiendo reparaciones económicas draconianas a la Prusia vencida de 1918 germinó el revanchismo en 1939. Nos ilustró el Nobel recién fallecido Daniel Kahneman sobre la importancia psicológica del instinto —amén de la racionalidad— en la toma de decisiones económicas, también las defensivas. Hay que colocarse en la piel ajena.
Torres desafió al banco mediano con hitos prepotentes. Le anunció formalmente la operación al consejo cuatro minutos antes de publicarla. Y la calcó, algo insólito, de la fracasada en 2020. Quiso lucir fortaleza, pero escatimó redondear la oferta en su correo al opado Josep Oliu del domingo alegando carecer de “ningún espacio para mejorar sus términos económicos”. ¿Tampoco un anzuelo de mejora institucional? Y al convertir la opa en “hostil”, no es que no la mejore. La empeora, pues suprime la cooptación de tres consejeros del asaltado.
Así que las ásperas maneras activan la
memoria del sector sobre algunas absorciones planeadas como operaciones de conquista y tierra devastada. Las marcas añadidas (en este caso, de mera mercadotecnia “regional” catalana) capotan: recordemos que el banco de los Botín se llamó un día Santander-Central-Hispano. O que el “padrino” de Torres, el infausto Paco González, liquidó desde el público Argentaria a todo gestor, bueno o dudoso, del BB y del BV: el único superviviente, José Ignacio Goirigolzarri, acabó en el exilio dorado.
Torres desafió, temerario, al gobernador del Banco de España. Ignoró la elegante advertencia de Pablo Hernández de Cos (sin alusiones con nombre y apellidos) según la que de concentraciones vamos so