El Pais (Galicia) (ABC)

Dulce invierno chipriota

La playa donde según la leyenda nació Afrodita, las animadas terrazas del puerto, los mosaicos y los monasterio­s cercanos convierten a Pafos en el epicentro del sur de la isla mediterrán­ea

- Carlos Pascual

Sin ser la capital, ni la ciudad más grande, ni la más rica, Pafos es la levadura que fermenta y da carácter a Chipre. Una isla en forma de lágrima, llamada justamente “lágrima de Afrodita”, o también “la cuna de Afrodita”. Porque la diosa griega del amor y la belleza (que los latinos rebautizar­on como Venus) nació en las playas de Pafos. Y es imán principal para muchos turistas que vienen a esta “isla del amor” en luna de miel, o simplement­e a disfrutar de un mosaico vivaz de paisajes y culturas, aguas cálidas y limpias, y un sol que se resiste a emigrar en invierno. Chipre, que acaba de presidir la Unión Europea, vive momentos de crisis, como todos. Pero sus inviernos poseen la dulzura que los mitos atribuyen a su voluptuosa deidad.

9.00 Dioses por los suelos En Pafos está uno de los dos aeropuerto­s internacio­nales de la isla. Es ciudad chica (80.000 habitantes), pero es el foco que galvaniza el extremo occidental de Chipre, todo él amparado (no sin cierto oportunism­o) por la sombra de Afrodita. Así que lo mejor es ir directamen­te al grano: a Kato Pafos . La ciudad grecorroma­na que se extiende por una península a poniente de la ciudad moderna, y que exige su dosis de tiempo. Porque hay casas que vale la pena fisgar; por lo único que de ellas queda en pie: los suelos. Todos, o casi, cubiertos de mosaicos, que le han valido a Pafos el título de patrimonio universal. Por allí anda derramada toda la mitología griega, dioses y héroes, ciudadanos y campesinos entregados a sus oficios, animales, grecas, cenefas... Algunos edificios están protegidos por una cubierta, otros permanecen al raso, otros, sin excavar. El recinto arqueológi­co incluye un odeón romano, una basílica paleocrist­iana, la fortaleza Sa

ranta Kolones del tiempo de los Cruzados y las llamadas Tumbas de los Reyes (más bien, altos oficiales), subterráne­as, del siglo III antes de Cristo. Al salir del parque se topa uno con un castillo de origen veneciano (luego apañado por los otomanos) que moja sus pies en el agua y preside el skyline del puerto; se puede visitar solo en parte, por su mal estado.

12.00 El monje huraño Tiempo habrá de volver al puerto, pero es mejor apurar la mañana acercándon­os a un barrio de ricos llamado Tala (se llenó de kuwaitíes cuando Saddam Hussein invadió su país). Allí, entre colinas perfumadas por pinos y abedules, se alza el monasterio de San Neófito . Un paisano del siglo XII que, en su noche de bodas, escapó del tálamo nupcial para refugiarse en una cueva y llevar vida de ermitaño. Pronto se le unieron otros ascetas, así que él se mudó a otra oquedad más alta del acantilado; recibía comida por un agujero, mediante una soga. Alcanzó fama de santo, y él mismo debía de estar convencido de ello, pues se hizo pintar aureolado como tal y transporta­do por los ángeles, en los frescos que decoran su gruta. A su muerte, se construyó abajo una iglesia bizantina, en la que está enterrado, es un decir: su cuerpo se venera en un cofre, y su cráneo, en un relicario. Con el tiempo fue creciendo un monasterio enorme; pero ahora solo quedan nueve monjes y noventa gatos. También hay un pequeño museo sacro. Vienen muchos autocares de turistas, por lo cerca que está, por el interés de las pinturas y porque la montaña de Tróodos está a solo un paso: en ella se esconden otros monasterio­s, nueve de los cuales son patrimonio de la Unesco.

14.00 Los placeres de la carne Es hora de volver al centro y atender al estómago; el mejor sitio para ello es el puerto y su paseo marítimo . Allí se alinean tabernas y terrazas que exhiben, en mostradore­s a pie de acera, pescados y mariscos tentadores. Normal, estamos en un puerto. Pero hay que advertir de que los chipriotas, en general, son más de carne que de pescado. La razón parece paradójica: las aguas ribereñas son tan limpias porque carecen del plancton necesario para los peces. Así que el plato fuerte suele ser carne. Eso sí, de entrada es obligada la costumbre del mezzé (tapas, o mejor, raciones): haloumi (queso a la plancha), moussaka (lasaña de berenjena), ensalada de yogur y menta, pulpo, calamares, pescadito frito, souvlakia (pinchos morunos)... Un buen sitio para comer es

St. Georges Tavern (Yeroskipos), donde el chef George Dimitriadi­s ofrece cocina mediterrán­ea; también son de fiar la Taverna Fettas (33 Ioanni Agroti) o Apothiki (81 Eleftheria­s Avenue).

16.00 Nacimiento de Venus

A unos veinte kilómetros de Pafos hay una playa de guijarros pulidos como gemas y grandes como puños; la llaman Petra tou Romiou , por las grandes rocas desmigadas por el agua. Allí exactament­e nació Afrodita. Según cuenta Hesiodo, Cronos (Tiempo), hijo del Cielo y de la Tierra, rebanó los genitales a su padre y los arrojó al mar en este punto; de las volutas botticelli­anas del esperma-espuma nació la diosa del amor. La playa está concurrida sobre todo por parejas, que graban corazones e iniciales en la roca. Dicen que estas olas hacen fértiles a las hembras. A muy poca distancia se encuentra el templo de Apo

lo. El dios del arte y la belleza es, en cierto modo, el reverso masculino de Afrodita. A una legua escasa se recuesta en una ladera, frente al mar, el teatro de Kourion , que parece recién estrenado. Allí se celebran veladas veraniegas (y hubo algunos fastos en la pasada presidenci­a de la UE). Junto a lo alto del graderío, un vanguardis­ta armazón protege la llamada Casa de

Efstolios; un próspero ciudadano del siglo IV, cristiano cuando serlo todavía era ilegal, así que dejó pistas de su fe en rincones discretos de los mosaicos que cubren los suelos.

18.00 Unos baños divinos

9 De vuelta a Pafos, y casi a la misma distancia de Kourion, pero en dirección norte, se llega a la península de Ákamas , con el municipio de Polis y la marina de Lakki. Buena playa y poco que ver, excepto una colina que es objeto de nutrido peregrinaj­e: hay allí una poza que llaman “los baños de Afrodita” ; para rematar la cursilada, a una fuente cercana la llaman “fontana del amor”. Eso, las ruinas de un castillo y cien capillas, y una parada de burros-taxi, son reclamos bien explotados. Pero el mayor atractivo tal vez sean los restaurant­es y terrazas del paseo marítimo (recién enladrilla­do), las mansiones de ricos y un resort de famosos, el Anassa (Lakki), donde suelen parar Elton John o Diana Ross. Si se quiere mayor bullicio, habrá que regresar a la noche de Pafos, que en buena medida se cuece en los salones de sus hoteles. Como los de los hermanos Constantin­ou Bros (Poseidonos Avenue): cuatro establecim­ientos comunicado­s por jardines, piscinas y la playa, con todo tipo de lujos. Ah, celebran bodas civiles muy vistosas a orillas del mar casi a diario.

 ?? / Carlos Pascual / John Miller / C. P. ?? De izquierda a derecha, tres imágenes de la isla griega de Pafos: ruinas de Kato Pafos, el puerto de Pafos y frescos en la cueva de San Neófito.
/ Carlos Pascual / John Miller / C. P. De izquierda a derecha, tres imágenes de la isla griega de Pafos: ruinas de Kato Pafos, el puerto de Pafos y frescos en la cueva de San Neófito.
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