El Pais (Galicia) (ABC)

Intel quiere cambiar el chip. El antiguo líder indiscutib­le de los microproce­sadores ha dejado escapar el tren de la inteligenc­ia artificial y se esfuerza ahora por recuperar el terreno. Sin embargo, el mercado se ha cansado de esperar resultados

- Por Miguel Jiménez

Si hace 20 años a un inversor le hubieran dicho que los microproce­sadores serían el sector de moda en 2024, habría apostado por Intel. Un error. El dominador de antaño se ha quedado atrás en la carrera de la inteligenc­ia artificial (IA), la nueva gallina de los huevos de oro. Intel quiere cambiar el chip, pero le va a costar tiempo y dinero recuperar el retraso. Ha redoblado su apuesta por la fabricació­n con inversione­s multimillo­narias, al tiempo que desarrolla nuevos procesador­es de inteligenc­ia artificial. El actual consejero delegado, Pat Gelsinger, lleva pidiendo paciencia desde que asumió el cargo en 2021, pero el mercado está cansado de esperar.

En 2004, Intel valía en Bolsa 148.000 millones de dólares, más de 30 veces lo que Nvidia, que rondaba los 4.000 millones. De hecho, el beneficio anual de Intel casi duplicaba entonces la capitaliza­ción de Nvidia. Desde entonces, su vecino de Santa Clara (California) ha multiplica­do su capitaliza­ción por más de 500 y vale 2,2 billones de dólares, mientras que Intel ronda los 135.000 millones, un 10% menos que hace dos décadas.

Sí, es cierto: Nvidia es el gran triunfador de la era de la IA y cualquier comparació­n con ella es algo injusta. Sin embargo, en ese mismo periodo, Advanced Micro Devices (AMD) ha multiplica­do su valor por 30, TSMC lo ha hecho por 15 y Avago-Broadcom, por más de 20 en 10 años (ni siquiera cotizaba en 2004). ASML, fabricante de máquinas de litografía para producir chips, ha multiplica­do por 40 su valor. Los microproce­sadores ocupan un lugar estratégic­o en la cadena de valor de los sectores punteros de casi cualquier tecnología. Sin embargo, el indiscutib­le rey del sector es ahora el patito feo.

La compañía facturó 79.024 millones de dólares en 2021; 63.054 millones en 2022 y 54.228 millones en 2023, según sus informes anuales. Esa caída de ingresos del 31% en dos años se ha visto acompañada de un descenso del beneficio del 91%, desde 19.868 a 1.689 millones de dólares, un resultado inferior al de 30 años antes, cuando saboreaba las mieles del éxito de sus omnipresen­tes microproce­sadores Pentium.

Intel escaló a la cima con un modelo de negocio integrado en

el que diseñaba microproce­sadores y los producía en sus propias fábricas. Sin embargo, se ha visto superada por firmas especializ­adas más innovadora­s en el diseño de los circuitos integrados (Nvidia, Qualcomm, Arm) o más eficientes y avanzadas en la fabricació­n (TMSC, principal proveedor de Apple y Nvidia, y Samsung). Sus principale­s experienci­as de producción para terceros han sido decepciona­ntes.

Mientras crecía la demanda de computació­n en la nube o de pequeños microproce­sadores para teléfonos inteligent­es, el mercado de los ordenadore­s personales, donde sus microproce­sadores eran omnipresen­tes, lleva años renqueando. Además, Intel ha cedido cuota ante AMD y Qualcomm, al tiempo que perdía a Apple como cliente estrella al apostar la empresa dirigida por Tim Cook por sus propios microproce­sadores. Se ha ido quedando con un trozo más pequeño de una tarta más pequeña.

Para darle la vuelta a esa situación, Gelsinger ha acometido una reestructu­ración con la que, más allá del ajuste a corto plazo, quiere recuperar el tiempo perdido tanto en diseño como en fabricació­n. Por el lado del diseño, quiere poner una pica en la inteligenc­ia artia

ficial, con los acelerador­es que demanda el mercado. El mes pasado aseguró que su procesador de inteligenc­ia artificial Gaudi 3 será más potente que el H100 de Nvidia, la referencia a batir. Además, ha presentado nuevos chips para los PC de la era de la inteligenc­ia artificial, los Core Ultra. Su tesis es que a medida que la tecnología se extienda, los ordenadore­s personales, los teléfonos móviles y los equipos de red necesitará­n chips capaces de ejecutar directamen­te tareas de IA más allá del acceso a los centros de datos remotos de empresas como Microsoft y Google donde ahora se concentran.

En cuanto a la fabricació­n, la llamada fundición, Intel está acometiend­o inversione­s multimillo

narias en Estados Unidos, Europa e Israel, al calor de los incentivos públicos, especialme­nte los del Gobierno de Joe Biden, para reducir la dependenci­a del suministro asiático. Solo en Estados Unidos, Intel prevé inversione­s de más de 100.000 millones de dólares en cinco años para ampliar la capacidad de fabricació­n de chips avanzados en el país, especialme­nte para atender a la demanda generada por la IA.

Pros y contras

A favor de Intel juega el factor geoestraté­gico y el deseo de los clientes de tener alternativ­as a Nvidia. En contra, además del retraso acumulado, la nueva competenci­a de las grandes tecnológic­as, como Amazon, Microsoft y Google, que desarrolla­n sus propios microproce­sadores, y la resistenci­a de los diseñadore­s a contratar la fundición a un competidor en lugar de un fabricante puro, como TMSC.

“Estamos ejecutando nuestra estrategia para mejorar significat­ivamente la rentabilid­ad con el tiempo. Obviamente, aún no lo hemos conseguido, dada la gran inversión inicial que hemos necesitado para desarrolla­r este negocio. Pero siempre dijimos que iba ser un plan plurianual, y vamos por buen camino”, dijo Gelsinger en abril en la presentaci­ón de los resultados del primer trimestre, que Intel cerró con pérdidas de 381 millones de dólares.

“Los semiconduc­tores son la moneda que impulsará la economía mundial en las próximas décadas. Somos una de las dos, tal vez tres empresas del mundo que pueden seguir haciendo posible la próxima generación de tecnología­s de chips y la única que tiene capacidad e I+D en Occidente, y participar­emos en todo el mercado de la IA”, añadió Gelsinger. Aseguró que la compañía ha tocado fondo, pero al tiempo dio unas previsione­s decepciona­ntes para el segundo trimestre. Las acciones reaccionar­on a la baja y acumulan una caída de más del 30% en 2024.

“Nos gustaría creer que se ha tocado fondo, pero hemos perdido la cuenta de las veces que lo hemos oído”, señalaban los analistas de una firma de inversión estadounid­ense en un informe para clientes en el que calificaba­n de “extremadam­ente difícil” la situación a corto plazo de Intel y expresaban dudas sobre el medio plazo. “Aunque creemos que están haciendo todo lo que pueden para intentar arreglar las cosas, está claro que la empresa está profundame­nte maltrecha, y tardarán años en ver los frutos de su (actualment­e exhaustiva) labor, con el éxito en sus esfuerzos lejos de estar asegurado en medio de dificultad­es de ejecución y vientos en contra estructura­les”, añadían.

Gordon Moore, uno de los fundadores de Intel, pronosticó en 1965 que el número de transistor­es de un circuito integrado se duplicaría cada año durante los 10 años siguientes con un aumento mínimo del coste. Diez años más tarde revisó la conocida como Ley de Moore para fijar un ritmo de duplicació­n cada dos años. Esa evolución exponencia­l ha marcado el sector de los semiconduc­tores durante décadas, desafiando límites impensable­s con nuevos materiales. En las últimas dos décadas, Intel ha hecho poco por la ley de su cofundador. Ahora quiere cambiar el chip.

La empresa vale en Bolsa un 10% menos que en 2004 y su rival Nvidia capitaliza 500 veces más

En el primer trimestre perdió 381 millones y las previsione­s de futuro fueron decepciona­ntes

 ?? REUTERS ?? Presentaci­ón de microproce­sadores, el pasado 21 de febrero, en la planta de Intel en San José (EE UU).
REUTERS Presentaci­ón de microproce­sadores, el pasado 21 de febrero, en la planta de Intel en San José (EE UU).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain