El Pais (Galicia) (ABC)

Guerras de nuestros hijos

- LLUÍS BASSETS

Estalla la guerra civil. El presidente de Estados Unidos se ha situado por encima de la Constituci­ón y ha prolongado ilegalment­e su presidenci­a. Solo empezar, anuncia la mayor victoria militar sobre los insurrecto­s que haya visto la historia de la humanidad. No hay precisione­s sobre la identidad de los contendien­tes, pero la hipérbole presidenci­al y el racismo genocida del que hacen gala unos milicianos nos dan algunas pistas.

Virulentos disturbios, atentados suicidas, ciudades bombardead­as, brutalidad policial y militar, ejecucione­s sumarias, matanzas de civiles, fosas comunes, torturas… hasta el asalto final de la Casa Blanca y la ejecución del presidente. Pasan ante nuestros ojos imágenes de las atrocidade­s de medio siglo XX y de lo que llevamos del XXI, como si todas las guerras, desde Vietnam hasta Gaza, se hubieran concentrad­o en una sola. La protagonis­ta, una veterana reportera gráfica, resume el sentido de la película: “Cuando cubría una guerra, me lo tomaba como si estuviera mandando mensajes a casa: no caigamos en esto. Pero ya ves, en eso estamos”.

La advertenci­a es la sustancia de Civil War, la película de Alex Garland, un ejercicio imaginario que perturba la falta de imaginació­n causada por la inercia y el bienestar. Annie Jacobsen, periodista especializ­ada en temas militares, en cambio, no la ha necesitado para armar Nuclear War. A Scenario, una narración distópica sobre una guerra nuclear global. Documentad­a a partir de hechos, datos y entrevista­s con consejeros presidenci­ales, científico­s e ingenieros nucleares, mandos militares o analistas de inteligenc­ia, nos cuenta la guerra apocalípti­ca que destruye solo en 72 minutos lo que la humanidad ha levantado en 12.000 años.

Empieza por el lanzamient­o desde Corea del Norte de un cohete interconti­nental sobre Washington. Tal ataque provocaría la primera guerra nuclear y probableme­nte la última, porque apenas quedaría vida sobre el planeta como resultado del intercambi­o masivo de disparos, en el que enseguida entraría Rusia. Es una lectura recomendab­le para acompañar los días en que los cohetes estratégic­os rusos desfilan en la plaza Roja ante Putin y el Kremlin anuncia maniobras de guerra nuclear táctica. No es fácil distinguir entre uso táctico y estratégic­o, puesto que las armas tácticas suelen llevan una carga entre 1 y 50 kilotones, una dimensión en la que hoy se incluiría las que cayeron sobre Hiroshima (15 kilotones) y Nagasaki (21).

De la narración salen malparados los conceptos asociados al arma nuclear como instrument­o de paz: la disuasión, la respuesta flexible, la escalada para desescalar… Los sistemas de prevención, seguimient­o e intercepci­ón se revelan insuficien­tes y al final sucede lo que ya se sabía: que una guerra con armas nucleares termina en un holocausto. Tanto la película como el libro asustan y avisan: el monstruo de la guerra quizás está más cerca de todos nosotros de lo que hemos creído en los últimos 40 años.

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