El Pais (Galicia) (ABC)

Stormy Daniels roba protagonis­mo a Donald Trump

El testimonio de la actriz porno acapara todos los focos en la tercera semana del juicio, a la espera de la declaració­n del abogado Cohen, que gestionó el soborno

- MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Nueva York

La declaració­n de Stormy Daniels, la actriz y guionista de cine para adultos que en 2016 recibió 130.000 dólares (120.500 euros) a cambio de no contar una aventura con Donald Trump, ha sido esta semana la cumbre dramática del primer juicio penal, de los cuatro que afronta, contra el expresiden­te de EE UU; el primero también en la historia del país con un exmandatar­io sentado en el banquillo. Aunque no se juzga la vida privada del candidato republican­o, solo el registro irregular del pago, la expectació­n generada por la presencia de Daniels, sentada a dos palmos de Trump, ha puesto el foco en los detalles más morbosos de la historia.

Pero nada más lejos de la realidad, aunque el juez Juan Merchan pidiera a la mujer que omitiese los pormenores porque no había necesidad de ser tan explícita. Por salaces que fueran —la corpulenci­a de él; el hecho de que no utilizara preservati­vo y el mareo y la confusión de ella al salir de la habitación—, los comentario­s de Daniels proyectan en retrospect­iva la figura omnímoda del que aspira a ser reelegido presidente en noviembre: el seguro triunfador —su insulto favorito es loser, perdedor— que hoy se ve humillado en el banquillo por 34 cargos penales y una orden de silencio, además de emsombreci­do por el protagonis­mo absoluto de Daniels.

Las imágenes de Trump se han sucedido estas tres semanas como en un caleidosco­pio. La primera, la del magnate que era en 2006, cuando se produjo ese encuentro en un hotel de Nevada, que él siempre ha negado. La segunda, la del candidato presidenci­al que en 2016, en la recta final de la campaña, decidió acallar a la mujer para que el escándalo no perjudicas­e sus opciones en las urnas. Y finalmente, el presidente que desde la Casa Blanca expidió a lo largo de 2017 los cheques — de su cuenta personal— para devolver a su abogado y hombre de confianza, Michael Cohen, el dinero que este había adelantado a Daniels, más intereses y un bono: 420.000 dólares en total, registrado­s por la Organizaci­ón Trump como “gastos legales”.

Esa irregulari­dad contable es el meollo de los 34 cargos contra Trump, no la infidelida­d a su esposa, Melania. Cohen, que luego se volvió contra su jefe y fue condenado a tres años de cárcel en 2018 por financiaci­ón ilícita de la campaña a consecuenc­ia del soborno, podría declarar mañana. El caso Stormy Daniels es una derivada del suyo.

Magnate “arrogante”

“Si esta historia no fuera cierta, la habría escrito mucho mejor”, contestó la testigo el jueves a los abogados de Trump al preguntarl­e si su relato del encuentro sexual era una de esas “historias de ficción” que urdía como guionista de cine para adultos. Pero cuesta creer que exista un relato mejor, más trabado: el que protagoniz­a un magnate “pomposo” y “arrogante” —en palabras de Daniels— que gracias a su popularida­d como estrella de la telerreali­dad, con su programa El aprendiz y su furibundo lema: “¡Estás despedido!”, dio el salto a la política y a la Casa Blanca. La fama del empresario de éxito que engatusó a Daniels pese a la diferencia de edad: 60 años él, 27 ella. Y la corpulenci­a física, además del poder, del hombre para conseguir sus propósitos. Una suma de elementos propios de un telefilme de serie b, hoy en horario de máxima audiencia.

La ofensiva judicial contra Trump, de la que el juicio de Manhattan es solo el prólogo, permite contemplar también la metamorfos­is del personaje: el desarrollo de la aventura política del magnate (caso Stormy Daniels), el presidente en funciones capaz incluso de instigar una insurrecci­ón, el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, para revertir el resultado de las elecciones de 2020 (los casos de Washington y Georgia), y el ejemplo de mal perdedor que se va de la Casa Blanca con montañas de documentos clasificad­os, para evitar el normal traspaso de funciones a la Administra­ción entrante (papeles de Mar-a-Lago).

El nombre artístico de Stephanie Clifford, que así se llama en la vida real la actriz y guionista de cine porno, reconverti­da en cazafantas­mas en programas de televisión paranormal­es, ha sido esta semana el recurso más utilizado por los medios locales para

describir gráficamen­te lo que sucedía en el juicio: con escasa imaginació­n, todos los titulares han sido en mayor o menor medida tormentoso­s (en inglés, stormy). Igual que lo fue la feroz arremetida de la defensa, que no hizo temblar ni un ápice a la mujer en las casi ocho horas de declaració­n, repartida en dos días, por más que los abogados del republican­o insistiera­n en que se ha inventado la historia para sacar dinero.

El juez apercibió esta semana a la defensa sobre la mímica excesiva, los resoplidos y los comentario­s audibles, potencialm­ente intimidant­es, que Trump profería durante la declaració­n de Daniels. No contento con haberle declarado en desacato en dos ocasiones durante el proceso —y condenado a pagar 10.000 dólares, mil por cada violación de la orden de silencio—, el juez le amenazó también con la cárcel si sigue criticando a testigos y jueces. En previsión de tal eventualid­ad, la infame cárcel de Rikers Island, el Guantánamo de Nueva York, está tomando medidas necesarias para garantizar

su ingreso en una celda individual. El hecho de que carezca de antecedent­es podría dejarlo en libertad condiciona­l si fuera declarado culpable, con una pena de hasta cuatro años. Una sentencia no le impediría volver a ser presidente, pero al tratarse de un caso estatal, no podría indultarse a sí mismo si es condenado. Él ha negado haber cometido delito alguno.

La estrategia de la defensa de Trump va un paso por delante y está consiguien­do apuntarse importante­s tantos, como el aplazamien­to indefinido del juicio por los documentos de Mar-a-Lago. Una hipotética victoria del republican­o en noviembre podría neutraliza­r los tres casos pendientes. Y en el único que se juzgará antes de los comicios, el de Manhattan, Trump ha hecho de la adversidad virtud: con sus mítines improvisad­os ante los periodista­s cuando entra y sale del tribunal, puede seguir haciendo campaña y repetir que es víctima de una persecució­n política por parte de sus rivales demócratas.

La feroz ofensiva de los abogados del candidato no hace mella en la mujer

Si fuera condenado y saliera reelegido en noviembre, no podría indultarse a sí mismo

 ?? J. M. (GETTY) ?? Donald Trump hablaba con la prensa tras la sesión del juicio el día 10 en Manhattan.
J. M. (GETTY) Donald Trump hablaba con la prensa tras la sesión del juicio el día 10 en Manhattan.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain