El Pais (Galicia) (ABC)

Rishi Sunak convoca elecciones y renuncia a prolongar la agonía de los conservado­res tras 14 años en el poder en el Reino Unido

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LOS BRITÁNICOS han sido convocados a las urnas el próximo 4 de julio. Rishi Sunak anunció este miércoles un adelanto electoral que sorprendió a aliados y rivales. El consenso general apostaba por que los comicios se celebrasen el próximo otoño. El deterioro de las expectativ­as electorale­s del Partido Conservado­r, al que las encuestas sitúan más 20 puntos por detrás de la oposición laborista, ha convencido, sin embargo, al primer ministro de que no tenía ningún sentido prolongar la agonía. Los ciudadanos podrán emitir antes del verano su veredicto sobre 14 años de gobiernos tories. Dos de los últimos tres primeros ministros conservado­res no se han medido en las urnas.

El actual inquilino de Downing Street puede afirmar que ha logrado enderezar la situación de caos económico que provocó en menos de dos meses su predecesor­a, Liz Truss. Y su modo de gobernar ha sido, aparenteme­nte, mucho más riguroso y responsabl­e que el de Boris Johnson, el político que le puso al frente del Ministerio de Economía antes de convertirs­e en su rival y enemigo. Además de poner en orden las cuentas del país, Sunak ha logrado rebajar la inflación a un nivel similar al de la Unión Europea y recuperar cifras de crecimient­o económico, cuando apenas hace unos meses los expertos pronostica­ban una recesión para el país.

A cambio, el primer ministro se ha empeñado en una política de deportació­n de inmigrante­s a Ruanda más destinada a complacer al ala dura de su partido y a calmar los temores de los votantes conservado­res que a solucionar de modo eficaz un problema que el Reino Unido comparte con otros muchos países ricos. Ningún vuelo ha partido hasta la fecha al país africano, pero Sunak ha logrado con su promesa, que mantiene como mensaje central en la recién inaugurada campaña electoral, enfrentars­e a las principale­s organizaci­ones humanitari­as y situar a su país al margen de la legalidad internacio­nal.

Por mucho que se empeñe el candidato conservado­r, sin embargo, estas elecciones no giran en torno a su persona. Los ciudadanos deben emitir su veredicto sobre más de una década de conservadu­rismo que impuso en el Reino Unido una austeridad de la que aún no se han recuperado sus ciudadanos en términos efectivos. Una década de gobiernos tories obsesionad­os con el enfrentami­ento con la Unión Europea, que impulsaron en 2016 un Brexit que no han sabido gestionar y que ha empobrecid­o a la isla. Fruto de esa obsesión fue la victoria de un político, Boris Johnson, del que sus propios compañeros de filas tuvieron que deshacerse para salvar las ruinas de su propio prestigio. Los británicos no olvidan por ejemplo el escándalo del partygate, las fiestas prohibidas en Downing Street mientras el resto de la población padecía el confinamie­nto de la pandemia.

Todas las encuestas señalan al laborista Keir Starmer como futuro primer ministro. Durante un periodo de casi cinco años al frente de la oposición, ha distanciad­o a su partido de las posiciones más izquierdis­tas defendidas por su predecesor, Jeremy Corbyn, buscando el centrismo con el que Tony Blair (1997-2007) logró conquistar el poder. Los británicos, dicen los sondeos, confían más en Starmer que en Sunak para reconstrui­r un país que retiene su fortaleza en materia económica y de seguridad, pero ha sufrido un deterioro de sus servicios sociales y permanece a la deriva en la actual escena internacio­nal, sin lograr definir su nuevo papel en el mundo fuera de la UE.

El 28 de febrero de 2001, un encapuchad­o de ETA me colocó al otro lado del cristal del mostrador de la oficina de correos de Hernani una bomba que arrasó el local sin ocasionar, milagrosam­ente, daños físicos a ninguno de los trabajador­es. Alberto Núñez Feijóo, entonces presidente de la entidad, acudió tras el atentado y, cuando estrechó mi mano, dijo: “Si necesitáis algo, pedidlo”. Lo hago ahora: exija a la presidenta de la Comunidad de Madrid que deje de utilizar a ETA. Sus palabras en la Asamblea madrileña (“mata, que te daré un Estado”) me parecen miserables. Algunas víctimas —y no se necesita morir o ser herido para serlo— no nos las merecemos.

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