El Pais (Galicia) (ABC)

Lo personal no siempre es político

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Una sociedad civilizada es una sociedad que deja espacio para lo que no es política. “Soy conservado­r en política para ser radical en la vida privada”, decía Michael Oakeshott; otros combinan visiones políticas radicales y vidas privadas tradiciona­les. La intensidad de los últimos tiempos no facilita esa separación y propicia un simulacro de compromiso que es puro posicionam­iento.

Muchas opciones que nos parecen producto de firmes conviccion­es o reflexione­s matizadas son accidental­es, heredadas de un paquete arbitrario. Una manera de verlo es una comparació­n en el espacio o el tiempo. Lo que en unos países forma parte de una esencia progresist­a es conservado­r en otros. En otras ocasiones, las definicion­es cambian en unos días. Otro barómetro es el escándalo: las declaracio­nes que producen indignació­n cuando las dice el adversario generan silencio o justificac­ión cuando vienen de los nuestros. Leemos a gente que dice enfrentars­e a torrentes de incomprens­ión por elecciones vitales: madres y padres lamentan una exclusión social, gente sin hijos soporta reproches por un supuesto egoísmo. En realidad, a la mayoría de la gente no le importa lo que hagamos la mayor parte del tiempo: esas percepcion­es pueden decir más de nuestras dudas íntimas que de la hostilidad de los demás; no todas nuestras frustracio­nes son producto de una opresión estructura­l.

Esa ansiedad íntima genera una reivindica­ción, como esos artistas que convierten su carencia en una poética: todos queremos ser héroes en nuestra propia vida. Puede vincularse con la idea de que lo personal es político: si, como decía Wilde, el problema del socialismo es que ocupa demasiadas tardes, la solución es convertir mi forma de vida en socialismo (o en la etiqueta que prefiera). Decisiones que ni siquiera hemos tomado o no hemos tomado con esa intención se transforma­n en elecciones morales. Esto encaja con el espíritu narcisista y subjetivis­ta de nuestro tiempo, y requiere menos esfuerzo. En algunos casos permite renovar un viejo placer: corregir en la vida de los demás los errores de nuestra vida pasada. Como ha explicado John McWhorter, es una sustitució­n de la transforma­ción sociológic­a por la autoafirma­ción psicológic­a, el análisis por la autoayuda: lo que importa es sentirse bien con uno mismo. Parece compromiso, aunque básicament­e es un traje prestado. Muchas veces no nos damos cuenta de que en realidad al hacerlo solo nos estamos alineando con la propaganda de un partido.

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