MIEDO Y ASCO EN EINDHOVEN

Nacho Carbonell

“No hace falta ser muy macho o muy dark para que el mensaje sea duro”, dice Nacho Carbonell (Valencia, 1980) en el IED Madrid. En 2007, el Pump It Up le puso en el mapa. Un sillón/colección de mascotas: al sentarse unos animalitos se inflaban. Pero que nadie piense en algo bonito, el diseño tenía más de inquietante que de entrañable: “La gente quería sentarse aunque le diera asco. Lo tocaban con repelús. Pero una vez se acomodaban no querían levantarse: les daba miedo matar a los animalitos. Esa repulsión inicial se había transformado en la sensación de ser parte del objeto. En diseño, el contacto emocional es básico”. La pieza ha marcado la surrealista y onírica trayectoria de Carbonell. “Fue una declaración de intenciones y mi obra maestra, no voy a poder superarlo”. El otro factor que ayudó al despegue de este valenciano afincado en Eindhoven fue cuando, en Art Basel de 2009, Brad Pitt le compró toda la colección. “Obviamente me dio un empujón mediático, sobre todo en España, donde les encanta el cotilleo”. Anécdotas aparte, Carbonell sabe bien que sus obras, catalogadas muchas veces como design art (etiqueta que detesta), están más destinadas a museos o colecciones que al consumo privado. “Nuestras piezas llevan entre 350 y 1.500 horas de trabajo. Para cualquier empresa es una estupidez. Dicen que no se puede hacer. Y sí se puede. Lo que no resulta es rentable”. Consciente de esto, concluye que “no es necesario poseer un objeto para recordarlo. Con subirse una vez a mi silla árbol es suficiente. La experiencia perdura”.