Palma de Oro emocionante e incontestable para ‘Anora’
La película de Sean Baker se lleva el galardón más importante de un acertado palmarés
Anora, la inolvidable película del estadounidense Sean Baker sobre una prostituta que vive un falso cuento de hadas junto a un niñato ruso rico, logró ayer con absoluta justicia la Palma de Oro de la 77ª edición del Festival de Cannes. Desde su primera proyección, el entusiasmo fue unánime: es una película transformadora, como recordó la presidenta del jurado, Greta Gerwig, rebosante de humanidad, una película llena de esperanza que al jurado y a la mayoría de los profesionales acreditados les “rompió el corazón”.
La historia de Anora es la de una prostituta de Astoria (Queens) que se ve envuelta en una disparatada epopeya cuando el hijo de un oligarca ruso se encapricha de ella. Con unos personajes para el recuerdo, Anora circula por varios géneros: de la película nocturna desenfrenada al thriller urbano junto a las mafias rusas de Coney Island, del screwball comedy a una vuelta de tuerca final tan emocionante que Baker —que les dedicó el premio a ellas, “a las prostitutas de antes, de ahora y de siempre”— convierte a su protagonista, interpretado por una increíble Mikey Madison, en una heroína eterna. El trabajo de Madison y el del actor ruso Yuriy Borisov, en la piel de un lacónico y romántico ángel de la guarda, convierten Anora en una Palma de Oro perfecta y emocionante porque consagra a un cineasta independiente (¡la película está dedicada al cineasta español Jesús Franco y a la actriz Soledad Miranda!) que lleva mucho tiempo filmando realidades marginales sin sordidez ni moralina, con una mirada llena de empatía y sabiduría hacia quienes retrata. Baker es un director que no se pone por encima de lo que narra, como demostró con The Florida Project (2017), que como Anora es de esas películas que cambian la vida del espectador.
Baker recogió la Palma de Oro haciendo un alegato a favor de las salas de cine y recordando a dos de sus héroes, Francis Ford Coppola y David Cronenberg. El primero fue el encargado de entregarle durante la ceremonia de clausura la Palma de Honor a su amigo George Lucas.
El segundo premio en importancia, el Gran Premio del Jurado, fue para
All We Imagine as Light, la primera película india que concursa en 30 años, y el segundo largometraje de la joven directora Payal Kapadia, que debutó en 2021 con otra joya, A Night of Knowing Nothing. Otra vez el jurado fue impecable. La historia de tres mujeres, dos de ellas compañeras de piso, que trabajan como enfermeras en Mumbai es un precioso y delicado relato de sororidad y amistad. La manera en que Kapadia capta la vida de estas mujeres —en el hospital, en el transporte público nocturno o en la casa— muestra una intimidad que, alejada de clichés sobre su país, se abre a una mirada muy poética, íntima y muy sensual. Kapadia es una cineasta mayor y ayer Cannes lo confirmó.
El jurado también otorgó un Premio Especial a Mohammad Rasoulof por The Seed of the Sacred Fig, una premio político a una película valiente que desafía a la teocracia iraní a través de un drama familiar en el que tres mujeres, dos hijas y la madre, empiezan a tomar conciencia de la realidad a través de las revueltas que empezaron en 2022 por la muerte de la joven Masha Amini, golpeada y arrestada por llevar mal puesto el velo.
El premio al mejor director fue para el portugués Miguel Gomes, realizador de Grand Tour, autor de este arrebatador e inolvidable viaje a Oriente que se merecía estar en el palmarés por su manera de moverse entre el azar y el tiempo con un misterio y una belleza al alcance de muy pocos. Grand Tour confirma al director de Tabú (2012) como un cineasta capital capaz de configurar un melancólico mundo propio situado entre realidad y ficción, entre documento e imaginación.
Emilia Pérez, el narcomusical queer de Jacques Audiard, se llevó el Premio del Jurado y a la mejor actriz para la española Karla Sofía Gascón, junto con sus compañeras en el filme: Adriana Paz, Zoe Saldaña y Selena Gomez. El mejor actor fue Jesse Plemons por su magnífico trabajo en la vacua Kind of Kindness. Mientras Plemons no asistió a la ceremonia, Karla Sofía Gascón ofreció un volcánico y atropellado discurso en francés y español. Le dedicó el galardón, el primero para una actriz trans en Cannes, a su hija y a su mujer por aguantarle “las locuras” y “a todas las personas trans que sufrimos todos los días”.
La ceremonia de premios comenzó con el galardón al mejor guion para The substance, la película escrita y dirigida por la francesa Coralie Fargeat, que ha ideado una divertidísima película de body horror y humor negro sobre el pánico a envejecer. Una revisión feminista de El retrato de Dorian Gray en la que Demi Moore lo da todo como una veterana estrella de Hollywood enfrentada a sí misma.
Esta edición de Cannes, que ha subido puntos en las últimas jornadas, quedará en el recuerdo por un palmarés que hace justicia a las películas del concurso. Con grandes momentos, como el Napoleón restaurado de Abel Gance o el mediometraje de Leos Carax C’est pas moi, que reflexionaba con esa mezcla suya de intensidad lírica y humor extraño sobre qué es el cine, su pasado y su futuro. En esta pieza que le encargó el Pompidou a Carax para un proyecto que acabó descartado, hay un momento que será difícil olvidar. En él, el cineasta habla de la importancia de pestañear, de fundir en negro nuestros ojos para así humedecerlos. Si se secan, morirían. Ese es el mal actual del cine, dice Carax, que las imágenes ya no nos dejan respirar, están ahí, sin permitirnos pestañear, un aluvión que nos está cegando la mirada. Por fortuna, Anora o Grand Tour son de esos filmes que no imponen nada, vuelven a empezar en el momento en el que acaban.