El Pais (Galicia) (ABC)

Tadej Pogacar da una exhibición en los Alpes

El esloveno ataca, supera a Nairo y su ventaja se estira hasta casi siete minutos

- CARLOS ARRIBAS

Huye el pelotón de las orillas del lago de Garda, mosquitos y calor, y los escaladore­s ligeros como pajaritos comienzan a volar, quizás sintiéndos­e libres, al fin. Pasada la llanura, llegan sus montañas, los Alpes, aire. Se fugan por tandas y se juntan 50. Viejos que se buscan, como Nairo, jóvenes que buscan exaltarse, como Piganzoli, como Pellizzari, como Steinhause­r, veteranos del oficio también, habituales, obreros del pedal, pico y pala, para quienes cada pedalada es un desafío. Su ventaja nunca pasa de cinco minutos, pero apenas desciende de tres.

Detrás, no muy lejos nunca, de rosa siempre, de los pies a la cabeza, Tadej Pogacar vigila y mira al frente, a las montañas en las que está escrito su destino, que no es ganar el Giro, no solamente, sino perseguir a

Merckx, perseguir la grandeza por encima de todas las cosas, con las manos desnudas, pues ha regalado los guantes rosas y negros a un aficionado en la cuneta. Aprieta el botón de la radio, anuncia sus intencione­s a su gente para que Majka avive el ritmo, después se suena los mocos con las mismas manos, se levanta del sillín, acelera y se va. Nadie puede seguirle. Nadie lo intenta. Un poco Dani Martínez, otro poco Tiberi. Los más osados. Nada Geraint Thomas, la prudencia. Están muertos. El viento sopla de espaldas. Sufren a rueda. Quedan 15 kilómetros para la meta. ç

No hay un Roglic, no un Vingegaard, nadie que le pueda hacer dudar, sufrir. Acelera Pogacar, suave, sin forzar, como si fuera cuesta abajo, y va devorando kilómetros, aniquiland­o voluntades. Busca, y encuentra, el símbolo máximo de su superiorid­ad: ganar solo, de rosa, en los Alpes italianos. Alcanza la grandeza del caníbal. Parte a las 16.30, arriba a las 17.00. 30 minutos exactos, 15 kilómetros, 30 por hora. Los números de la épica. Es el cuarto triunfo de etapa de Pogacar. El Giro ya estaba blindado. Le faltaba el lazo rosa, el adorno superfluo pero fundamenta­l. El símbolo.

Geraint Thomas y Daniel Felipe, sus compañeros de podio provisiona­l, llegaron a 2m 50s (3m contando la bonificaci­ón), y ya están a 6m 41s y 6m 56s, respectiva­mente, en la general. Cuando Pogacar, a falta de dos kilómetros, adelanta a Nairo, recuerda, y así lo dice, que el primer Giro que vio de niño fue el de 2014, cuando viajó a Trieste, tan cerca de su Eslovenia, a ver la última etapa. Tenía 15 años y vio ganar de rosa al colombiano, rey de los Dolomitas. “Hoy Nairo ha sido grande de verdad. Ha atacado de lejos, lo ha hecho. Ha estado extraordin­ario”, le elogia luego el esloveno después de su exhibición en los Alpes.

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DARIO BELINGHERI (GETTY) Pogacar, en la subida al Mottolino.

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