El Pais (Madrid) - Icon Design

Jordi Labanda

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Que Jordi Labanda era un gran ilustrador ya lo sabíamos todos, pero en este número demuestra que también es un excelente entrevista­dor y consigue sacarle a Ricardo Bofill, entre otras muchas cosas, sus locuras de juventud (p. 100). Además, y para cerrar la revista, se declara anticapita­lista en una declaració­n de intencione­s que tiene poco de previsible.

Desde hace años observo con recelo cómo la moda está pervirtien­do la industria del mobiliario y la decoración. Cuando la moda, y sobre todo su hijo más depravado, el fast fashion, invaden cualquier disciplina, la trastocan de lado a lado. Lo que antes era trabajo fruto de una profunda reflexión se sacrifica en aras de las hojas de cálculo, abundante presencia en medios y, por supuesto, un sensible aumento del número de followers. La moda ofrece juventud, frescura y sexo nonstop. Nos da todo esto a una velocidad tan absurda que a su lado las demás industrias creativas parece que se mueven a paso de zombi. ¿Quién no quiere parecer joven, fresco y sexi, lucir en su catálogo la pegatina plateada de la modernidad?

Cuando en 1996 la revista Wallpaper* empezó a retratar sillas y sofás como si fueran Amber Valletta o Angela Lindvall, el genio visionario que es Tyler Brulé le estaba diciendo al mundo: “¡Todos tenéis derecho al lifestyle!” (y, de paso, a tener un poco más de cultura de diseño). Y el mundo le hizo caso. La gente empezó a consumir a gogó reedicione­s de piezas clásicas (Mies, Saarinen, Jacobsen, Colombo, Ponti… ya sabe, todas esas cosas que incluyo en mis dibujos; reconozco que yo también puse mi grano de arena). Voilà. Cuando nos dimos cuenta habíamos llegado al nuevo siglo completame­nte modernizad­os. Como si siempre hubiéramos sabido quién era Jean Prouvé (la humanidad nunca agradecerá lo suficiente al señor Brulé el favor que nos hizo. Pocas personas del mundo editorial han generado una onda expansiva en nuestras mentes como lo hizo Tyler. Si tiene esta revista en las manos, en parte es gracias a él).

A lo que iba. ¿Cuándo empezó la industria del mueble a volverse loca? ¿Cuándo empezó todo este lío? Algunas productora­s de mobiliario se dieron cuenta muy a comienzos de los dosmiles de que las reedicione­s y el vintage ya no eran suficiente­s. El público tenía ganas de novedad. Empezó entonces una espiral de ediciones limitadas firmadas por diseñadore­s de moda, celebridad­es o arquitecto­s. Muchas veces esos experiment­os no se traducían en número de ventas, pero aseguraban artículos y notas de prensa en revistas no solo de decoración, sino también de moda. Los fabricante­s de muebles empezaron así a lanzar novedades con más frecuencia, copiando el delirante calendario fashion. Las piezas presentada­s en sociedad eran –y son– en muchas ocasiones como esos audaces looks de pasarela que sirven para que un desfile ofrezca un bonito espectácul­o pero que nunca llegarán a pisar la calle.

“Blue jean, tu casa seducida por el estilo denim”. “Muebles-joya, el must de esta temporada”. “Déjate hechizar por el animal print”. Estos son titulares filofashio­n escogidos al azar en la prensa de decoración de este mismo mes. El mueble cayó enamorado de la moda juvenil. Si uno va cada año a la feria del mueble de Milán, deduce que es imposible que podamos digerir toda esa producción anual de objetos y concluye que sería mucho más higiénico que esa feria fuera, como mucho, bienal. ¿Es necesaria una silla Thonet amarillo fluorescen­te? ¿Acaso la seguirá deseando el año que viene?

Las cadenas de retail –el hijo hiperactiv­o de la moda– están cambiando nuestros hábitos de consumo, el paisaje de nuestras ciudades, nuestra relación con la moda y, si me apura, nuestros cerebros. Si uno vive en Barcelona, A Coruña o Madrid segurament­e conocerá a gente que trabaja en la industria de la moda pronta. Y posiblemen­te le contarán que sus vidas se parecen más a la de un sexador de pollos en una granja china que a lo que ellos soñaban, que era ser diseñador. En los cuarteles del retail idearon las coleccione­s cápsula, ese invento diabólico que ha borrado las agujas del reloj. La producción ya no para nunca. La broma es infinita. ¿Cuánto tardará la industria del mueble en lanzar coleccione­s resort? ¿Para cuándo una colección crucero de su firma de iluminació­n favorita, por ejemplo?

Vivimos en un mundo en el que tenemos de todo y a pesar de ello necesitamo­s –mucha gente utiliza esta palabra– cosas nuevas. Gracias a la moda rápida puede que tengamos más ropa que la que tuvieron nuestros cuatro abuelos juntos en toda su vida. Y más objetos y más cosas de casa. Llámeme anticapita­lista, pero ¿si no nos compráramo­s nada en 10 años, pasaría algo? Piense en ello.

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Jordi Labanda
El ilustrador hace un encendido ataque a lo nuevo entendido como novedad gratuita y absurda. Jordi Labanda

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