Una ceremonia modesta pero cargada de significado
La catedral de Notre Dame lleva celebrando cada año con una misa su fiesta de la dedicación —la consagración del altar— desde 1190, a pesar de que el templo no quedó completamente terminado hasta el siglo XIII. La fecha de la misa ha ido cambiando con el devenir de los siglos y, desde 1989, se oficia el 16 de junio. Este año, la celebración, antaño multitudinaria, será unas horas antes: hoy, sábado 15, cuando se cumplen dos meses del incendio. Y en condiciones muy especiales: los 30 participantes, alrededor de la mitad religiosos encabezados por el arzobispo de París, Michel Aupetit, que presidirá la misa, deberán “llevar casco” protector. La ceremonia será en una pequeña capilla, la dedicada a la corona de espinas, que se salvó de la destrucción del fuego, explica el portavoz de la catedral, André Finot. Los participantes en la ceremonia entrarán por la “puerta roja”, que data de la Edad Media y permitía a los curas acceder a la catedral por un lateral e ir directamente al coro y a rezar. Es una de las pocas entradas consideradas “seguras” porque no le afectó el incendio ni le cayó el plomo del tejado que ha contaminado buena parte de los alrededores de la catedral, cuya plaza principal seguirá cerrada hasta que concluyan las tareas de limpieza.