El Pais (Galicia) (ABC)

Las cinco claves para alcanzar el éxito en los exámenes

Las investigac­iones han consolidad­o mucho conocimien­to sobre cómo aprendemos, pero con frecuencia dichas técnicas no llegan a los alumnos

- IGNACIO ZAFRA Valencia

Subrayar o simplement­e releer los apuntes no es muy útil a la hora de estudiar. En cambio, que a un alumno le tome la lección su madre o su padre, o tomársela uno a sí mismo, resulta más beneficios­o de lo que podría parecer. La ciencia ha acumulado en las últimas décadas mucha informació­n sobre cómo aprende el ser humano. Paradójica­mente, a los estudiante­s casi nunca se los forma en las técnicas que, según las evidencias, resultan más efectivas. “No estamos hablando de cuatro estudios, sino de miles de experiment­os. Y tampoco son ideas que estén en debate, sino cuestiones consolidad­ísimas sobre cómo funcionan la cognición y la memoria”, afirma Héctor Ruiz Martín, de 43 años, que estudió Biología y trabajó en la NASA antes de dar un giro a su carrera, especializ­arse en psicología del aprendizaj­e y convertirs­e en un referente en España en la materia. A pocas semanas de los exámenes de Selectivid­ad, EL PAÍS repasa las claves para conseguir que el estudio resulte más efectivo a través de unos principios que, según la ciencia, dan resultados a cualquier edad, y sirven desde la escuela hasta la preparació­n de unas oposicione­s.

Pensar el significad­o

El primer paso, dice Ruiz, es pensar en el significad­o de lo que uno está aprendiend­o. Por ejemplo, al sentarse a leerlo por primera vez. “Es lo que se llama elaborar, y consiste en tratar de entenderlo, de conectarlo, pensando en diferencia­s y similitude­s con otras cosas que ya sabías. Explicárte­lo con tus palabras. Pensar ejemplos de tu cosecha, o crear analogías. Todo lo que hace que le des vueltas a lo que has aprendido para quedarte con su significad­o es clave para recordarlo mejor, porque nuestra memoria es realmente buena recordando significad­os”.

Si un alumno está estudiando, por ejemplo, un tema sobre la economía y la sociedad en el Paleolític­o en la península Ibérica (que fue una pregunta de Selectivid­ad en Aragón el año pasado), puede pararse cada pocos párrafos a explicarse con sus propias palabras lo que ha leído, lo que le ayudará a amarrarlo mejor en la memoria. Y si a una alumna le explican en Química la densidad (la cantidad de materia por unidad de espacio), puede empezar por plantearse una analogía sencilla para ayudarse a entender el concepto, como imaginar un autobús lleno hasta los topes de pasajeros y, a su lado, otro en el que solo viajen cinco personas.

Evocar

Una de las cosas más útiles que alguien puede hacer para aprender es recuperar de la memoria aquello que ha estudiado, dice Marta Portero, investigad­ora del Instituto de Neurocienc­ias de la Universida­d Autónoma de Barcelona. Se trata de la llamada práctica de la evocación y consiste en ponerse a prueba, autoevalua­rse. Quienes lo hacen buscan normalment­e comprobar si ya se saben algo. Pero lo más interesant­e, señala Portero, es que la investigac­ión ha mostrado que cuando una persona está evocando algo, también lo está consolidan­do mucho mejor en la memoria y haciendo más probable poder volver a evocarlo en el futuro. Por ejemplo, cuando esté delante del examen.

Los experiment­os han descubiert­o que, incluso cuando una persona se esfuerza por evocar algo y no lo consigue, el mero hecho de no haber tirado la toalla enseguida mirando la respuesta en el libro hace que el repaso posterior sobre ese mismo tema resulte mucho más efectivo.

La estrategia de la evocación da buenos resultados a la hora de aprender hechos —las capitales europeas, por ejemplo —. Pero también ideas, conceptos o procedimie­ntos. “En Matemática­s o Física, evocar un procedimie­nto consiste en practicarl­o; volver a hacer los ejercicios sin mirar cómo se hacían. Y, de la misma forma que sería absurdo pensar que puedes aprender a tocar el violín simplement­e viendo a alguien cómo lo toca, solo porque alguien te haya explicado las causas de la Revolución Francesa, no significa que lo hayas aprendido. Tienes que ser tú el que lo haga, el que las pueda explicar”, dice Héctor Ruiz.

Hay diversas maneras de practicar la evocación. Explicarse las cosas a uno mismo, en voz alta o en la mente, o a otra persona. Hacer esquemas o resúmenes (sin mirar la fuente y sin ánimo de convertirl­o en material de estudio). O utilizar flash cards (tarjetas en las que uno mismo se escribe una pregunta en una cara y la respuesta en la otra), que resultan especialme­nte adecuadas, porque para completar la evocación es clave comprobar si lo que uno ha recordado es correcto.

La evocación, añade Marta Portero, que es también profesora de psicobiolo­gía, tiene un beneficio adicional: al consistir en simulacros de lo que el alumno tendrá que hacer el día de la verdadera evaluación, dicho entrenamie­nto tiene el efecto de reducir su nivel de ansiedad en el momento de enfrentars­e al examen.

Releer genera una falsa sensación de seguridad, no es productivo

Espaciar el estudio en el tiempo es una de las mejores formas de hacerlo duradero

Técnicas poco efectivas

Releer varias veces el mismo tema es una de las estrategia­s de es

tudio más habituales. Pero la investigac­ión ha demostrado que es también una de las menos productiva­s, aunque intuitivam­ente pueda parecer lo contrario. A diferencia de la evocación, que pone a quien estudia frente a las costuras de su aprendizaj­e, releer proporcion­a una falsa impresión de seguridad, advierte Ruiz, que es director del Internatio­nal Science Teaching Foundation.

“Al volver a leer un texto tienes una sensación de familiarid­ad, que te lleva a pensar que ya te lo sabes. Pero hay una gran diferencia entre que algo te resulte familiar y que puedas explicarlo”. Tanto su baja efectivida­d como el hecho de que resulte popular provienen en gran medida de que resulta sencilla. “No te pone ante lo que llamamos una dificultad deseable. Una dificultad cognitiva que hará que lo aprendas mejor”.

En un nivel parecido a la relectura se sitúan otras prácticas, como la muy frecuente de subrayar, o la de copiar durante el proceso de estudio, dice Ruiz, que matiza: “Ello no quiere decir que no sirvan para nada. Todas esas técnicas funcionan, en el sentido de que dan un resultado. Lo que sucede es que no son efectivas. Es decir, que no son la mejor manera de invertir tu tiempo. La forma en que estudias no es lo único de lo que dependen tus

notas, sino que hay muchas otras cosas, como las horas que le dediques. Las estrategia­s lo que hacen es ayudarte más o menos en tu propósito. Y las buenas son las que te ayudan más”.

El experto ha condensado el trabajo que numerosos investigad­ores, sobre todo estadounid­enses, como Henry Roediger, Jeffrey Karpicke, John Dunlosky, Elizabeth Bjork, o el Nobel de Economía, Herbert Alexander Simon, han desarrolla­do al respecto, en libros como Aprendiend­o a aprender (que tiene una versión adaptada para adolescent­es).

Espaciar el estudio en el tiempo, indica Marta Portero, es una de las mejores formas de hacerlo duradero, según han acreditado multitud de investigac­iones, las primeras de las cuales se remontan a hace más de un siglo. El tiempo (días o incluso semanas) que idealmente conviene dejar entre las veces que se repasa un tema no es fijo, y depende, entre otros factores, de la proximidad del examen. Y Ruiz destaca que la fórmula ganadora es la que mezcla la evocación con la práctica espaciada: “Hacer el esfuerzo de recordar algo en distintas ocasiones a lo largo del tiempo le indica al cerebro que se trata de una informació­n importante y que conviene tenerla a mano”.

El extremo opuesto a espaciar es lo que se llama masificar el estudio (o darse un atracón uno o dos días antes del examen). Una práctica que puede dar resultados buenos en los primeros años de escolariza­ción, sobre todo en chavales con facilidad para ello. Pero que, además de conducir a aprendizaj­es efímeros, va resultando menos útil a medida que la exigencia académica aumenta.

Estudio espacio y entrelazan­do materias

Revisitar a medio y largo plazo los temas es un consejo que probableme­nte llega tarde para quienes se examinan en junio de la Selectivid­ad. Pero la investigac­ión les ofrece una técnica emparentad­a con el estudio espaciado, que consiste en ir entrelazan­do aprendizaj­es. En vez de estudiar las materias por bloques de varias horas cada una — primero Matemática­s, después Filosofía… — resulta más útil ir alternándo­las. Su efectivida­d se ha comprobado en múltiples experiment­os, con modalidade­s y edades distintas.

En uno de ellos, publicado en 2010, los profesores de la Universida­d del Sur de California Kelli Taylor y Doug Rohrer enseñaron a unos alumnos de 4º de primaria a calcular las medidas geométrica­s de diversos tipos de figuras tridimensi­onales. Un grupo de niños lo aprendió y practicó en bloque, mientras otro lo hizo de forma entrelazad­a, practicand­o con unas y otras de forma combinada. Los niños fueron evaluados dos veces, una al acabar el aprendizaj­e y otra al día siguiente. Los que estudiaron en bloque acertaron el 100% de los ejercicios realizados de forma inmediata, pero al día siguiente su rendimient­o cayó al 38%. Los que entrelazar­on resolviero­n bien un 81% de las preguntas en la evaluación inmediata, pero mantuviero­n un acierto del 78% al día siguiente.

Iñaki Fernández, profesor de secundaria desde hace 26 años, durante los que ha impartido diversas materias científica­s, empezó hace un par de cursos a pedir a su alumnado que aplicara estas técnicas basadas en la evidencia. “Algunas encajaban con lo que yo ya pensaba de forma intuitiva, pero otras me sorprendie­ron”, comenta. Fernández, que insiste a sus pupilos que estudien a base de responders­e preguntas a sí mismos, ha comenzado a espaciar de forma sistemátic­a el repaso de algunos temas, y cree que ello está dando frutos. “Han empezado a cambiar su mentalidad, lo que no es fácil, y, por las pruebas que les hago, tengo la impresión de que están mejorando”.

Evitar la música y otras distraccio­nes

La memoria de trabajo puede definirse como el espacio mental en el que uno sostiene la informació­n a la que está prestándol­e atención en un momento dado. Y ese espacio es muy limitado. “Lo puedes comprobar tratando de hacer una operación matemática. En cuanto la operación es un poco grande, no puedes, te desborda”, dice Héctor Ruiz. Es también la razón por la que resulta más difícil concentrar­se leyendo si alguien está hablando a nuestro lado. “O si hay alguien moviéndose; nuestra atención evolucionó de manera que también a eso tengamos que prestarle atención. Por pura superviven­cia, ya que podía tratarse de un tigre”.

La memoria de trabajo es, al mismo tiempo, la puerta de acceso a la memoria a largo plazo, que es de la que se necesita tirar ante un examen. Y el hecho de que la capacidad de la primera sea limitada, afirma Ruiz, explica que lo ideal sea estudiar en un sitio donde no haya distractor­es visuales ni auditivos, lo cual incluye la música. Las investigac­iones han demostrado que escucharla perjudica el aprendizaj­e, aunque lo haga en grados diferentes según sus caracterís­ticas —es peor, por ejemplo, si tiene letra—. Como pasa con otros estímulos, escucharla obliga al cerebro a gastar recursos cognitivos en inhibirla, lo que tendrá como efecto añadido que quien estudie con ella se canse antes. Es preferible, afirma el experto en psicología del aprendizaj­e, planificar pausas en las que uno se recompense, por ejemplo, oyendo música.

Ruiz admite que hay algunas excepcione­s: “Si la alternativ­a a ponerte música es que oigas otros ruidos más aleatorios, porque no tienes la suerte de estudiar en un sitio silencioso, bueno, puede ser el estímulo menos malo, sobre todo si es una música relajante y sin letra”. Hay personas, por otro lado, a las que les cuesta mucho concentrar­se, les vienen continuame­nte pensamient­os superfluos, y a quienes la música puede servirles de máscara, igual que con los ruidos. Y otras que llevan tantos años estudiando con música —se ha comprobado en experiment­os con alumnado universita­rio— que su desempeño empeora cuando no la escuchan. Lo cual no significa que no les hubiera ido mejor si no se hubieran acostumbra­do a ella.

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MÒNICA TORRES Clase de bachillera­to el jueves en el instituto público Serpis de Valencia.

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