El Pais (Galicia) (ABC)

Reconstruc­ción del ‘caso Caravaggio’: de 1.550 euros a 30 millones

El ‘Ecce Homo’ aparece en 2021 en una subasta y, tras confirmar su autoría por expertos en el pintor, un coleccioni­sta lo compra. Desde el día 28 se mostrará en el Prado

- ANA MARCOS Madrid

A mediados de marzo de 2021, la casa de subastas Ansorena de Madrid envió por correo electrónic­o el catálogo de su próxima subasta a coleccioni­stas, historiado­res, galerías... los clientes habituales. En la esquina inferior de una de las páginas aparecía una pequeña imagen de un cuadro llamado La coronación de espinas. Estaba atribuido al círculo del pintor Ribera (siglo XVII) e iba a venderse a principios de abril con un precio de salida de 1.500 euros. El estado de la tela, sin marco, no era particular­mente malo. Pero la acumulació­n de barnices y la calidad de la foto no contribuía­n a valorar con la suficiente precisión la pieza. O, tal vez, eso creyeron en Ansorena. En cualquier caso, para salir de dudas, durante dos semanas, todo aquel que quisiera podía acercarse a la casa de subastas a ver la obra. Ese fue el punto de partida de unos de los descubrimi­entos recientes más importante­s en la historia del arte.

Hasta Ansorena llegaron investigad­ores, sobre todo de Italia, grandes marchantes españoles, italianos y británicos. Se pasó por allí hasta Miguel Falomir, director del Museo del Prado. Especialis­tas con una mirada aguda y precisa entrenada por años de experienci­a. Capaces de identifica­r una obra maestra en la esquina inferior de un pdf de un catálogo de una casa de subastas.

Todos entraban y preguntaba­n por el mismo cuadro. El trasiego de importante­s especialis­tas y coleccioni­stas empezó a ser sospechoso en las dependenci­as de Ansorena y más allá. Algunos trabajador­es del Prado recuerdan la extrañeza de ver a tantas personalid­ades del gremio de visita en el museo en esos días.

Algunos de estos visitantes, como Maria Cristina Terzaghi, historiado­ra del arte italiana, tuvieron suerte y pudieron ver la obra. Otros, como Falomir, llegaron tarde. “Señor director, si viene usted a ver la copia de Ribera, sepa que la hemos retirado de la subasta y que ya no está aquí”, le dijo un empleado de la sala de subastas.

Era ya el 9 de abril. Para entonces, Jaime Mato, responsabl­e de la casa de subastas, y la familia propietari­a del cuadro ya habían recibido ofertas millonaria­s que hicieron saltar todas las alarmas y provocaron la suspensión de la venta. En torno al 22 de marzo, el marchante madrileño Nicolás Cortés deslizó una oferta por un millón y medio. Andrea Ciarioni, codirector de la galería Altomani de Milán, ofreció el día 26 de ese mes 600.000 euros. Una de las más elevadas fue la de los anticuario­s Robilant+Voena, que, en colaboraci­ón con el marchante italiano Fabrizio Moretti, subieron la oferta a más de 23 millones. Antonello di Pinto, profesor experto en arte que asesora a coleccioni­stas

como intermedia­rio en este tipo de compras, le envió la imagen a un anticuario italiano. “Si lo compramos, triunfamos”, explicaba Di Pinto que le dijo. En este tipo de operacione­s las comisiones de los mediadores pueden ser del 5%.

Los marchantes no solo ponían sobre la mesa cantidades desorbitad­as, sino que además acompañaba­n el desembolso de informes que contradecí­an la atribución de Ansorena. El consenso entre los expertos era casi unánime, algo poco habitual en el mundo del arte: había aparecido en Madrid un cuadro perdido de Caravaggio, lo que en el sector se llama un durmiente, un cuadro mal atribuido y susceptibl­e de ser vendido, en aquel momento, sin protección. Pero el Ministerio de Cultura, tras ser advertido por el Museo del Prado, declaró la inexportab­ilidad del Ecce Homo en menos de 48 horas y apremió a la Comunidad de Madrid a que lo declarara Bien de Interés Cultural (BIC). En pocos días, el cuadro quedaba blindado con la mayor protección que una obra de arte puede recibir en España.

La leyenda del genio italiano del Barroco, del que se conocen solamente 66 obras, se agrandaba. A la vez, la oportunida­d de hacer el negocio del siglo se desvanecía para estos comerciant­es: la pieza en el mercado internacio­nal podría haber superado los 100 millones de euros (el cuadro Judit y Holofernes, descubiert­o en 2014 en un desván cerca de la ciudad francesa de Toulouse, fue vendido por entre 100 y 150 millones de euros, en 2019, pese a que no hay consenso sobre la atribución). Tras la protección, la cantidad se reducía en torno a los 30 millones.

Los Pérez de Castro

A mediados de abril de 2021 el cuadro quedó protegido por la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura y permaneció custodiado, inicialmen­te, en las instalacio­nes de Ansorena. A la sala le quedaban 10 días para comunicar a las autoridade­s quiénes eran los propietari­os. Se iban sucediendo las preguntas: ¿quién es esta misteriosa familia?, ¿desconocía­n la autoría del cuadro que colgaba en su salón?, ¿cómo se estableció ese precio de salida que muchos calificaro­n de “ridículo”?

Antes de que se cumpliera el plazo, el secreto se desveló. Los propietari­os eran tres hermanos, los Pérez de Castro, dueños de una escuela de arte y diseño en el barrio de Salamanca, en Madrid. Su tradición artística, sin embargo, se remonta a siglos atrás: son descendien­tes de Evaristo Pérez de Castro, uno de los redactores de la Constituci­ón de 1812, que presidió el Gobierno bajo la regencia de María Cristina, y era dueño de una importante colección de arte. Por el otro lado familiar, eran herederos de Diego Méndez, arquitecto del Valle de los Caídos.

La familia, que declinó responder a las preguntas de este diario, aseguró a través de distintos portavoces que desconocía el origen del cuadro. Argumentab­an que lo habían sometido a distintos estudios y las conclusion­es nunca habían sido definitiva­s. En aquellos días, Mato defendió el trabajo de su casa con un informe del que, por ahora, no hay rastro: “La obra había sido catalogada como un ribera en una expertizac­ión de hacía unos 15 años”. Pero fueron suficiente­s unas gestiones en el Archivo de Protocolos de Madrid y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando para encontrar dos documentos clave: el inventario de las obras de Evaristo Pérez de Castro y su testamento. Estos informes describen que el cuadro llegó a España en 1656 de manos del virrey de Nápoles, apareció en un inventario de 1817 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando atribuido al pintor milanés y fue objeto de una permuta por un alonso cano del político de ojo ciertament­e educado para las artes. La familia, aparenteme­nte, lo tuvo en sus manos durante 198 años. ¿En qué momento se perdió esa valiosa informació­n?

Las respuestas ante tantas dudas las empezó a responder Jorge Coll, uno de los mayores anticuario­s del mundo, que fue el elegido por los Pérez de Castro como portavoz y gestor de la restauraci­ón, atribución y venta del Ecce Homo. El marchante ya había mostrado a este diario su convencimi­ento de que acabaría siendo el elegido para llevar las riendas de la operación. “Me voy a quedar con este cuadro”, llegó a decir en conversaci­ón telefónica con EL PAÍS. Y así fue. Coll, desde el inicio, defendió que la familia desconocía el tipo de pieza que colgaba en el salón de su casa. “El arte antiguo es muy complicado”, respondió a este diario.

Durante los tres últimos años, Coll ha gestionado con discreción la restauraci­ón de la obra, que se ha realizado en la galería Colnaghi de Madrid con el permiso de la Comunidad de Madrid. La pieza fue trasladada hasta allí desde unas instalacio­nes de Coslada, acondicion­adas para almacenar obras de arte. Un equipo de reslugar,

tauradores liderado por el experto italiano Andrea Cipriani ha estado arreglando los desperfect­os de la pieza. Bajo su mando, especialis­tas como Claudio Falcucci y Carlo Giantomass­i, otro relevante restaurado­r que participó en los trabajos de los frescos de Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina. “La obra estaba bien para tener 400 años y los vaivenes que ha pasado”, explicó Coll.

Desde el inicio, el marchante descartó para esta tarea el taller de restauraci­ón del Prado. “Es uno de los clientes, parte interesada”, se justificó Coll. Recienteme­nte ha reculado en parte su primera respuesta para explicar que la última palabra siempre fue de la familia, que optó por “los mejores restaurado­res del mundo”.

De manera paralela, Coll ha contado con la colaboraci­ón de Terzaghi, una de las mayores expertas en el mundo en Caravaggio, que ya en julio de 2021, solo

cuatro meses después de que apareciera el cuadro en el catálogo de Ansorena, publicó un informe científico en el que concluía que se trataba de Caravaggio; además de Keith Christians­en (comisario del Museo Metropolit­ano de Nueva York), Gianni Papi (historiado­r del arte) y Giuseppe Porzio (historiado­r del arte en la Universida­d del Arte) para atribuir la pieza al genio del barroco. Sus conclusion­es aparecerán en un libro.

A finales del verano de 2023 Coll y sus socios —también marchantes— Filippo Benappi (Benappi Fine Art) y Andrea Lullo (Lullo Pampoulide­s) tienen el cuadro restaurado y un exhaustivo informe en el que los mayores especialis­tas del mundo en el pintor lombardo aseguran que el lienzo que tienen entre manos está pintado por el artista barroco. El interés por la pieza, pese a la protección legal, nunca ha decaído, asegura el anticuario. Solo faltaba un comprador.

Un mecenas inglés, coleccioni­sta de arte contemporá­neo, se acercó a Coll con el interés de comprar un cuadro de Velázquez, aseguran varias fuentes conocedora­s de la negociació­n. Pero el anticuario español tenía algo mejor que ofrecerle: el (pen)último caravaggio encontrado. Cómo resistirse a una pieza de este tipo.

En julio de 2023, comienza una negociació­n en la que, según Coll, hubo dos requisitos. En primer el comprador debía tener una residencia en España como se establece para los dueños de piezas que son BIC. No hay problema, el mecenas inglés tiene una casa aquí. En segundo lugar, “el deseo de la familia es que el cuadro se exponga al público”, asegura Coll. Hecho. Se firma un contrato a través del despacho Ramón y Cajal que redactan Rafael Mateu y Patricia Fernández, abogados de la firma, para que durante nueve meses el Ecce Homo se exponga en el Prado en forma de préstamo temporal( a partir del 28 de mayo). En este punto, el nuevo propietari­o hizo una petición: la tela tiene que exponerse en un espacio exclusivo. La pinacoteca cedió, aunque este tipo de exhibición sea una rareza en el museo.

Solo faltaba cerrar la cifra de venta. Unos 30 millones de euros que se repartirán entre los Pérez de Castro, Coll y sus dos socios. Una cantidad que resulta bastante asequible, dicen varias fuentes consultada­s, para un coleccioni­sta de arte contemporá­neo. Valga un dato: Warhol rompió la banca de las subastas en 2022 con la venta en más de 100 millones de euros.

Control y vigilancia

Toda esta negociació­n siempre ha sido comunicada a la Comunidad de Madrid y al Ministerio de Cultura, ya que el cuadro está protegido, explican fuentes del despacho Ramón y Cajal, donde se firmó el contrato, a finales de agosto de 2023. Es decir, que desde un primer momento los organismos públicos que ejercen algún tipo de control o vigilancia sobre la obra supieron la voluntad de la familia de exponerla. El nuevo dueño, cuya identidad es un misterio, “no la va a colgar en su casa”, dice Coll.

En resumen: un coleccioni­sta inglés compra la obra por el precio que se barajó desde que el Ecce Homo fue protegido. Los primeros dueños y sus representa­ntes reciben la cantidad pactada. El Estado se asegura no desembolsa­r un euro. El Prado encuentra el complement­o perfecto a su caravaggio, David vencedor de Goliat. El nuevo propietari­o posee ya un icono. Además, tiene asegurada la conservaci­ón y protección de la pieza gracias a las garantías que un museo como el Prado ofrece.

Antes de escribir el final de esta historia, quedan flecos por resolver. Tanto Mateu como Coll explican que el cuadro estará nueve meses en el Prado, para después viajar a “otras coleccione­s públicas”. El abogado representa­nte del propietari­o avanza que la obra se exhibirá por España, Europa y otros continente­s gracias a un compromiso, por el momento hablado, con el Ministerio de Cultura para que emita los permisos necesarios. Sin esos documentos, un BIC no puede salir de España. Es el compromiso para que siempre vuelva. ¿Qué pasará cuando termine este tour?

El lienzo podría haber superado los 100 millones de euros en el mercado

El actual propietari­o quiere que se vea. “No la colgará en su casa”, subraya Coll

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EFE El Ecce Homo de Caravaggio.
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Inventario de las obras de Evaristo Pérez de Castro, en una imagen del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid.
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Detalles de la obra antes de la restauraci­ón, en imágenes del catedrátic­o Benito Navarrete.

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