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ARQUITECTURA BAJO EL VOLCÁN
RCR Arquitectes
El ilustrador Jordi Labanda traza una emotiva semblanza del último premio Pritzker. En esta era de gamificación en la que se alienta lo volátil y se recela de lo perdurable, en la que la boutade instagramable está por encima de la disciplina, el Premio Pritzker 2017 al estudio catalán RCR es una oda a la arquitectura de raíces. RCR (Ramón Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda) lleva 30 años atrincherados en Olot proyectando edificaciones cargadas de emoción y poesía. Olot se encuentra en el Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, un área cuajada de volcanes extintos que confieren a esta tierra una fuerza telúrica electrizante. Allí, el aire, el agua y la tierra parecen tener terminaciones nerviosas, el suelo se retuerce como un organismo vibrante. En la última década RCR ha levantado proyectos en Francia, Bélgica y Emiratos Árabes Unidos, pero es en las construcciones desperdigadas por Olot – desde la intervención inadvertida en una zona pública hasta la casa encargada por un herrero; desde las conmovedoras pistas de atletismo camufladas en el bosque hasta los turbadores pabellones de Les Cols–, donde el trío de arquitectos, como respetuosos personajes de una película de Miyazaki, habla con la Tierra, con el magma solidificado, con los espíritus de los árboles y con el alma de los que han poblado ese paisaje. La arquitectura de RCR no es para todos los públicos. Es austera y bronca, hasta feísta, por eso el Pritzker también va dirigido a los vecinos de Olot, que aceptaron el riesgo escogiendo el camino de la pureza insobornable.